Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 15 febrero 2009
VI Domingo del Tiempo Ordinario
I Lectura: Lev 13, 1-2.45-46; Salmo 31; II Lectura: 1Cor 10,31-11,1; Evangelio: Mc 1,40-45
Las tres lecturas proclamadas, aparentemente no tienen entre sí una concatenación lógica, pero veréis que, después de haber escuchado mis palabras, podréis ver como se queda en un tema único. Empecemos con la primera lectura y el Evangelio que son dependientes entre ellos, el uno es el desarrollo de la otra.
El Señor dijo a Moisés y a Aarón: "Cuando alguno tenga sobre la piel una inflamación, una pústula o una mancha reluciente, síntoma de lepra, será llevado al sacerdote Aarón o a uno de sus hijos sacerdotes. El leproso andará harapiento, despeinado, la cara medio tapada y gritando: ¡Impuro, impuro! Mientras le dure la lepra, será impuro y, siendo impuro, vivirá aislado, fuera del campamento". (I Lectura)
En aquél tiempo se acercó a Jesús un leproso, se puso de rodillas y le dijo: "Si quieres, puedes limpiarme". Él, compadecido, extendió la mano, lo tocó y le dijo: "Quiero, queda limpio". Y al instante quedó limpio de su lepra. Luego lo despidió, advirtiéndole severamente: "Mira, no se lo digas a nadie; pero anda, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que ordenó Moisés para que les conste tu curación". Mas él, en cuanto se retiró, comenzó a divulgar a voces lo ocurrido, de manera que ya no podía Jesús entrar públicamente en ciudad alguna, sino que andaba fuera de los poblados, en lugares solitarios, y acudían a él de todas partes. (Evangelio)
En la primera lectura, el Señor enseña al pueblo hebreo cómo tenía que comportarse hacia los enfermos de lepra, una enfermedad repugnante que desfigura y destruye la parte más externa del organismo humano, es decir, la piel y la carne. Es una enfermedad tremenda, por lo que los que eran golpeados por ella tenían que alejarse del contexto social común y además avisar, si se encontraban cerca de las personas o casas, de que no se acercaran a ellos. Uno de estos leprosos fue curado por Jesús, al cual, sin embargo, le renueva la orden que le fue transmitida a Moisés por Dios para el pueblo hebreo. No todas las enfermedades tenían que ser tratadas tan rígidamente, sólo esta porque era la más repugnante y contagiosa. Las personas afectadas por enfermedades de otra naturaleza, de hecho, podían permanecer tranquilamente en familia, con sus parientes y en su casa; sólo los leprosos eran echados.
En la vida espiritual, la enfermedad que golpea al alma es el pecado mortal. Pero ¿todos los pecados son tan abominables y tienen consecuencias tan tremendas? La respuesta es "no"; no todos los pecados son peligrosos del mismo modo. Del mismo modo que la lepra es la enfermedad más repugnante para el cuerpo, así hay un pecado que, cuando golpea el alma, genera la muerte más repugnante: es el pecado contra el amor, es decir, el odio, la aversión, el rencor, la venganza, el resentimiento, la calumnia y la difamación. Hablar mal de los demás es el pecado más repugnante y, tal como los leprosos tenían que ser alejados porque eran contagiosos, igualmente los que son desfigurados en el alma porque actúan contra la caridad, tendrían que ser alejados y separados, ya que su presencia en la familia, en la comunidad, en la parroquia y en la sociedad es extremadamente peligrosa. La fragilidad humana se expresa de muchas maneras; la insinceridad y la impureza son un ejemplo, y sin embargo no se trata de pecado contra la caridad. Por eso los que viven en el rencor y en el resentimiento son las personas más semejantes y cercanas al demonio. El demonio es el que alimenta el rencor y la rabia más tremenda respecto a Dios y esto lo puedo asegurar porque, en las experiencias con los endemoniados, he podido siempre comprobar la vehemencia del odio que estos tienen contra Dios y contra las personas más cercanas a Él. Satanás se odia a sí mismo y odia a sus semejantes, no es apreciado ni siquiera por toda la categoría diabólica. Al igual que entre los ángeles hay amor, así entre los demonios hay odio, aversión y resentimiento. La consecuencia es que las personas que están en gracia viven en el amor y se comportan como los ángeles y como Dios mismo que es amor, mientras que las personas que están en pecado, sobre todo las que viven en el rencor, en el odio y en el resentimiento, se encuentran en condiciones de dañar, antes que a nadie, a los que forman parte de su familia. Si no hay amor, el marido no sabrá amar a la mujer, la mujer no sabrá amar al marido, los padres no sabrán amar a los hijos, los hijos no sabrán amar a los padres y así sucesivamente. Entonces ¿por qué nos sorprendemos cuando los niños recién nacidos son abandonados en los basureros o, cuando están todavía en el seno materno, son asesinados con el aborto? Una madre no ama a su hijo si odia, si siente rencor y resentimiento. Tanto