Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 18 febrero 2007
I Lectura: 1Sam 26,2.7-9.12-13.22-23; Salmo: 102; II Lectura: 1Cor 15,45-49; Evangelio: Lc 6,27-38.
«En aquél tiempo Jesús dijo a sus discípulos: Yo os digo a vosotros que me escucháis: Amad a vuestros enemigos; haced el bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen; orad por los que os calumnian. Al que te abofetea en una mejilla, ofrécele también la otra; a quien te quita el manto, dale también la túnica. Da a quien te pida, y no reclames a quien te roba lo tuyo. Tratad a los hombres como queréis que ellos os traten a vosotros. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis? También los pecadores aman a quienes los aman. Y si hacéis el bien a los que os lo hacen, ¿qué mérito tendréis? Los pecadores también lo hacen. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tendréis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir de ellos otro tanto. Pero vosotros amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar remuneración; así será grande vuestra recompensa y seréis hijos del altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y con los malvados. Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso». «No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; se os dará una buena medida, apretada, rellena, rebosante; porque con la medida con que midáis seréis medidos vosotros». (Lc 6,27-38)
Hoy, para empezar esta homilía, os repito las mismas palabras con las que Jesús abrió un discurso revolucionario: “A vosotros que me escucháis”. Vosotros me estáis escuchando para que os pueda dar una mejor comprensión de la palabra de Dios. He rezado para que en todo lo que diga no haya nada mío, porque cada reflexión, exhortación o explicación naciese de la palabra de Dios. Imaginad las personas que en aquél momento estaban en torno a Cristo. Con este inicio tan solemne, si estaban un poco cansados, soñolientos o distraídos, ciertamente despertaron y prestaron atención a las palabras que el Maestro habría dicho. El inicio es tan imponente y solemne que explica lo que diría después, por esto hay una atención fuertísima. Me gustaría que también vosotros me prestaseis la misma atención, no porque os hable yo, sino porque lo que os digo es extremadamente importante y la importancia deriva de la fuente de la que provienen estas palabras. Jesús se coloca en la historia como el mayor revolucionario, pero no unáis esta expresión que yo atribuyo a Cristo a los demás revolucionarios históricos que habéis conocido, porque hay una gran diferencia. Estos han predicado revoluciones marcadas por la violencia, el abuso, las matanzas y las guerras. Cristo es revolucionario porque cambia completamente el modo de ver, de razonar, de pensar de los hombres de entonces y de los que vendrían después, por esto cada palabra salida de la boca y sobre todo del corazón de Jesús era como una piedra, una roca que tenía que abrirse camino a través de una tremenda incrustación de lugares, pensamientos y reflexiones comunes. Hoy en la sociedad la diversidad empieza a ser aceptada y respetada, cualquiera que sea la diversidad a la que pertenece, pero en la antigüedad, en el período histórico en el que Cristo vivió, lo diverso, quienquiera que fuese era siempre considerado como un enemigo del que guardarse y posiblemente de ser derrotarlo y sometido. También el pueblo judío, depositario de la revelación divina, consideraba a los enemigos, es decir los que no pertenecían al pueblo judío, como personas de las que habría surgido una impureza legal, si estuvieran por alguna razón en contacto con un judío. Quiero subrayar este grito del Señor ya que tiene un poder, una vehemencia que ha estado enraizada en el suelo durante siglos y que ha producido frutos malos y venenosos. De hecho, donde hay opresión y violencia, donde hay confrontación querida y la dialéctica que tiene un vencedor y un vencido, en cualquier nación y en cualquier religión este concepto echa raíces, siempre estamos en situaciones donde algunos sufren. En cambio, Cristo predica una realidad tal que, si es escuchado, el sufrimiento causado por el comportamiento de los hombres no tendría razón de existir.
