Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 13 mayo 2009
Aniversario de la total consagración a Dios de Marisa
Hoy, de manera particular, me vuelven a la mente algunos versículos de Alessandro Manzoni: "El Dios que aterra y suscita, que afana y consuela". Dirigiéndome directamente a Dios, tengo que decir que es verdad nos está llenando de afanes; también es verdad que ante ciertas situaciones, inclinar la cabeza y asentir a la voluntad de Dios es una empresa que agota, porque hay que decir "Sí" cuando todo tu ser, sin embargo, querría gritar "No", se tiene que inclinar la cabeza cuando, además, se quiere escapar, aunque el ejemplo nos llega de parte de Él. Pero también es verdad que sus afanes no han sido largos como los nuestros.
Las dos fiestas a las que Marisa y yo tenemos más arraigo, de manera particular, han sido aniquiladas por el dolor y el sufrimiento. El 9 de marzo no ha habido aparición y tampoco la habrá esta tarde. Hoy, 13 de mayo, no ha habido ni siquiera la posibilidad de aquel encuentro individual con Dios, porque Marisa ha estado tan mal que no ha tenido ni siquiera la fuerza de hablar y ha tenido necesidad de oxígeno para poder respirar. El 9 de marzo, sin embargo, ha habido este encuentro, pero Dios mismo ha tenido que interrumpir el coloquio porque Marisa estaba mal y también cuando celebraba la Santa Misa ella ha continuado sufriendo y después, finalmente, ayudada quizás por algún ángel, se ha dormido y he continuado diciendo la Santa Misa yo solo.
¿Cómo se puede hablar de fiesta cuando la homenajeada está ausente, está muy mal y está con fuertes dolores? ¿Cómo lo podemos celebrar? No creo que la Virgen haya celebrado nada mientras Jesús estaba en la cruz o en los momentos en los que estaba viviendo la pasión, o después, cuando fue depositado en el sepulcro. ¿Por qué tengo que celebrar cuando Marisa se encuentra en la misma situación que Jesús, cuando sufría la pasión? ¿Os escandalizáis?
Sólo Dios sabe el esfuerzo que he hecho para bajar y estar en medio de vosotros esta tarde. Probablemente, esto, no sois capaces ni siquiera de comprenderlo, ni de imaginarlo, pero estar aquí con este estado de ánimo, en estas condiciones, yo mismo lo defino como un gesto heroico.
Por otra parte, ha ocurrido un hecho que ha reabierto llagas que se habían cerrado un poco: ayer llegó la noticia de que el obispo de Chiavari ha rechazado el conceder un nuevo celebret (el documento que certifica el permiso para celebrar) a Don Ernesto Bozzi, justificando el rechazo con la motivación de que era un seguidor de Claudio Gatti, condenado definitivamente por la Iglesia. He sabido también por otras fuentes que los enemigos de Dios estaban trabajando para derrocar al Obispo y a la Vidente.
Ésta es la atmósfera que hemos vivido, en la que tendría que haber sido una fiesta. El domingo pasado oísteis a la Virgen que dijo: "El Obispo se ha derrumbado"; aquella misma tarde, viví momentos atroces desde las 7 a las 11. Invoqué a los amigos del Cielo y llorando me dirigí a la Virgen, la cual me dijo: "No puedo hacer nada", me dirigí a San José, que estaba presente, diciéndole: "Al menos tú, que eres el papá de Jesús, ejerce tu autoridad", su respuesta fue: "No puedo hacer nada". Me dirigí también a la abuela Yolanda, con la que había conversado un poco antes y su respuesta fue: "Hijo mío, yo soy la última rueda de la carreta". Podía dirigirme sólo a Dios, pero Él no se manifestó.
Dios tiene sus designios que en algunos momentos parecen terribles para quien los tiene que llevar a cabo. Sé que está trabajando para sanar la Iglesia, para sembrar el germen del renacimiento, pero cuando se ve en los periódicos o en la televisión a los enemigos de Dios, los cuales son también tus enemigos, que están triunfando, aunque sólo sea aparentemente, la cosa disgusta. Por otra parte, sabemos ciertas realidades espirituales y morales temibles que se refieren a estos enemigos; surge el escándalo y nos preguntamos: "Pero, ¿cómo es posible, Dios, que pongas a prueba a los amigos y tengas aún paciencia con los enemigos?".
A pesar de todo eso, Dios nos ama. Nos ha hecho muchas confidencias. Cuando rezamos las oraciones de la mañana, a menudo está presente Él mismo o la Virgen, San José y la abuela Yolanda.
