Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 20 junio 2009
Durante este año y en esta ocasión querría pediros que dejéis de lado mi décimo aniversario de ordenación episcopal, después ya entenderéis el motivo. La fiesta se hará el 29 de junio, pero no tanto a la persona, sino a Dios que lo ha concedido. Creo que habéis leído y que recordáis esta frase: "Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor". Traslademos los primeros treinta y cuatro años de nuestra misión y consideremos los últimos cuatro años y medio: han sido años vividos en el amor más sufrido, en la más total inmolación y sacrificio y con alegría, aunque no siempre visible, y el deseo inalterado de hacer siempre, cualquier cosa que Dios pidiese, Su voluntad. Si vosotros que pertenecéis a la comunidad hubieseis tenido el mismo comportamiento de obediencia con respecto al Obispo, que el Obispo y la Vidente han tenido respecto de Dios, nuestra comunidad habría sido más madura, preparada y dispuesta. No os puedo contar todos los hechos más importantes de estos treinta y ocho años porque no me bastaría un año entero, tanto más cuanto que el conjunto de los volúmenes que cuenta nuestra vida está casi listo para la imprenta; leyéndolos saborearéis la dulzura del amor y del sufrimiento juntos.
Hace pocos días después de la hospitalización de Marisa en el hospital de San Pedro, ocurrido a principios del 2005, el médico jefe, con el cual, entre otras cosas, empezamos una simpática amistad, me dijo estas palabras textuales: "Nosotros hemos hecho todo lo que hemos podido, pero para Marisa ya no hay nada que hacer". Pero en una aparición que hubo a continuación de mi encuentro con el médico, la Virgen dirigiéndose a mí, me dijo: "Estate tranquilo, no morirá en el hospital, procuraremos que vuelva para morir en su casa". Era marzo de 2005. Hubo días en los que nos parecía que iba a expirar de un momento a otro, pero los designios de Dios eran diferentes y desde aquel año, de enero del 2005, para ser más precisos, empezaron los cuatro años y medio más terribles, pero más fructíferos desde el punto de vista espiritual.
A Dios, y esto ya lo he descubierto personalmente en muchas ocasiones, le importa principalmente la salvación de sus hijos; a pesar de no poderlos salvar a todos, porque es imposible, al menos a muchos, a muchísimos, los quería salvar. Una fecha que había sido establecida, una de las tantas establecidas por Dios para la partida de Marisa, era exactamente el 9 de marzo de 2006. Al empezar el día hubo una larga aparición, o mejor una Teofanía y, Dios Padre, dirigiéndose a mí, dijo estas palabras textuales: "Hijo mío, hermano mío - y en ese momento me asombré de que Dios me llamase hermano - dame todavía tiempo para salvar a otras almas y para esto tengo necesidad de los sufrimientos de tu hermana y de tu colaboración e inmolación". Dije que sí a Dios, pero no creía que pasarían tantos años: un 2005 mortificado por el sufrimiento, también el 2006, el 2007, el 2008 y el 2009. Durante nuestras denominadas "vacaciones", en el período estival, algunos de vosotros habéis estado con nosotros durante un tiempo y os habéis dado cuenta de lo terribles que han sido. Noches vividas en el sufrimiento y en el miedo, jornadas difíciles, colaboradoras, que en lugar de ayudar, hacían sufrir, grandes problemas de la Iglesia que recaían en las espaldas del Obispo y de la Vidente. Tengo que reconocer que Marisa pasó de una actitud de alegre aceptación a una actitud de aceptación sufrida. Estaba pegada al sufrimiento hasta el punto de ser celosa de ello, no quería compartirlo con nadie. Cuando a veces le decía: "Permíteme compartir contigo algo", ella me respondía con fuerza: "Es mío, lo tengo que soportar yo y tengo que beber este cáliz", pero en el devenir del tiempo, es lógico que las fuerzas disminuyan, el cansancio aumente, la debilidad física se vuelva impresionante y se siga adelante así. A pesar de todo, hicimos fiestas, y vosotros podéis atestiguar que las hemos hecho tratando de celebrarlas con la máxima solemnidad. No creo que haya faltado nunca a una fiesta, a una cita, aunque en la noche anterior no hubiera pegado ojo. Dolor, sufrimiento cuantas veces pedía a la Virgen: "Pero, ¿este calvario, este Getsemaní, no acaba nunca para nosotros?"; Ella respondía: "Para vosotros el calvario y el Getsemaní, hijos míos, es muy largo". Cuantas veces la Virgen nos ha dicho: "Al veros, queridos hijos, siento una gran pena y compasión por vuestro sufrimiento". Vosotros sabéis algo, pero no todo, sobre los grandes sufrimientos y es lógico que el deseo del Paraíso, para Marisa, se volviera cada vez más imperativo; no podía vivir más, no era capaz, no lo soportaba, por tanto deseaba, y pedía de todas las maneras posibles, en las conversaciones que tenía tanto con Dios Padre, como con Jesús o con la Virgen, que se la llevaran, hasta el punto que se habría contentado con ir al purgatorio con tal de terminar el tremendo sufrimiento que vivía día y noche. Creo que no se nos ha escatimado nada, ni dolores físicos ni enfermedades o problemas físicos de todo género, junto a malicias, calumnias, difamaciones, perversos juicios y palabras ofensivas.
