Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 17 septiembre 2006

XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (AÑO B)
I Lectura: Is 50,5-9; Salmo 114; II Lettura: St 2,14-18; Evangelio: Mc 8,27-35

Sabéis que cuando hablo antes de celebrar la santa Misa significa que la situación es muy difícil y crítica. Lo hago para que vosotros mismos podáis rezar, durante la celebración y además, para evitar un peligro enorme aceptando la llamada que viene de Dios, a través de la Madre de la Eucaristía. Esta noche, Jesús mismo ha hablado de ello por primera vez, pidiendo de nuevo a Marisa que ofrezca a Dios sus sufrimientos por una causa tan delicada e importante.

No quiero entrar en el fondo de la situación existente en el mundo musulmán, pero tengo que afirmar que no hay reciprocidad, exigen mezquitas en todas partes y no permiten que se construyan iglesias en sus territorios; quieren difundir su religión y juzgan y torturan a los que difunden el cristianismo o simplemente lo atestiguan. Por este motivo han llegado incluso a matar a sacerdotes que estaban en el lugar solo por dar testimonio del cristianismo con su presencia. Es inútil discutir sobre estos hechos, históricamente sabemos que el Islam se ha difundido con las guerras, gracias a ejércitos preparados y guiados por generales valientes que han destruido varios principados cristianos y los han sustituido con naciones islámicas. Basta pensar que países del norte de África como Túnez, Marruecos, Argelia y Líbano eran regiones caracterizadas por una fuertísima presencia cristiana. Esto lo enseña la historia, es inútil pensar de forma distinta.

En un contexto incandescente como el actual, parece que el ala extremista se está apoderando de la situación de los varios gobiernos o que del algún modo hace sentir su influencia, obligando a los que son moderados u opuestos a ciertas fuerzas de exasperada violencia, a adaptarse para no perder poder, adhesiones y consensos. Yo estoy conmocionado por lo que se ha creado.

Soy el primero en describir la situación real, pero la prudencia es una de las cuatro virtudes cardinales, no se puede echar gasolina al fuego porque sino el fuego arde y es inútil lamentarse después.

No hay que echar gasolina en una situación tan perturbadora como la actual. Yo mismo dije hace 20 años, cuando todavía no habían estallado estas situaciones, que el verdadero peligro para occidente no era la China sino el Islam, porque he estudiado, me he informado y he leído lo presente que está la raíz extremista; van voluntarios al encuentro de la muerte porque están convencidos de que serán premiados; he visto fotografías en las que las madres celebran la muerte de sus hijos, los famosos kamikaces, ofreciendo pastelitos a parientes y amigos.

Esta es la situación, nosotros no podemos cambiarla, pero tenemos que tenerla presente y aunque, objetivamente, el discurso podría ser válido, va contra la prudencia y enciende chispas que podrían estallar en tremendos incendios. Benedicto XVI no fue prudente, esto hay que decirlo, no hay que callar porque sea el Papa. Sus palabras desencadenaron situaciones que no se informaron en los medios de comunicación, periódicos y televisión. Dios ve con ojos profundos y conoce bien la situación que es considerablemente peor de la que se nos describe. Existe un peligro real de atentados y de guerras, parece que no esperen otra cosa, detrás hay gobiernos que arman y alientan, hay un discurso de poder y de riqueza que se refiere a las zonas petrolíferas y zonas particularmente importantes e influyentes, sobre todo en el tablero de ajedrez mundial. El que se equivoca tiene que reconocerlo. Es inútil que Benedicto XVI, por el miedo, que luego lo ha asaltado, no haya dormido esta noche. Dios quiera que al aparecer al mediodía, haga lo que le piden: que se humille para evitar destrucciones, muertes y guerras. Si ama al pueblo, tiene que humillarle por el pueblo. Esto es lo que pide Dios, esto es lo que piden ellos. Ahora hay que rezar con fuerza para que esto ocurra.

