Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 15 octubre 2006

XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (AÑO B)
I lectura: Sab 7,7-11; Salmo 89; II lectura: Hb 4,12-13; Evangelio: Mc 10,17-30

Al salir Jesús de camino, un hombre corrió a preguntarle, arrodillándose ante él: «Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para alcanzar la vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? El único bueno es Dios. Ya conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre». Él dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud». Jesús lo miró con amor y le dijo: «Te queda una cosa que hacer: Anda, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme». Al oír esto, el joven se fue muy triste, porque tenía muchos bienes. Jesús miró alrededor y dijo a sus discípulos: «¡Qué difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!». Los discípulos se quedaron asombrados ante estas palabras. Pero Jesús les repitió: «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios». Ellos, más asombrados todavía, se decían: «Entonces, ¿quién puede salvarse?». Jesús los miró y les dijo: «Para los hombres esto es imposible; pero no para Dios, pues para Dios todo es posible».

Entonces Pedro le dijo: «Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «Os aseguro que nadie deja casa, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o tierras por mí o por el evangelio, que no reciba el ciento por uno ya en este mundo, en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, con persecuciones, y en el siglo venidero, la vida eterna. (Mc 10,17-30)

Las lecturas de hoy me ponen en gran dificultad, porque el Evangelio es tan hermoso, tan rico y fértil de reflexiones, que tener que sintetizarlo todo en cuestión de minutos es difícil, pero trataré de daros algunas ideas para que, si queréis, podáis continuar reflexionando sobre ellos y si tengo un poco de tiempo durante algún encuentro bíblico comentaré esta página que para mí es extremadamente importante.

Vayamos por orden. Tenéis que tener presente el episodio precedente a la lectura del Evangelio de hoy, cuando los niños se acercan alrededor de Jesús para ser acariciados; esto molesta a los discípulos, que tratan de alejarlos, pero Jesús los defiende diciendo: “Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el reino de los cielos” (M 10,14). Tened presente esto por dos motivos: para comprender bien la palabra que Jesús dirige al joven rico y para comprender mejor el comportamiento del joven.

Los niños están privados de riquezas, posiblemente las poseen sus padres, pero los pequeños no gestionan nada y por tanto están en las mismas condiciones de los pobres. ¿Cuáles son las dos categorías privilegiadas que van al Paraíso? Los pobres y los niños. Así pues para ir al Paraíso hace falta despegarse de los bienes materiales y ser sencillos y puros como los niños. Esta enseñanza es suficiente para reflexionar sobre ello, pero prosigo con la reflexión.

Imaginad a este joven que se acerca a Jesús, es educado, culto, es un buen israelita, un perfecto observador de la ley, pero en su corazón le falta algo. Jesús da la vuelta también a una categoría mental del mundo judío, según la cual las riquezas eran una bendición de Dios, por tanto el rico era el que había recibido de Yahve una bendición particular. Sin embargo Jesús elimina también este modo de pensar enalteciendo justamente lo opuesto, es decir no la riqueza, sino la pobreza. El joven se dirige a Jesús llamándole: “Maestro bueno”. Él todavía no tiene fe, no puede comprender que se encuentra ante el Mesías, el Hijo de Dios, sino que lo considera un doctor de la ley, un excelente y valiente maestro. “Bueno”, porque ciertamente el joven rico vio la escena de Jesús que iba al encuentro de los niños y se conmovió al ver estos sentimientos paternos de Jesús. Eh ahí porque dice: “Maestro bueno”. Cuando leáis el Evangelio tenéis que meditar siempre cada simple palabra, porque es de una riqueza incalculable, de una belleza sublime.

Tened presente cuanto dijo Pablo sobre la Palabra de Dios y comprenderéis mucho mejor lo que estoy tratando de deciros. “Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para alcanzar la vida eterna?». (Mc 10,17). La vida eterna no es solamente aquella de después de la muerte, sino que es precisamente una vida de unión ininterrumpida con Dios, que tiene que empezar también en la Tierra. Será sublimada, será perfeccionada en el Paraíso, después de la muerte, pero en cualquier caso cosecharemos en el cielo lo que hemos vivido y cultivado durante nuestra vida terrenal. Mirad, su ansia ya es prometedora, porque en vez de recluirse en el gozar de sus bienes, piensa también en el futuro, en el más allá. Jesús le responde: “«¿Por qué me llamas bueno? El único bueno es Dios.” (Mc 10,18). Los heréticos han escogido este versículo para avalar su teoría de que Jesús no es Dios. Sin embargo Jesús no dice que no es bueno, no dice que no es el Hijo de Dios, no dice que no es el Mesías, sino que trata de estimular la reflexión de este joven, o bien, “¿Por qué me llamas bueno ya que solo Dios es bueno?”. Y esto, ¿qué significa? Que en el corazón de este joven la fe empieza a afirmarse, aunque desafortunadamente no se desarrollará. Entonces, si Dios es bueno, incluso si lo que te pide no te gusta, debes aceptarlo con dificultad, precisamente porque lo que Dios te pide es igualmente bueno. En pocas palabras, tenéis que tener presente esta realidad: Jesús empieza a cultivar a este joven, porque en sus designios, por desgracia no realizados por la no correspondencia del joven, habría debido ser otro apóstol. “Ven y sígueme”, por lo tanto el joven habría debido ser un íntimo suyo, un discípulo suyo. Jesús ilumina la mente del joven, empieza a dar en su corazón sugerencias correctas, le da la fuerza de acogerlas y le da la oportunidad de aceptarlas, pero se detiene ante la libertad humana. El hombre es libre de seguir o rechazar la llamada del Señor. Éste es el significado correcto del versículo: “¿Por qué me llamas bueno ya que solo Dios es bueno?”. Os lo repito, Jesús no dice “Yo no soy Dios, no soy bueno”, sino “Fíate de Dios, cualquier cosa que Él te diga será siempre para tu bien, aunque esto no lo entiendas, ni siquiera te guste”. «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud». (Mc 10,21). Ahora reflexionad atentamente sobre esta situación y pensad lo que sintió Jesús: se encuentra ante un alma inocente, un alma honesta, un joven que podría hacer verdaderamente el bien y llevar sus enseñanzas en medio del pueblo judío y por todo el mundo. Comprended lo que pasa en el corazón de Jesús, creo que no ha sido suficientemente dicho lo grande que fue su sufrimiento y tristeza por el rechazo de este joven. Podía ser el decimotercer apóstol, el decimocuarto si contamos también a Pablo, pero no lo fue.

