Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 19 marzo 2007

Fiesta de San José
I lectura: 2Sam 7,4-5.12-14.16; Salmo 88; II lectura: Rm 4,13.16-18.22; Evangelio: Mt 1,16.18-21.24

Para nosotros no es una novedad que la virtud característica de S. José sea la humildad; pero para tener la auténtica humildad, la verdadera humildad ante Dios, no la artificialidad con la que a veces se adornan los hombres, es condición indispensable que haya amor. Las otras virtudes probablemente son más fáciles de ejercer que la de la humildad, tanto por lo que respecta al compromiso que requieren como por el esfuerzo necesario para obtenerlas. La castidad, que parece una virtud tan difícil de practicar, a mi modesto entender cede el paso a la humildad, porque la humildad es extremadamente más difícil y exigente. Recuerdo haber leído de un gran predicador que dirigido a una comunidad de monjas, les dijo dejándolas frías: “Sois castas como los ángeles y orgullosas como el demonio”; esta es una confirmación de cuanto os decía. El que logra la virtud de la humildad en su grado más alto posible, está destinado por Dios a ejercer grandes tareas. El humilde José se eleva y se vuelve un gigante. Una vez tuve la dicha de verlo, pero estaba tan emocionado que los particulares, los detalles de su persona se me escaparon y esta mañana he pedido a Dios Padre que me lo dejara ver una segunda vez, para tener la posibilidad de imprimir dentro de mí su imagen. Recuerdo que el Señor me lo mostró grande, alto, un gigante en el verdadero sentido de la palabra, porque Dios conduce a aquel que es humilde, aquél que ha sabido vivir en silencio interior, a alturas inalcanzables. Silencio interior significa alcanzar un dialogo notable con Dios, una actitud de caridad hacia los hermanos. José habló y se manifestó como un personaje grande, enorme, hermoso. En mi corazón ha surgido a veces el deseo de saber dónde se encuentra el cuerpo de S. José; murió en Nazaret, por tanto tiene que encontrarse en aquella zona. ¿Por qué no se ha encontrado nada de este personaje tan grande a los ojos de Dios? Quizás un día será encontrado, probablemente será Dios mismo el que indique el lugar donde está sepultado para que pueda ser exhumado y expuesto a la devoción de los fieles que cada vez son más numerosos. El humilde que se convierte en grande, el pequeño para los hombres que se convierte en gigante


ORACIÓN A SAN JOSÉ

S. José, nosotros te invocamos porque tú eres

el Custodio de la Eucaristía,

el Protector de la Iglesia

y el Patrono del Mundo.

Ayúdanos a amar a nuestras familias

como tú has hecho con la tuya,

para que puedan convertirse en un ejemplo de familia cristiana

fundada en el amor.

Tú, el pequeño para los hombres,

pero el más grande en el Reino de los Cielos,

enséñanos a despojarnos del orgullo y a revestirnos de humildad.

Ilumina con tu ejemplo nuestro camino hacia Dios

y haz que podamos seguir tus huellas

en el camino de la santidad.

Enséñanos a rezar en el silencio del corazón,

en total abandono a la voluntad del Padre,

sobre todo en los momentos en los que estamos más desgarrados

espiritualmente y moralmente.

Danos el silencio interior,

necesario cuando estamos en adoración

ante tu querido Jesús.

Ayúdanos a proteger y a amar la Eucaristía

con el mismo cuidado y devoción

que has tenido hacia el Hijo de Dios.

Extiende tu manto sobre nosotros

como hiciste con Jesús y María en el desierto.

Apóyanos en las dificultades cotidianas y en las enfermedades

para que podamos unir

nuestros pequeños sufrimientos al sacrificio de Cristo.

Anímanos a vivir en pureza y castidad,

ayúdanos a defender con valor la verdad.

Hombre justo y temeroso de Dios,

vela por la Iglesia,

que hoy tiene necesidad de tus oraciones para que renazca

en todos la virtud que has cultivado en tu alma

con la ayuda de María.