El Señor, a nosotros como comunidad, nos ha dado muchas tareas además del triunfo de la Eucaristía, la difusión de la devoción a San José, el redescubrimiento de la figura de Pablo VI, la importancia de la Confesión, los encuentros bíblicos. Todas estas misiones han salido de aquí, donde por otra parte hay una pequeña, sencilla y débil comunidad formada por personas pequeñas y sencillas, no poderosas, no ricas y no cultas. Dios no tiene necesidad de los poderosos, ni de los ricos ni de los cultos, Él tiene infinito poder y riqueza y puede prescindir de todos los sabios, ricos y poderosos de la Tierra. Él nos ha confiado también, como recordaréis, la tarea de escribir a los diversos presidentes y jefes de estado para evitar, en una determinada ocasión, el estallido de otra guerra. Los del Vaticano y del Vicariato se rieron de nosotros y a quienes les pedían explicaciones les daban la siguiente respuesta: “No los escuchéis”. Todas las guerras que se habían predicho ocurrieron y pesan sobre su conciencia, porque podrían haberse evitado si hubieran aceptado la apelación de Dios.

Hoy la situación está todavía difícil, crítica, precaria y más expuesta a peligros enormes. Nosotros rezaremos, Marisa todavía sufrirá, ofrecerá su cuerpo a esta nueva petición de inmolación, aunque, creedme, yo he dicho: “Pero, ¿es posible que siempre tengamos que pagar nosotros? Los otros se equivocan y pagamos nosotros”. No es la primera vez, esperemos que sea la última, pero comprendo el drama de la situación. El solo pensamiento de que niños o ancianos o personas que no tienen nada que ver, tienen que sucumbir porque resultarán heridos o asesinados por estos terroristas suicidas que no escatiman disparos ni ataques, me duele y me irrita profundamente, porque esta situación podría y debería haberse evitado.

Es inútil que en el Vaticano digan que no había intención de ofender, que se lean el discurso y lo interpreten correctamente, el discurso se lee por lo que es, las interpretaciones luego son personales, pero cuando se es responsable y se sabe que sus palabras llegarán hasta los confines del mundo, cuando habla de ciertos argumentos tiene que calibrar las palabras. Si no lo hace es imprudente y por lo tanto no es digno de ejercer el papel que representa o por lo menos es incapaz de hacerlo, o tiene asesores incapaces, pero la responsabilidad, de todos modos, es de alguien.

Bajo el papado de Juan Pablo II no ocurrió nunca nada semejante, al contrario, casi se le consideraba el amigo del mundo islámico; tronó contra las guerras, contra las agresiones del mundo occidental.

He tenido que darle la vuelta a todo lo que había pensado deciros porque lo que he comprendido es dramático y os pido esta colaboración. Me gustaría tener, hoy mismo, el texto del mensaje para volverlo a ver y ponerlo inmediatamente en Internet y deseo que al menos esta vez no reaccionen ofendiéndonos a nosotros ni a Dios mismo.

Aquella carta que escribí a Benedicto XVI el año pasado causó sensación, pero ni siquiera ahora sé con certeza si se la entregaron. A su alrededor hay una cortina de hierro que impide los contactos, es decir, evita que entren o salgan noticias e informaciones, pero si Dios lo ha pedido, Él mismo lo dará a conocer entre los altos prelados e incluso a Benedicto XVI. Frente a esto, espero que realmente pueda inclinar la cabeza y decir lo que su naturaleza puede sentir repulsivo y su oficina percibe indecoroso, por el amor de los pequeños, de los débiles y de los pobres que sufrirían por ello; el amor debe empujarme a pronunciar una palabra incluso si me humilla delante de los demás.

Existe un precedente muy bonito: mi gran Pablo VI supo hablar con humildad y pedir de rodillas la liberación de Aldo Moro a las brigadas rojas. Lo dijo con voz trémula, ya sea porque sufría o porque estaba emocionado. Él era consciente de la situación, pero estaba dispuesto a ponerse de rodillas y a suplicar a los asesinos que tenían prisionero a Aldo Moro, que lo liberaran. Pablo VI era grande, pero en esta situación estuvo grandioso. Esperamos que su ejemplo prevalezca y aliente a quien ocupa su lugar, a hacer lo mismo. Ahora comienza la Santa Misa pero no esperéis la homilía porque no tengo nada más que agregar. Esto era lo más importante que podía deciros.