es así, y me refiero de nuevo a las experiencias que he tenido en el campo de los endemoniados, que la primera y absoluta causa por la cual los hombres caen esclavos y son dominados por el demonio, es el odio. Es necesario tratar de obtener una curación completa y el consejo que os puedo dar es que estéis lejos de los que odian, que no los frecuentéis, porque antes o después os perjudicarán, os harán daño; esos no pueden hacer el bien porque son semejantes al demonio. El demonio no se convierte nunca, no se puede convertir y los que son semejantes a él se encuentran en la misma situación. Una de las verdades que nos ha sido comunicada por la Virgen es que Dios es tan misericordioso que incluso después de la muerte, antes de su juicio, concede aún una posibilidad de conversión. Pero los que han odiado, que han vivido en el rencor y en el resentimiento, no serán capaces de aprovechar esta ocasión, porque son como el mismo demonio que odia a Dios e, incluso sabiendo que Dios es el supremo, que es el todo, Lo combaten con la estúpida ilusión de destruirlo. ¡Dios es imbatible! Puede suceder entonces que personas que creíamos fuera de la Iglesia porque estaban divorciadas, casadas de nuevo o personas que han tenido debilidades de la carne o que no iban a Misa, las encontraremos en el Paraíso porque han sabido amar y hacer el bien. Os recuerdo aquel episodio ocurrido cuando nos encontrábamos en Chiavari, hace diversos años: Marisa ya estaba obligada a estar en la silla de ruedas y en uno de nuestros paseos, la silla se encalló en medio de la arena donde estaban arreglando el pavimento. Las personas pasaban, pero nadie nos ayudó; cuatro operarios que estaban trabajando allí cerca vieron la escena, vinieron corriendo, levantaron la silla y la depositaron en la carretera asfaltada. Vino enseguida la Virgen y nos dijo que, por este acto de caridad, los cuatro operarios salvarían sus almas. Es más fácil que se conviertan personas que no han rezado, que no han ido a Misa o que pueden haber cometido pecados en otros campos, más que -y lo digo por mi larga experiencia- asistir a la conversión de una persona, eclesiástica o laica, de la jerarquía más alta o de los grados inferiores, que haya vivido en el rencor o en el resentimiento y que luego se haya salvado. Comprendéis ahora, con una luz más convincente, la expresión de Dios - y cuando Dios habla hay que escuchar y tener presente cada palabra - en la que afirma: "Ay de los que calumnien a mi Obispo". Recuerdo personas que al leer esto se han escandalizado, pero si hubieran escuchado cuanto os estoy diciendo habrían comprendido que llegar al odio significa ponerse en perseverante oposición a Dios. Yo no he conocido a nadie, y lo repito, que haya odiado y se haya salvado. Estas son personas que se hacen daño así mismas porque están condenadas al infierno y hacen vivir mal también a los demás. No he tenido problemas con las prostitutas, con los blasfemos y ni siquiera con las personas que no van nunca a la iglesia y no comulgan, pero he tenido problemas, y muchos, con los que han llegado a odiar.
Estas personas viven mal, tanto es así que, y vosotros lo sabéis porque la Virgen lo ha dicho incluso públicamente, los que se han opuesto fuertemente, tanto a los designios de Dios como a los que Dios ha llamado para estas misiones en la Iglesia (Marisa y el susodicho), no pueden dormir de noche porque tienen temor y miedo. Cuando llegaron mis cartas al Vaticano, Benedicto XVI dijo a sus dos secretarios: "Este es aquél del que todos tienen miedo"; pero el demonio ¿de quién tiene miedo? De Dios y de las personas que aman y las personas cercanas al demonio tienen miedo, aunque no lo admitan, además de a Dios, también de los que aman a Dios y que han hecho de este amor su estilo de vida. Mirad, el que odia es más peligroso que un leproso para sí mismo y también para su familia. Vosotros conoceréis ciertamente personas que tienen rencor, resentimiento y odio, pero ¿cómo vive la familia con ellos? ¿Puede ser una familia feliz y unida? El demonio no está unido a nadie, ni siquiera a otro demonio y las personas que odian no tienen unión con nadie. Probablemente un tema tan claro, nítido y precioso yo no lo había tocado nunca, pero ahora ha llegado el momento. Si analizáis, sin llegar a hacer juicios, los motivos por los que muchos han dejado esta comunidad, llegaréis a la conclusión de un común denominador: el odio. Ha sucedido finalmente que algunas personas, que incubaban odio, por motivos de los que no está bien hablar, han llamado a nuestra puerta y Marisa no les ha visto a ellos, sino al demonio que llamaba; de algunas de esas personas, comprendidos sacerdotes, Dios me ha permitido también a mí, que les vea el rostro. Ojos rojos, una cara tremenda, una mirada dura. Entonces comprendéis cuál es el más grande de los mandamientos: amar a Dios y amar al prójimo. Está todo ahí.