El evangelista Marcos pone en evidencia este gran amor. De hecho, la expresión latina es más significativa “Iesus autem intuitus eum dilexit eum”, o sea “Jesús lo miro con una mirada que llega al fondo del alma”, una mirada llena de amor: lo miró y lo amó. Cuando Jesús ama a una persona, desea que ella se vuelva completamente suya, pero la deja libre y este rechazo, por desgracia, lo hace sufrir.

No tenemos que olvidar que Jesús, precisamente porque es Dios, en este joven rico, que se negó a seguirlo porque estaba aferrado a sus pertenencias, vio apóstoles, sacerdotes, obispos y papas que, a lo largo del curso de la historia, han permanecido aferrados a sus riquezas.

Incluso hoy para muchos eclesiásticos el poder y el dinero son el deseo que cultivan con más pasión y la meta a la que llegar, esto hace sufrir a Cristo como el joven rico. Como Cristo sufrió, porque una llamada suya no aceptó la pobreza, así todavía hoy continúa sufriendo porque algunos llamados, en vez de distribuir las riquezas a los pobres, se la quedan para ellos o como máximo para el pequeño círculo de sus familiares. Este comportamiento va contra la voluntad de Dios; la Iglesia tiene que ser pobre, debe elegir a los pobres, tiene que privilegiar a los pobres, tiene que estar más cercana a ellos, porque es madre de quien tiene necesidad, no es sólo maestra, sino también madre que protege, defiende y alimenta.

Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui emigrante y me acogisteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, preso y fuisteis a estar conmigo”. (Mt.25, 35-36): estas recomendaciones de Jesús valen ante todo para nosotros. Un sacerdote, un obispo, un cardenal, un Papa que vive en la riqueza, que trata de acumular cada vez más sin ayudar a quien no tiene nada, va contra la voluntad de Dios; para estos – lo afirmo con autoridad porque esto me ha sido revelado muchas veces – no hay salvación, para estos no hay Paraíso. Recordad lo que ha dicho la Virgen hoy: “Musulmanes, ortodoxos, evangelista y miembros de todas las demás religiones subirán con ella al paraíso; están salvados, por haber hecho un acto de caridad, un gesto de amor. No es verdad que los que no pertenecen a nuestra religión no se salvan. El que hace obras de amor, de comprensión, de solidaridad se salva”. ¿Por qué judíos, evangelistas, protestantes y miembros de las demás religiones tendrán la alegría de gozad de Dios? Porque han hecho un acto de amor, un gesto de caridad.

Recuerdo una vez en que estábamos en Chiavari, Marisa estaba ya en su silla de ruedas y nos empantanamos literalmente con las ruedas dentro de la arena, por lo que fui capaz de sacarla fuera. Cuatro operarios que estaban trabajando allí cerca, vieron lo ocurrido, interrumpieron su trabajo, bajaron de prisa, cogieron la silla de ruedas por los cuatro lados y levantándola la llevaron al asfalto, de manera que pudimos retomar el camino. Poco después apareció la Virgen, diciéndonos que gracias a aquel gesto de amor los cuatro operarios se salvarían e irían al Paraíso. Veis, ésta es la confirmación. Se va al Paraíso solo si hay amor, de otro modo no vamos: esto sirve para nosotros y para todos. Recordad: el amor es el salvoconducto para el Paraíso. “El amor es el Peaje para el Paraíso”. ¡Mirad qué hermosa es la Palabra de Dios, cuántos horizontes abre!

Jesús, después de que este joven se alejara, hace esta reflexión que resume todo lo que os he dicho: «¡Qué difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!». (Mc 10.23). Creo que la Iglesia ciertamente renacerá y cambiará. Os pido que recéis con fuerza, porque quien la tenga que guiar sea verdaderamente según el corazón de Dios y tenga la fuerza, el valor de proclamar y de hacer vivir la Iglesia en la pobreza; así todos los mercenarios que se han acercado a la Iglesia solamente para recibir honores, cargos, poder y riqueza serán alejados. Suenan oportunas las palabras de Jesús, aunque las haya dicho en otro contexto: “Imposible para los hombres, pero no para Dios! Porque todo es posible para Dios” (Mc 10,27) por tanto que tampoco la Iglesia se apoye en las riquezas terrenas sino en la pobreza evangélica. Esto es posible, esto tiene que ser hecho y obtenido con la ayuda y la gracia de Dios.