La oración, formulada con la cooperación de todos los jóvenes de nuestra comunidad, demuestra y hace resaltar la grandeza de S. José. Constituye un pequeño tratado de teología que tiene como objeto el estudio y la reflexión sobre esta figura, que ahora comenzamos a amar cada vez más y a la que atribuimos maravillosas prerrogativas. Si el título “Custodio de la Eucaristía” hace arrugar probablemente la nariz a algún teólogo, quiere decir que no ha entendido nada. Dado que Jesús en Cuerpo, Sangre y Alma está presente en la Eucaristía, y es el mismo Jesús que José ha cuidado, amado, abrazado, besado, decir Custodio de Jesús y decir Custodio de la Eucaristía no se diferencia en nada. La Virgen es Madre de la Eucaristía porque ha engendrado por virtud del Espíritu Santo al Hijo de Dios, por tanto Madre de Jesús y Madre de la Eucaristía son la misma cosa; vale el mismo razonamiento si se dice Custodio de Jesús, que por eso equivale a decir Custodio de la Eucaristía. Como José vigiló el cuerpo de Jesús, lo protegió del peligro, le dio la comida necesaria con su trabajo, rezó con Él cuando era pequeño, luego un niño, luego un adolescente y luego un hombre joven, por lo que tuvo una relación cariñosa y cercana con el cuerpo físico de Jesús, por lo que también tiene una relación cercana con la Iglesia que es el cuerpo místico. Habiendo cumplido su tarea de proteger el cuerpo físico de Jesús, igualmente ahora protege a la Iglesia, sin embargo, mientras que con respecto a Jesús su tarea fue muy fácil, con respecto a la Iglesia su tarea se vuelve extremadamente difícil. También esta mañana Dios Padre ha repetido: “La Iglesia está viviendo el momento más crítico, más difícil y más dramático de su historia”, por esta razón es justo colocarla bajo la protección, además de la de su cabeza y fundador, que es Jesucristo, también bajo la protección de la Virgen y de San José, Patrono del mundo, este mundo cada vez más descristianizado porque va a la búsqueda del placer, del hedonismo, de la riqueza, de la comodidad y de todos los bienes materiales. El mundo tiene que conservar los valores espirituales, aquellos valores espirituales que José vivió y que tienen que ser infundidos por él en todo el mundo. “Ayúdanos a amar a nuestras familias”, esta familia tan violentamente herida, golpeada por todos lados, además incluso quieren destruir su identidad natural, quieren equiparar a la familia a lo que no es familia, quieren que el amor conyugal sea reemplazado por algo que ciertamente no es amor. Aquél que Dios ha escogido por cabeza para la primera y más grande familia, pueda igualmente proteger al menos aquellas familias que quieren ser protegidas, nuestras familias, que pueda velar por cada miembro porque en los momentos de dificultad sea fuerte y dé auténtico testimonio. La familia está fundada sobre el amor, pero las familias de las que hablan en estos días los periódicos no están fundadas sobre el amor, sino sobre el placer y esto es diferente. “El más pequeño de los hombres pero el más grande en el reino de los cielos”, los hombres juzgan y se equivocan, Dios Juzga y su juicio es recto. Es siempre así: lo que es grande para los hombres es pequeño para Dios, además de inexistente y, viceversa, eso que es pequeño para los hombres para Dios es tan grande que él mismo se para complacido ante las obras maestras creadas por Sus manos y plasmadas por Su Corazón y Su amor. “Ilumina con tu ejemplo nuestro camino hacia Dios”, y su ejemplo puede ser una fuerza motriz. “Haz que podamos seguir tus huellas en el camino de la santidad. Enséñanos a rezar en el silencio del corazón”, y aquí vuelve el concepto de silencio interior. José se había vuelto muy hábil en abstraerse de las realidades exteriores para concentrarse solo, o con su amada esposa, o incluso con Jesús, en un coloquio fervoroso con Dios Padre. También nosotros tenemos que llegar a esto. Alguien todavía dice que se distrae durante la oración, pero porque