Volvamos a la lectura de san Pablo.
Hermanos, por tanto, ya comáis o que bebáis, o hagáis cualquier cosa, hacedlo todo para gloria de Dios. No deis escándalo ni a judíos ni a griegos ni a la Iglesia de Dios; lo mismo que yo, que me esfuerzo para agradar a todos en todo, sin procurar mi propio interés, sino el de la mayoría para que se salven. Sed mis imitadores, como lo soy de Cristo. (II Lectura)
Os he dicho que hay un desarrollo en las lecturas de hoy. En los pocos versos de la primera lectura de Pablo a los Corintios, remarca que el cristiano tiene que ser conducido e inspirado por dos principios: la gloria de Dios y el amor al prójimo. Pablo lo dice claramente: "hacedlo todo para gloria de Dios". Además dice de sí mismo: "me esfuerzo para agradar a todos en todo, sin procurar mi propio interés, sino el de la mayoría para que se salven". Por eso si queremos ser semejantes a Dios, podemos ser incluso débiles y frágiles, pero no lleguemos nunca al odio: todo está permitido menos el odiar. Por cada debilidad, cada fragilidad, se puede volver atrás, se puede sanar, pero del odio no se sana nunca. Entre las definiciones que me ha dado la Virgen, la más hermosa es la del Obispo de la Eucaristía, pero hay otra: Obispo del Amor. Ahora podéis entender el motivo: sí, puedo decir delante de Dios que, a pesar de que he recibido mucho daño, mucha maldad tanto del ambiente eclesiástico como del ambiente laico, que no he odiado nunca a nadie. Puedo añadir lo que Pablo decía de sí mismo, él sin ningún tipo de apuro, yo con una cierta dificultad, quizás porque tengo que crecer todavía en la sencillez evangélica, él afirmaba: "Sed mis imitadores como lo soy de Cristo". Del mismo modo puedo deciros: "Sed mis imitadores como yo intento imitar a Cristo". Vosotros sabéis que en una de las estampas de los diversos aniversarios he hecho escribir: "Cristo es la razón de mi existencia"; no veo otras razones, todas las razones están allí, en Cristo. En Él está todo, las almas, la Iglesia y por tanto amando a Cristo, amo a la Eucaristía, amo a la Iglesia, amo a las almas. Del mismo modo, tampoco vosotros os dejéis arrastrar por el mal tremendo del odio, enfermedad diabólica, sino combatidla. Si os amáis vosotros mismos tenéis que llegar a rogar a Dios que os haga morir antes que lleguéis al odio, porque los que odian se destruyen a sí mismos, a la familia, a los amigos, a la parroquia y a la comunidad. Por esto os repito lo que ha dicho la Virgen cuando se han ido personas de la comunidad y yo he sentido un gran sufrimiento y disgusto: (todavía no era Obispo) "Mi querido sacerdote, da las gracias a Dios porque las manzanas podridas ya no están en tu cesta". Éste tiene que ser el estilo de nuestra comunidad, este tiene que ser el estilo de la Iglesia. Hoy las cosas no funcionan porque en la iglesia no hay amor ni siquiera entre ellos que aparentemente parecen solidarios y unidos entre sí (y hablo de nuestros opositores). Es lo que ocurre también en la política italiana. No nombro a nadie, no hago referencias políticos nunca, pero que sepáis que algunos de ellos, que son rivales entre sí, se mantienen juntos solamente por la aversión hacia otros políticos, por tanto la unión es causada del odio hacia este o aquél. Del mismo modo sucede entre las personas eclesiásticas y laicas que no se respetan entre ellos, tanto es así que continuamente se ponen la zancadilla, pero están unidos por el odio y por el rencor hacia Marisa y hacia mí. ¿Qué han dicho Jesús, Dios Padre y la Virgen? No pudiendo meterse públicamente contra Ellos, se enseñan contra nosotros y llegan a la calumnia, inventándoselo todo. Pero ¿es posible? Sí, porque odian y el odio es imparable. Al igual que se crece en la caridad cada día más, se crece cada día más en el odio. A vosotros os toca elegir, pero ay de vosotros si escogéis estar del otro lado. Yo estoy dispuesto, porque os quiero, a rogar al Señor que os haga morir antes que os alejéis de Él. Esto es amor, a mi me interesa vuestra felicidad eterna; quiero encontraros a todos en el Paraíso y ruego a Dios que nos