Jesús dijo: "Ama a tus enemigos", porque en el amor alcanzamos el diálogo, el respeto, la aceptación de la diversidad y la diversidad del otro. El que sigue el camino del Señor y escucha sus mandamientos no declara la guerra a otro. Esto es paz, armonía, serenidad, pero los hombres no lo entendieron antes y tampoco hoy y para darse cuenta de esto es suficiente, de vez en cuando, encender la televisión, leer los periódicos, porque desafortunadamente lo que os digo tiene una cadencia continua e impresionante. “Haced el bien a los que os odian”, el odio es el veneno peor que pueda estar presente en el corazón humano, porque antes de envenenar a aquel contra el que tiro mi veneno, envenena mi existencia, desfigura mi imagen. “Bendecid a los que os maldicen”, incluso en este caso, si nos examinamos a fondo, nos damos cuenta de que en el corazón de cada uno de nosotros está presente la malicia, que es un defecto tremendo porque rompe el diálogo, impide la comprensión, no da lugar ni espacio a la posibilidad de alcanzar entendimientos y objetivos comunes. Empecemos entonces a luchar para extirpar la malicia que hay en cada uno de nosotros y solamente después podremos entendernos mejor. Si todos luchamos juntos para lograr este objetivo, el resultado sería que, habiendo luchado y extirpado en buena parte o completamente la malicia, conseguiríamos comprendernos y hablarnos mejor sin que de repente e impetuosamente surjan barreras, se caven zanjas y entren las incomprensiones. “Rezad por los que os maltratan”; en este caso no existe la llamada resistencia pasiva, sino una reacción a Dios. Esta es una de las expresiones más altas del amor y de la caridad, porque anticipa lo que se dirá inmediatamente después y no debe tomarse literalmente. “Al que te abofetea en una mejilla, ofrécele también la otra; a quien te quita el manto, dale también la túnica”. Estas expresiones no pueden y no tienen que ser tomadas literalmente, porque es una tontería pensar en poner una mejilla después de que la otra ha sido golpeada. Cristo no quiere decir esto, porque si fuese así, tendríamos que poner en práctica también la otra exhortación que dice: “Si tu ojo derecho te escandaliza arráncatelo”, pero yo no sé de nadie que se haya arrancado el ojo y se haya convertido en santo, ni he oído nunca que se han convertido en santos porque se han privado de una mano o de una pierna (“Si tu mano te escandaliza tírala”). En la expresión de Jesús “Al que te abofetea en una mejilla, ofrécele también la otra”, hay una enseñanza altísima y significa que si alguno te ofende, si alguien te hace daño, tienes que librarte del deseo de venganza, del rencor y del resentimiento. Una vez que te deshagas de estos defectos paralizantes y venenosos, podrás hacer una corrección fraterna exacta a tus hermanos. La corrección fraterna es una de las tareas más difíciles de llevar a cabo y cumplir. En un cierto sentido es más fácil ofrecer la mejilla que dar otra bofetada. Llamar la atención del hermano, en cambio, estar a su sombra, tratar de cambiarlo o de no hacerle caer en los mismos errores cuesta mucho más esfuerzo, mucha más fatiga, pero Dios está mucho más agradecido. Por esto reconozco a Cristo como el más grande revolucionario que nunca haya existido. Él ha transformado todos los cánones de la existencia de entonces y de hoy, ha cambiado el estilo de vida pasado y presente, ha reemplazado la lucha, el conflicto, la diversidad y la oposición con unidad, unión y amor. Donde Cristo está presente se logra una comprensión perfecta. En las familias, a veces tiene lugar la pelea o la discusión porque el esposo y la esposa, si no tienen hijos, o el padre y la madre, si los hijos están presentes, no aman como Cristo enseñó. Una familia en la que está presente el amor está unida; una familia donde está ausente el amor va hacia su ruptura y pasa por una serie de etapas sucesivas que conducen a la mortificación y la derrota total, es decir, la separación y el divorcio. Los cantantes laicos de la libertad afirman este efecto como manifestación de la libertad, pero la libertad no puede ignorar al otro, sino respetarlo. Si dos personas se comprometen en amarse entre sí, y no entro en el campo sacramental sino que me quedo en el ámbito del contrato, y uno de los dos fracasa, él es el responsable y culpable de una gran falta de incumplimiento del pacto. Es por eso que solo en el amor que proviene de Dios puede existir la familia y si este concepto estuviera presente, hoy no existiría la necesidad de escribir continuamente páginas de periódicos, realizar servicios de televisión, escuchar opiniones diferentes y contradictorias sobre algunas leyes; con tal propósito, están tratando de elaborar la legislación italiana. Es la victoria del relativismo, de la anarquía, del egoísmo más desenfrenado. La persona que en la sociedad ama es fértil, la que es egoísta es estéril y, en su egoísmo, pretende además que también los demás justifiquen sus acciones y sus comportamientos. “Amad”, es la estrella detrás de la cual todos los hombres tienen que colocarse y, como la estrella que ha conducido a los magos a la gruta de Belén, el amor llevará a los hombres a la realización de sí mismos, de sus intentos, a la realización más amplia y completa de la familia. “Amar” es Cristo que se coloca en medio de nosotros y me gustaría que lo vierais con los ojos del alma, aquí delante de vosotros que dice: “amad y seréis felices, amad y os realizaréis, amad y llegaréis al máximo de la humildad”. Con la ayuda de Dios esto es posible, sin la ayuda de Dios es imposible y dejo ahora a vuestra reflexión, a vuestra meditación estas consideraciones; hacedlas vuestras, pero sobre todo, encarnadlas en vuestras vidas y en vuestra existencia. Sea alabado Jesucristo.