Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 17 junio 2007
I lectura: 2Sam 12,7-10.13; Salmo 31; II lectura Gal 2,16.19-21; Evangelio Lc 7,36-8,3
Antes de que empezase la aparición, mientras conectábamos la cámara a la televisión para permitir que Marisa pudiera seguir desde su habitación la Santa Misa que celebramos aquí, hemos visto una imponente celebración en Asís, presidida por el Papa (el 17 de junio del 2007, Benedicto XVI hizo una visita Pastoral a Asís con ocasión del Octavo Centenario de la Conversión de San Francisco. N. del R.). ¿Habéis oído lo que ha dicho hoy la Virgen? Dios continúa mandando a Su Madre solo aquí, a este lugar y no a otras partes. Os digo esto para que tratéis de recuperar vuestra situación y también que descanséis.
En la carta de Dios del viernes pasado, con motivo de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, Él mismo, con dulzura, nos invitó a descansar y nos aconsejó, casi ordenó, que evitemos cualquier cosa que pueda ser causa de amargura, tensiones y sufrimientos. En particular, nos dijo que no recemos más por los sacerdotes, porque es un pensamiento que suscita aflicción; de hecho, casi todos vosotros, sino todos, habéis tenido experiencias desagradables y, desde este momento, ya basta de rezar por ellos.
Hasta hace poco, tanto Dios como la Virgen, nos invitaban insistentemente a rezar por los sacerdotes pero ahora basta, hemos dicho demasiadas oraciones por ellos; basta de encuentros, hemos hecho muchos y ni siquiera tenéis que hablar más de ello entre vosotros. Si, por una de esas casualidades, tuvieseis que encontraros con ellos o bien os tuvieran que llamar por teléfono, no prolonguéis el discurso, sea lo que sea que os digan. Jesús ha añadido que no se hable ni siquiera de los parientes que han hecho sufrir. Todos habéis sufrido a causa de los parientes, porque es fácil que en el propio ámbito familiar, haya alguno que piense de diferente manea y lo haya manifestado incluso de manera irrespetuosa.
Me he preguntado: “¿Cómo es que el Señor ha llegado a esta decisión?”
Para nosotros puede ser un alivio, pero hay también otro aspecto sobre el cual hay que reflexionar: Dios ha dado a todos mucho más de lo que habría necesitado para convertirse, así que eso es suficiente, lo hecho, hecho está.
Reflexionad sobre vuestra experiencia personal: el Señor ha dado a cada uno de nosotros mucho más de lo que necesitábamos, las ocasiones de gracia y de conversión han sido muchas, muchísimas. Así pues pasamos a la apoteosis de la responsabilidad y cada uno, ante Dios, tendrá que responder de lo que ha hecho. No podemos olvidar los ciento ochenta y cinco milagros eucarísticos, las numerosas teofanías trinitarias y las manifestaciones de Dios Padre. No podemos olvidar las apariciones de Jesús, de la Madre de la Eucaristía y todas las cartas de Dios que han sido publicadas y leídas en nuestros boletines y en nuestra web. La Virgen nos ha revelado que muchas personas leen las cartas de Dios, más que el número ya visible de accesos en nuestra web; por lo tanto, todos las conocen, porque el Señor llega con medios que ni siquiera podemos imaginar. Ahora, cada uno debe sacar las conclusiones, pero nosotros tenemos necesidad de descansar el alma, el corazón y la mente y por tanto no pensar en cosas desagradables, no dejarse llevar por el miedo, la ansiedad o el nerviosismo. Nuestra alma será orientada solamente hacia pensamientos hermosos, hacia las delicadezas de Dios, hacia su amor. Tenemos que descansar también el cuerpo: el mejor modo es sumergirlo en la serenidad, en la paz y en la alegría. Eh ahí porque Dios se ha revelado una vez más con sorpresa, con asombro: Él nos ama infinitamente y puede dar las mejores indicaciones para la recuperación física y espiritual del hombre, entendido en sus dos componentes: cuerpo y alma.
Yo creo que, para saborear de nuevo la belleza de Dios, tenemos que recordar todo lo que ha ocurrido en este lugar desde el famoso 24 de octubre de 1993 hasta hoy. No os limitéis a escuchar la narración, por otra parte, también sugestiva, de nuestra historia. Leed y conoced bien lo que Dios ha realizado aquí, imprimid bien en vuestra mente los recuerdos de la acción de Dios, porque un mañana, que se acerca cada vez más, seréis llamados a testimoniar estas grandes obras de Dios. Hacedlo con conocimiento de causa, con conciencia, sin incertidumbres ni titubeos; esto no cansa, porque releer ciertas páginas de nuestra historia nos llena verdaderamente de entusiasmo, alegría y paz. Cuando, a veces, estoy triste, voy a releer lo que Dios Padre en Su infinita bondad ha dicho a Marisa y a mí y encuentro la fuerza y paz.