podamos encontrar de nuevo allí arriba. A veces, uno se pregunta porqué la muerte ha golpeado a un joven o a una persona buena. Bueno, quizás Dios lo ha cogido justamente para que no se convirtiese en alguien malo. Tenemos que ver la realidad a la luz de Dios, si la consideramos a la débil y vacilante luz humana, ya no entenderemos nada. La luz de Dios ilumina, es capaz de poner en evidencia también los rincones más remotos de nuestro ser. La mejor conclusión de esta conversación es: "Primero aprended a amar y después rezad". Existen personas entre los eclesiásticos falsos e hipócritas, que se hacen ver píos y devotos cuando están entre los demás, sobre todo en la televisión y los periódicos y después cuando están solos no dicen ni siquiera la Misa. "Primero aprended a amar y después rezad". Si hay amor hay también oración, son dos propósitos estrechamente unidos entre ellos. La verdadera oración exige necesariamente el amor; los hipócritas, lo ha dicho también Jesús, se ponen a rezar en medio de las plazas sólo para que todos los puedan honrar. Cuando quieras rezar, métete en tu aposento donde nadie te ve y dirígete a Dios: la relación es entre Él y tú. ¡Los juicios de Dios son completamente diferentes de aquellos de los hombres!
Para animaros os cuento la última experiencia que hemos tenido Marisa y yo. Hoy, por desgracia está muy mal, tanto es así que no ha habido ni siquiera la aparición, pero ayer por la tarde, mientras estábamos escuchando los cantos hechos por Marisa a la Virgen y a al Espíritu Santo, ha venido la Madre y no sólo ella; con enorme sorpresa ha venido todo el Paraíso, el de la visión beatífica, y todos los que se encuentran en la condición de la visión beatífica. Por tanto estaba la Santísima Trinidad, la Virgen, todos los santos y todos los ángeles. Hemos tenido una conversación de más de media hora sobre cosas reservadas y personales. Al final la Virgen me ha invitado a darle la bendición; ahora ya no me resisto como cuando hace varios años me lo pidió por primera vez. Entonces no quería hacerlo, pero Ella dijo: "¡Obedece!" y así lo hice. Esta vez lo hermoso y significativo fue que todo el Paraíso, a excepción obviamente de Dios y de Jesús, se arrodillaron. De todos los diferentes temas, sólo me interesa uno de manera particular y es el motivo por el cual os he confiado esta experiencia mía: notad como es diferente el razonamiento de Dios al de los hombres, el razonamiento del Paraíso respecto al del infierno y de los que viven con odio, que viven ya en el infierno y no podrán nunca razonar y pensar como Dios.
Una última cosa: durante el encuentro de ayer, el Señor nos comunicó el deseo de que este año se celebre mi aniversario de la manera más solemne, no sé deciros el porqué. Sabed que no tengo ánimos para celebrarlo después de un año de sufrimientos. Pero Dios lo quiere así. ¿Qué significa que quiere que sea todavía más solemne que los otros años? Esto depende de vosotros, de los preparativos, de los adornos y de todo lo demás, pero nos ha dado también otra indicación que me desconcierta, en un cierto sentido, porque siempre he dicho que mi aniversario está ligado a la fiesta del sacerdocio. Este año el Señor quiere que se ponga de relieve un concepto importante que tiene que entrar en la Iglesia: al lado de cada sacerdote tiene que haber una víctima. Sólo Cristo es sacerdote y víctima, los otros que tienen la participación de su sacerdocio son sólo sacerdotes, pero la eficacia del sacerdocio (esta es la doctrina, la verdad que viene de Dios) depende también del sufrimiento, del sacrificio de una víctima humana. Por tanto sacerdote divino y víctima divina unidas en Cristo; sacerdote humano y víctima humana separadas en el hombre. Este es el esquema sobre el que tenéis que cimentar las reflexiones que hagáis durante la vigilia. Yo he preparado muchas durante tres años y medio, ahora empezáis a sustituirme vosotros; también las oraciones que se hagan tendrán que tener este tema: sacerdote y víctima; Obispo y vidente.
Esto viene de Dios, esto os he comunicado, esto tenéis que hacer.