Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 21 febrero 2007
Miércoles de Ceniza
I Lectura Gl 2,12-18; Sal 50; II Lectura 2Cor 5,20-6,2; Evangelio Mt 6,1-6.16-18
Hoy, miércoles de ceniza, celebramos el inicio solemne de la Cuaresma. Me he preguntado siempre cómo es que los fieles, empezando por nosotros los eclesiásticos, sacerdotes y obispos, tienen que asumir una actitud triste y casi sufriente. En el Evangelio en cambio está escrito: “Y cuando ayunéis, no estéis tristes como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a los demás que ayunan. En verdad os digo: ya han recibido su recompensa. Tú en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que la gente no vea que ayunas, sino solo tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6, 16-18). Estas son las palabras de Jesús, las palabras de Dios, del Hijo de Dios, en cambio los comportamientos humanos son completamente diferentes. Si vais a las iglesias de Roma o de Italia, veréis que todo está orientado en el sufrimiento y la tristeza, pero esto está completamente equivocado. ¿Tenemos que ser siempre nosotros los pioneros? Sí. Hemos dicho y realizado aquí muchas cosas que ya se han convertido en patrimonio de la Iglesia; hoy todavía no reconocen la paternidad, pero llegará el momento.
Volvamos a hablar sobre la Cuaresma. No sólo hacemos una crítica destructiva, sino también constructiva. Y entonces ¿cómo debe vivirse la Cuaresma? Recordaréis un mensaje de la Virgen, cuando nos contó su viaje al calvario al lado de su Hijo, en la última parte de su existencia terrenal tan cargada de tensión y sufrimiento. La Virgen afirmó: “Yo tenía un rostro sereno” y casi alentó a otros, con su actitud, al aceptar la muerte de su Hijo, porque Él era una causa eficiente de salvación y redención. Si no hubiera existido esa muerte, no habría vida en gracia que yo defino como la vida en Dios, la vida de Dios y la vida para Dios.
La Cuaresma es litúrgicamente definida como un momento fuerte, pero ¿Por qué motivo? ¿Por qué tenemos que flagelarnos y ayunar? El que quiera hacer ayuno lo puede hacer también durante el año. Y entonces ¿por qué fuerte? La Cuaresma es un momento fuerte porque la criatura tiene que tratar, por cuanto le sea posible, de estar más en contacto con Dios. El modo mejor es estar unido a Dios en la Eucaristía bajo varias formas: participando en la S. Misa, haciendo adoración eucarística y tratando de prolongar, por cuanto sea posible, el agradecimiento también después de la S. Misa. Este es el mejor modo de vivir la Cuaresma y así puede ser definida de este modo: “Cuaresma Eucarística”.
Como ya he dicho otras veces, tenemos que crear más ocasiones para estar con Dios, con Jesús Eucaristía: esto significa vivir la Cuaresma, que tiene que ser para nosotros un momento precioso. Tenemos que escuchar y meditar la Palabra de Dios. Es un momento fuerte de entrenamiento espiritual, porque debemos mirar, observar y examinar nuestros defectos en profundidad para tratar de eliminarlos y reemplazarlos con las virtudes opuestas. Se tiene que intensificar el trabajo espiritual para potenciar cualquier virtud que esté dentro de nosotros, así cuando Cristo resucitará, podremos estar a su lado. De hecho, sabéis que cada acción divina tiene la característica de ser actual en todo tiempo, así en el domingo de Pascua también nosotros, junto a la Madre de la Eucaristía podremos estar al lado de Cristo que resucita y presentarle las flores, o sea todas nuestras cualidades positivas, nuestras virtudes. Estas flores las habremos cultivado por Su amor y se las ofrecemos como signo sensible y tangible de que Su redención ha actuado en nosotros.
Y así, para recordar este concepto, entre la noche del Sábado Santo y el amanecer del Domingo de Resurrección, debemos elegir un momento adecuado en el que le presentaremos a Jesús un maravilloso ramo de flores para indicar las virtudes que hemos cultivado durante la Cuaresma. Lo repetiré también en los próximos encuentros: este gesto tendrá que ser hecho también cuando dentro de cien años ya no esté y no estéis vosotros, pero estará Cristo Eucaristía y la Madre de la Eucaristía, como redentor y como corredentora. Su sufrimiento redentor ha traído un cambio radical al mundo y a la sociedad: del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz, del egoísmo al amor.
Esta iniciativa quiero extenderla también a todas las comunidades que se refieran a la Madre de la Eucaristía en todas las partes del mundo. Vosotros no imagináis cuánto está trabajando la Madre de la Eucaristía para darse a conocer y aceptar; fuera de Italia es mucho más amada y seguida. Esto es verdaderamente un triunfo que va de un continente a otro.
La cuaresma, momento fuerte de crecimiento espiritual, lo podemos comparar con aquellos que en el gimnasio se esfuerzan por mejorar el cuerpo, tonificar los músculos y eliminar el exceso de grasa. Mirad, también nosotros debemos tratar de nutrir nuestra vida con más fuerza y más vigor, la cual nos viene tan sólo de Él.
Nosotros no tenemos la fuerza y la capacidad de sostener todos los combates. Desde el miércoles de ceniza empieza por tanto un período propicio a través del cual creceremos en el amor de Dios. Cuando vengáis al altar y yo os ponga las cenizas en vuestra cabeza, pensad que estáis iniciando un período feliz porque encontraréis a Jesucristo, Dios. No debería haber una actitud triste, melancólica o casi preocupada, sino tranquila, diría casi hilarante, porque cada vez que estamos en contacto con Dios debemos alegrarnos. Esto significa apreciar el significado de la Cuaresma, si luego hay dificultades pongámoslas en las manos de Dios y pidámosle a Él que nos ayude a superarlas, esto significa sentir a Dios, como ahora quiere ser llamado, Papá.
¡Ved que hermosa es esta otra iniciativa que viene de lo Alto! Desde hoy ya no podemos dirigirnos a Dios con miedo, con terror o con preocupación, sino con la libertad y la serenidad de los hijos, con la alegría de los niños, que ven a su papá cuando vuelve a casa y van a su encuentro, alargando los brazos. Esto es lo que nosotros tenemos que hacer con respecto a Dios. Todos somos niños según su consideración, no cuentan los años sino la relación y Dios nos viene al encuentro alargando Sus brazos, pero sobre todo abriendo Su corazón. Dios Papá nos estrecha, nos sumerge, nos pone en el interior de su corazón. No os preocupéis, entramos todos, millares de personas porque Él tiene un corazón y un amor infinito y así cada uno puede sentir Su fuerte pálpito de amor y sentirse como hijos protegidos. Si también yo hubiese comprendido antes todo esto, ¡qué distinta habría sido mi vida! Lo he comprendido hoy cuando Dios ha querido; poco a poco Él se ha manifestado y se ha hecho comprender, así tenía que ser para mí, para vosotros y también para todos los que vendrán. Hoy somos un pequeño grupo, pero recordad: vosotros sois la levadura en la Iglesia y para amasar incluso una gran cantidad de harina se necesita poco. Recordad, si queréis, sois la levadura de la Iglesia. Pero cuidado, la levadura puede pudrirse, así que tratemos de mantenerla siempre viva, fértil, siempre lista.
Buena Cuaresma, buen encuentro con Dios, buen encuentro con Jesús Eucaristía. Y ahora empecemos el rito de la imposición de las cenizas.