Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 15 agosto 2006
I Lectura: Ap 11,19; 12,1-6.10, Salmo 44; II Lectura: 1Cor 15,20-26; Evangelio: Lc 1,39-56
Hoy es la fiesta de la Asunción al cielo de la Virgen en cuerpo y alma. Recordamos esta verdad de fe en forma escueta porque, pensando en la Asunción, creemos, hasta donde se nos ha hecho entender hasta ahora, que Nuestra Señora murió y fue transfigurada inmediatamente y asunta al cielo; pero yo estoy convencido que también se formó un cortejo de almas que desde el Purgatorio la acompañaron al Paraíso.
Sobre esto le podemos pedir confirmación a Marisa, la única aquí entre nosotros que tiene experiencia de lo sobrenatural: (Marisa confirma lo que el Obispo acaba de afirmar, añadiendo que el corteja de almas era acompañado por todos los ángeles que lo hacían todavía más hermoso).
Yo creo que tenemos que colocar este evento, que se refiere a la Iglesia Purgante y a la Iglesia Triunfante, siempre en perspectiva de la resurrección de Cristo. Sabéis que la autoridad eclesiástica no tiene jurisdicción sobre el más allá sino solamente sobre las personas que viven en la tierra, por tanto cuando Jesús dijo a Pedro: “Lo que desatarás en la tierra será desatado en los cielos y lo que ligues en la tierra será ligado en el cielo”, no se refería a las personas difuntas, que estaban por tanto en el Purgatorio y en el Paraíso, sino solo a los hombres de la tierra. Una vez más nos ha sorprendido el modo de obrar de Dios porque nosotros no habríamos pensado nunca en este cortejo formado tanto por las almas santas como por las almas que están empezando el proceso de beatificación y que, incluso gozando del Paraíso, todavía están privadas de la visión beatífica de Dios. Nosotros hasta ahora habíamos identificado el Paraíso con la visión de Dios, sin embargo esto nos ha hecho comprender que quien tiene pequeñas imperfecciones tiene que esperar una purificación completa porque para presentarse a Dios hace falta ser perfectos. Entonces ocurre que “los últimos serán los primeros y los primeros últimos”: las personas que han tenido el poder y también lo han ejercido bien durante su existencia son precedidas por personas que no han tenido poder y que han vivido en la sencillez y la humildad y esto es porque ante Dios las perspectivas son completamente diferentes a las nuestras.
Concluyo repitiendo las palabras que Jesús ha dirigido al Padre dándole gracias por haber tenido escondidas estas cosas, incluso las que hemos dicho del Paraíso, a los poderosos y a los sabios y haberlas revelado a los humildes y a los sencillos. Una vez más el Evangelio es verdad y nos hace comprender exactamente las cosas.