no es necesaria una concentración, porque no se es capaz de silenciar todas las voces dentro de nosotros para escuchar la única voz capaz de sugerir el bien por hacer y el mal que se debe evitar. “Cuando estamos en adoración ante tu querido Jesús”, habéis leído la vida de la Virgen y recordaréis la hermosa imagen de José que entra en casa del trabajo, va hacia la cuna del pequeño Jesús y se pone de rodillas. Yo ya he dicho y lo corroboro que esta figura excepcional ha sido incluso un ejemplo de un equilibrio moral y psicológico notable. El gran José se inclina en adoración ante un niño débil y lo vivió con tranquilidad y serenidad, no hizo muchas preguntas porque sabía que Jesús era Dios, ante el que deseaba inclinarse, pero también era un niño y, por lo tanto, debía ser atendido, defendido y protegido, como también protegió a la Madre de la Eucaristía. “Extiende tu manto sobre nosotros como hiciste con Jesús y María en el desierto”, esta es una imagen tomada del libro de la Vida de la Virgen, cuando el ghibli, el famoso viento del desierto, atacaba moviendo montañas de arena e impedía respirar. Probad a imaginar la escena; los granitos de arena penetraban por todas partes y José con su cuerpo hacía de escudo a su amada esposa y al pequeño Jesús. “Apóyanos en las dificultades cotidianas y en las enfermedades”, como comunidad realmente necesitamos a San José, somos una comunidad de desastrados y magullados, por lo que, por supuesto, él puede ayudarnos a superar todas nuestras dificultades. Lo digo con una sonrisa para restarle importancia, pero respeto a todos los que tienen problemas de salud y viven en el sufrimiento y, a veces incluso en el miedo. Ofreced al Señor tanto la una como la otra y él os dará, a cambio, mérito y recompensa. “Anímanos a vivir en pureza y castidad”, el bastón es el símbolo de su pureza, el símbolo de su castidad, que floreció justamente porque el que lo había depositado en el templo de Dios ya tenía claro en su corazón la exigencia de consagrarse completamente a Dios. Para consagrarse a Dios tenía que renunciar al legítimo amor humano y sublimarlo llevándolo a alturas maravillosas. S. José ha sido verdaderamente cónyuge y esposo, no porque haya ejercido estas actividades de manera natural, sino porque supo sublimar su vida y su existencia, llevándola a alturas angélicas junto a su esposa. “Justo, temeroso de Dios, vela por la Iglesia”, esto es cuanto yo le pido a él esta tarde: que pueda velar por esta Iglesia, una nave que hace aguas por todas partes; esta Iglesia que se ha convertido en un botín para los hombres rapaces que hunden las manos para saquear su riqueza y poder. La Iglesia tiene que renacer, puede renacer y renacerá. También de esto hoy Dios ha hablado, pero no nos ha revelado cuándo sucederá esto, solo Él lo sabe, creo que ni siquiera la Virgen lo sabe. Nosotros y la Virgen nos encontramos en la misma situación de la Anunciación: la Virgen sabía que se convertiría en Madre pero no sabía cuando, nosotros sabemos que habrá el triunfo, pero no sabemos cuando, por eso estamos en buena compañía. Y si la Virgen sabía que se convertiría en Madre, S. José, dando una vez más ejemplo de humildad, ni siquiera lo sabía. Imaginad lo que pudo haber sentido al ver el embarazo incipiente de la Virgen; sintió un sufrimiento desgarrador, porque una herida lo desgarró pasando de un sentimiento a otro: amor, respeto, la certeza de la santidad de su esposa y la evidencia de los hechos. Yo creo que soportar y vivir estos sufrimientos significa verdaderamente tener una gran unión con Dios. A San José encomiendo de manera particular esta comunidad con todos sus defectos, sus debilidades, sus fragilidades, las personas presentes, las personas ausentes, las personas que estén en Roma, en Italia, en todo el mundo. Él sabrá hoy de manera particular recoger nuestras oraciones, y ya que es su fiesta, Dios sonriendo le dirá: “Sí, José, te lo permito”. Sea alabado Jesucristo.