Bromeando, aunque en el fondo decía la verdad, una vez dije: "A los dos misterios principales de la fe - que son Unidad y Trinidad de Dios y Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús - tendremos que añadir otro, la partida de Marisa". La Virgen no sabe nada, ni San José, ni los santos, sólo Dios sabe el momento. La fecha de la partida de Marisa ha tenido muchos y repetidos aplazamientos. Dirigiéndome de nuevo a Dios le dije: "Si un hombre nos hubiese tratado como nos has tratado Tú, lo habríamos alejado y si no Te dejamos, en esta situación, quiere decir que te amamos. Ésta es la demostración de que te amamos". Desde el Paraíso nos piden que recemos por la partida de Marisa y vosotros estáis al corriente. Esta es ya una situación absurda, por norma general se reza para que una persona se quede, no para que se vaya, pero nos vemos obligados a hacerlo; pero ¿cómo es posible que esta petición no se logre nunca? Las únicas palabras que Marisa era capaz de pronunciar hoy, en los momentos en los que estaba consciente, era una invocación a su madre: "Mamá, ven a buscarme, yo ya no puedo más". Imaginad el estado de ánimo de quien está a su lado, no sólo hoy, sino día tras día. Hoy, por tanto, ha sido una jornada especialmente dura, quizás porque aún estamos más cansados y derrotados que de costumbre.
Ayer tarde estábamos escuchando los cantos que tendrían que acompañar el matrimonio de Marisa (nosotros no lo definimos funeral, lo llamamos matrimonio, porque así lo quieren del Paraíso). Varios de estos cantos habían sido cantados por Marisa cuando su voz era fuerte, bella y nítida; al llegar al Ave María de Gounoud, ha venido la Virgen y ha dicho: "Ya lo sé, hijos míos, que estáis cansados, estáis agotados, tenéis motivos para quejaros, todo lo que decís es verdadero y justo, es la pura verdad, es la pura verdad"
Yo no os he escondido nunca lo que pienso verdaderamente, puedo haber callado por motivos de prudencia y por motivos de conveniencia, no de oportunismo, pero cuando tenía que hablar, lo he hecho; por otra parte, si estoy en esta situación es justamente porque he sido franco. A pesar de eso, me han acusado también de falso, hipócrita, mentiroso, y sin embargo, hubiese sido suficiente con decir una sola mentira a Ruini y lo hubiera obtenido todo.
En estos días la salud ha sido sometida a durísima prueba y era razonable que vosotros lo supierais; estoy convencido de que la Virgen deseaba que os hablase así, porque a veces no os dais cuenta de nuestra condición. Lina y Annamaria se han dado cuenta de cómo son nuestras jornadas desde que están presentes todas las mañanas para ayudar en casa, aunque ellas están en el piso de abajo y nosotros en el de arriba. Cuando por la mañana bajo para desayunar me ven desfigurado, no puedo ni siquiera caminar; vosotros vivís en vuestra casa y tenéis seguramente vuestros problemas, nadie lo pone en duda, pero probablemente no sabéis los nuestros y es justo que esta tarde os contase algunas cosas. En algunos momentos de estos días, como ha ocurrido también hace algunos años, he llegado a ofrecer a Dios la renuncia a todo con tal de que pudiésemos estar un poco mejor, y vosotros sabéis lo que quiero decir usando el término "renunciar a todo". Pero Dios no ha aceptado, ni ahora ni entonces. Puedo afirmar que, al menos humanamente, ya no es posible seguir así. No digo que la situación es dura, porque si fuese así habríamos podido llevarla a cabo, sino que el término adecuado para definirla es "inhumana". Entonces, ¿qué pediros? Estoy mendigando oraciones, os habréis dado cuenta; intensificadlas, inventaos lo que sea útil para llegar al objetivo que, además de a mí, también desde el Paraíso desean que se consiga. Si queréis a Marisa, la tenemos que ayudar a subir al Padre.
En los últimos días de vida de Juan Pablo II, sobre los que han dicho muchas mentiras, una de las frases que le han atribuido, y que se ha hecho famosa, porque la repiten continuamente, es: "Dejadme ir al Padre". Es una mentira, esta frase no la ha dicho, pero refleja la situación. Cuantas cosas sabréis un día, hoy os he dicho una. ¿Cómo puede una persona, que no abre la boca ni siquiera para decir una palabra, haber dicho toda aquella frase que le atribuyen? Hablaba sólo con Marisa, presente en bilocación, a través del pensamiento. ¿Cómo es posible que en los días precedentes a su muerte, cuando aún se podía acercar a la ventana, no estaba en condiciones de decir ni tan siquiera una palabra y luego, en los últimos momentos de vida, cuando la situación estaba ya completamente comprometida, haya podido hacer todos los discursos que le atribuyen? Quizá piensen que somos tontos. Hay otros detalles que podréis saber por María Viola que sabe por su experiencia médica y que autorizo a contar. Han dicho tantas mentiras porque tenían interés en atraer la atención sobre estas cosas y quitarlas de otras.
Pongamos en boca de Marisa la frase "Dejadme ir al Padre"; será esta la oración que tenemos que decir con insistencia. Sería hermoso si pudiésemos, dentro de las veinticuatro horas, tener a una persona que cada hora dijese esta frase.
Creo que os he abierto un poco mi corazón.