El deseo del Paraíso se volvía cada vez más fuerte. El 18 de mayo de este año fue una de aquellas terribles jornadas en las que parecía por enésima vez que Marisa iba a arrancar el vuelo y los que han estado con nosotros, sobre todo en vacaciones, saben que en aquellos momentos críticos, que ocurrían con una frecuencia sino cotidiana, ciertamente semanal, que si Dios no hubiese intervenido, Marisa habría muerto. El 18 de mayo, durante uno de estos frecuentes y terribles momentos, vino la Virgen y nos dijo: "Mis queridos hijos, el momento ha llegado, pero no será ni hoy ni mañana". No será ni hoy ni mañana, por tanto ni el 18 ni el 19, pero a partir del 20 de mayo cada día será idóneo para la partida. El 18 de mayo, Laura, Luisa y Laura Scuppa, que están aquí presentes, fueron convocadas por mí para preparar, tanto el vestido que Laura confeccionó para Marisa para cuando muera y que luego podréis ver, como para el lienzo fúnebre que cubrirá el lecho en que yacerá. Pensábamos que sería cuestión de días, de horas, pero de días han pasado muchos y cada tanto Jesús añadía algo.
Hagamos un paso atrás; estoy un poco cansado y emocionado, por tanto no consigo mantener aquella lucidez total y completa que tengo normalmente. En los años que van del 2005 hasta este año, todo ha sido preparado para la partida de Marisa: el folleto que utilizaréis para seguir la Misa en el día de su matrimonio místico está preparado, desde hace al menos dos años; daos cuenta de que no he hablado de funeral. Jesús nos ha hecho preparar los cantos, algunos son los cantos que interpretaba la misma Marisa cuando todavía tenía una hermosa voz; nos han dado instrucciones de que este funeral tendrá que ser más solemne que cualquier otra ceremonia, incluso más que las bodas. El vestido, mejor dicho, los dos vestidos, están listos; Jesús ha dicho que Marisa se presentaría en el Paraíso con el mismo vestido, el mismo modelo que llevaría cuando muriera, así que hemos buscado el modelo que nos ha parecido más hermoso y los tejidos que nos han parecido más preciosos, está claro que no queríamos ser avaros o tacaños ante Jesús. Por tanto está preparado el vestido, el folleto de la Misa, está listo el testamento espiritual; pero los días pasaban y Jesús a veces nos decía también cosas que parecían insignificantes, como coser enseguida en el lienzo fúnebre los ángeles que adornarían los lados, porque cuando nos hiciera falta, no podíamos arriesgarnos a que por la emoción o la tristeza, nos descuidáramos de este particular. Escuchamos y hemos vuelto a escuchar los CD's, pero hemos buscado algunos cantos que no se oían bien y los hemos mandado a un laboratorio donde se preocupan de la grabación, hemos trabajado mucho en la búsqueda de los cantos hasta que hemos estado plenamente satisfechos. Por tanto había trabajo, pero vosotros no sabéis nada. Y no creáis que mientras tantos estábamos inmunes de preocupaciones o sufrimientos.
Estos últimos nueve días han sido terribles, yo los he definido como una novena valiosísima. El jueves pasado, vino la Virgen y me dijo uno por uno los nombres de los chicos del grupo de jóvenes. Eran las nueve y media de la noche, a las diez y media ellos estaban aquí para preparar el salón de abajo, la habitación donde Marisa tendrá que ser colocada. Cuando ayer os hablé, es lógico, yo sabía diversas cosas que vosotros no sabíais, sabía que la partida ocurriría en uno de los días de esta novena y de hecho, mañana Marisa volará al Padre. Mañana nuestra hermana por fin dejará de sufrir; ya sé que estáis afectados, pero si queréis a nuestra hermana tenemos que decir: "Y ahora, oh Señor, que tu sierva vaya en paz, en tu paz, según tu promesa". No sé si lo habéis notado, el Señor ha sido delicadísimo; os he dicho que hoy no quiero celebrar mi aniversario, pero nos ha permitido celebrar el cumpleaños de Marisa: de hecho, hoy cumple 77 años y no son pocos, más bien muchos años de sufrimientos y los hemos celebrado en familia, ella estando en la cama y sufriendo y nosotros a su lado. Mañana tendremos una hermana poderosa en el Paraíso, no sabemos la hora en qué sucederá, sólo sabemos que será durante el día. Marisa ha expresado un deseo, creo que vosotros estaréis contentos, porque después de la Misa podréis subir a saludarla. En pequeños grupos podréis hacer también la foto recuerdo, pero lo que pido es que no la toquéis, no la beséis y no le estrechéis ni siquiera la mano, porque sufre dolores terribles. En pequeños grupos tendréis el recuerdo de Marisa vestida con el mismo vestido que se pondrá mañana cuando vuele al Padre. En su bondad me ha pedido que puedan subir también las personas que hoy no están presentes, pero que vendrán mañana, o antes o después de la Misa; os lo ruego, no os hagáis los listos para subir dos veces, sería una grave falta de caridad. No veo el momento de que suceda, pero podéis llamar por teléfono desde esta tarde, pre avisando a quien quiera participar en la celebración del matrimonio místico y comunicar en un segundo momento el día y la hora también a las personas que están fuera de Roma y que forman parte de la comunidad. ¿Creéis que el Obispo no sufre por esto? Sí, pero es más grande la alegría.
Mi hermana ha hecho grandes regalos: con su sufrimiento me ha devuelto la vida que estaba perdiendo a causa de un tumor en el colon; y después esta cruz -el obispo enseña la cruz pectoral- única en su género, originalísima, una cruz donde está todo, donde está la pasión, la muerte, la resurrección y la Misa de cada día, después la podréis ver de cerca. En el brazo vertical ha sido esculpida la uva, una de las materias con las que se hace la Misa y en el brazo horizontal el grano de trigo; la muerte de Cristo se hace actual en el sacrificio de la cruz y bajo la cruz estaba María, porque en cada Misa que celebra el Obispo ordenado por Dios está presente la Virgen. Está también la dedicatoria: 10º aniversario de la ordenación episcopal a mi hermano Obispo, Marisella. Durante toda la vida, tanto mientras esté aquí como cuando vaya a otra parte, yo usaré sólo dos cruces pectorales: una es esta y la otra es la de Jesús dulce Maestro. Aunque tuviese que tener otras cruces, incluso adornadas con diamantes o de perlas, serían todas vendidas y lo recaudado dado a los pobres. Para mí estas dos son más valiosas que cualquier cruz adornada de diamantes o de rubíes o de otras piedras preciosas. El anillo al que estaré más apegado y constituirá una reparación por parte de muchos cuando vendrán a besarlo, incluidos los obispos y cardenales, es este: el de la Madre de la Eucaristía. Los que la han combatido, si quieren continuar en su sitio y ejercer el sacerdocio y el episcopado, tendrán que inclinarse y besar el anillo donde está representada. En principio creo que el último día para la celebración de este matrimonio místico será el martes, pero es un cálculo impreciso porque depende del momento en que Marisa suba al Padre. Dicho esto, querría dejaros con las palabras de consuelo que Jesús ha dirigido a sus apóstoles antes de la pasión: "No os dejo huérfanos". Marisa no nos abandonará, claro, esto lo considero un derecho adquirido, el Obispo gozará más que todos de sus ayudas y beneficios, pero creo que cada uno de vosotros podrá apelar a su generosidad para que se haga mediatriz ante Dios y pueda interceder por vuestras necesidades, empezando por la conversión de vuestros seres queridos.
He empezado diciendo: "Que alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor" y tenemos que sentir esta alegría, tenemos que sentirla. Es normal que los ojos puedan estar inundados de lágrimas, ¿creéis que la Virgen se quedó indiferente cuando murió José? Jesús mismo ante Lázaro ha llorado, pero yo querría que esta santa muerte pueda dar a cada uno de esta comunidad una fuerte sacudida para despertar del sopor espiritual y lanzarnos finalmente y decididamente al camino de la santidad. Los enemigos de Dios, cuando sepan que ha muerto se alegrarán, como se alegraron los jefes del sanedrín cuando supieron que Jesús estaba muerto, pero ¿qué ocurrió en Jerusalén treinta años después? ¿Qué les pasó a estos jefes? ¿Cuál fue su suerte? Así pues, y no lo digo como amenaza, porque a mí no me gusta amenazar, sino recordar y advertir, los enemigos de Dios, los enemigos de la Virgen, los enemigos del Obispo, los enemigos de la Vidente ya pueden empezar a hacer la cuenta atrás, porque saben que los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos. Dios ha tenido una piedad y una compasión infinita, porque Él es infinito, pero recuerdo que hace algunos años Él también dijo: "Al final tendré que decir basta". Eh ahí que ha llegado el basta, Jesús ha mantenido su palabra cuando dijo "Pronto".
Todo, y yo esto no lo he negado nunca, empezará después de la partida de Marisa hacia el Paraíso, no antes. Aquellos que han ironizado, que han bromeado, que se han alejado, que Dios tenga piedad y misericordia de ellos. El perdón, si el arrepentimiento es sincero, se puede dar, pero yo en este lugar no quiero que vuelvan más las personas que lo han manchado sabiendo que lo manchaban. Venir a pedir perdón después es fácil, es cómodo, pero a mí no me importa. Han tenido tiempo de pedir perdón y habrían sido aceptadas hasta hoy, pero desde mañana la situación cambia radicalmente. Yo no deseo el mal a nadie, no soy capaz, deseo que puedan pedir perdón y he rezado por su conversión, pero recordad que para los que han calumniado voluntariamente este lugar, al Obispo y a la Vidente, existe el "ay" de Dios. Pero a nosotros esto no nos importa, lo que nos importa es acompañar a nuestra hermana con la alegría y con la oración y os parecerá una cosa de poca monta, pero desde el momento que hablo de matrimonio, querría que vinierais todos elegantes, bien vestidos como conviene para un matrimonio. Poneros el vestido más bonito, los perfumes más costosos y si tuvieseis que llorar echando a perder el maquillaje, sabed que será hermosísimo, quiere decir que sabéis amar. La basílica tendrá que ser una profusión de flores y ahora Lina comprenderá porque le dije, hace algunos días, que cogiera las flores más bellas y veteadas de azul. Quiero una profusión de flores, quiero una profusión de banderas que podréis levantar y atar a los pilares, porque tienen que recordar no sólo el aspecto triunfal sino también las naciones donde Marisa ha ido en bilocación: es un modo para estar presente. Las guías y el lienzo tendrán que ser celestes, porque son los más hermosos, las vestiduras blancas y las más hermosas. El que venga se preguntará si es un funeral o un matrimonio y vosotros diréis que es un matrimonio místico y tendréis que explicarlo. Y si alguno se escandaliza, será alguien que pertenece a la categoría de los fariseos y se mueve sólo por la envidia y los celos.
Yo, Obispo ordenado por Dios, hago sólo lo que Dios me ha pedido y ordenado. Lo que piensen los hombres, ya lo sabéis, a mí sólo me ha interesado si estaba conforme al pensamiento de Dios, pero si estaba aunque fuera mínimamente deformado, no me interesaba. Una cosa más: las flores que he pedido que traigan serán más que suficientes y por tanto no hagáis coronas, no hagáis cojines que no sirven para nada. El único ornamento floral es lo que he ordenado yo y que ha hecho Laura de manera maravillosa, donde hay también el bouquet de flores del matrimonio, después la planta que forma parte de aquella composición será trasplantada y cuidada. Por lo tanto no traigáis otras flores. Durante la celebración del matrimonio místico, Marisa estará en su ataúd y será descubierta y lo podremos hacer porque no saldremos de este lugar. Pero os digo una cosa que aún no he comprendido ni siquiera yo, Jesús ha dicho a Marisa, y por ahora no sé cómo tiene que ser interpretado: "Tú hablarás también estando en el ataúd". No sé, repito, qué significado dar a estas palaras, pero recordad que la persona que estará más cerca de Dios, una vez que vaya al Paraíso, después de la Virgen y de San José, será Marisa. Espero que creáis lo que os estoy diciendo, porque no he mentido nunca y sabed que en mi vida, por respetar la verdad, lo he pagado bien caro y de persona. Claro, aquí ya no será lo mismo, primero la Vidente, después, cuando Dios quiera, también el Obispo tendrá que ir donde Dios quiere, pero a mí me gustaría dejar una comunidad formada por personas sabias, preparadas, sensibles, equilibradas y listas; no cartuchos a medias, sino personas humildes, dóciles, sensibles y generosas. A propósito de generosidad, Franco está autorizado, si queréis, a recoger vuestras ofrendas que servirán en parte para pagar los considerables gastos y en parte, como de costumbre, serán dados a la beneficencia. ¿He sido claro? Y recordad que ya desde pasado mañana ciertamente podréis invocar a Marisa como os diré, porque Dios ya la ha declarado santa: "Santa Marisa, ruega por nosotros".