Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 22 enero 2006
I Lectura: Jon 3,1-5.10; Salmo 24; II Lectura: 1Cor 7, 29-31; Evangelio: Mc 1,14-20
Hoy tenemos que hacer un pequeño estudio para comprender bien la Palabra de Dios y ponerla en nuestro corazón, para que nos empuje a cambiar nuestra existencia. Debemos intentar componer la escritura de manera lógica para que surja un discurso unitario y una catequesis maravillosa. Para comprender bien lo que voy a decir, tenéis que dar a la primera parte del Evangelio de Marcos y a la primera parte de la lectura de Pablo a los Corintios, una colocación histórica y lógica: primero está Cristo, no solo por importancia, autoridad y grandeza, sino porque es nuestro Mesías, el Salvador, el Redentor y luego está Pablo, porque cuando Cristo habla, todavía no se ha cumplido la obra de la salvación. Eh ahí porque os invito a partir, como en el fondo ha hecho también la Madre de la Eucaristía, del fragmento tomado de Marcos.
“Después de ser Juan encarcelado, Jesús fue a Galilea a predicar el evangelio de Dios; y decía: «Se ha cumplido el tiempo y el reino de Dios está cerca. Arrepentíos y creed en el evangelio».
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres». Al instante dejaron las redes y lo siguieron. Fue más adelante, y vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también dentro de la barca, remendando sus redes, y al punto los llamó. Ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron” (Mc 1,14-20).
«Se ha cumplido el tiempo y el reino de Dios está cerca. Arrepentíos y creed en el evangelio». El tiempo cumplido es el tiempo de la espera. De hecho en la visión bíblica hay dos momentos: uno de la espera, que se resume en el Antiguo Testamento y el otro el de la realización, que se encierra en todo el Nuevo Testamento.
Por tanto se ha cumplido el tiempo de espera y el reino de Dios está cerca, o la salvación está a punto de cumplirse. Cristo se ha encarnado, ha empezado la vida pública y ha llamado a los apóstoles, por lo que se está empezando a cumplir la misión de salvación que Le ha confiado el Padre.
Este discurso se refiere al fragmento del Evangelio que se pone antes de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, pero con la pasión, muerte y resurrección de Cristo el cuadro cambia completamente. Ante todo, no sabemos cuánto durará, pero ha empezado el último período de la historia de la salvación, que empieza exactamente con la obra misma de la salvación.
“Esto os digo, hermanos: el tiempo se acorta: Por tanto, los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no llorasen; los que se alegran, como si no se alegrasen; los que compran, como si no poseyesen; los que gozan del mundo, como si no disfrutasen; porque este mundo que contemplamos está para acabar”. (1 Cor 7,29-31).
Pablo usa la expresión: “el tiempo se acorta”, porque una parte ya se ha terminado. No tenéis que deducir que Pablo piensa que ya es inminente el retorno de Cristo para juzgar, sino que en una visión del fin de los tiempos ya nos encontramos yendo hacia el final, que nadie sabe si durará veinte siglos, cuarenta, cincuenta o más, porque sabéis que solo Dios conoce el momento del fin del mundo. Por tanto Pablo no puede ponerse en una situación que pueda verlo ni siquiera en el más mínimo contraste con la enseñanza de Cristo. Además la expresión “el tiempo se acorta” no traduce exactamente la expresión griega que usó Pablo, porque si quisiéramos ser fiscales y precisos el significado exacto es “el tiempo ha dado un giro”, es decir, “El tiempo ha cambiado”. El giro consiste en la realización de la obra de la salvación, por lo que ahora el hombre está en la situación, si quiere, de empezar una relación definitiva con Dios, que empieza en la tierra y se perfeccionará en el Paraíso. Por lo tanto lo que debe ser más importante para el hombre es poner todo su compromiso principal en el objetivo de estar unido a Dios.
Las expresiones que vienen luego las tenéis que tomar como emanaciones y expresiones del entusiasmo del apóstol. Pablo no está en contra del matrimonio, las actividades o los que lloran, pero afirma que ante todo no tenemos que preocuparnos de lo que forma parte del mundo terreno para poder tener la mirada dirigida hacia las últimas realidades. Este es el sentido preciso de todo lo que dice Pablo. Entonces comprenderéis que la invitación de Cristo “Convertíos”, desde un punto de vista literario, tiene el significado de cambiar de mentalidad. El que se adhiere a Cristo tiene que tener la mentalidad de Cristo y, en primer lugar, debe tomar las mismas decisiones que tomó Cristo: amar a Dios y al prójimo.
¡Convertíos! Eh ahí el episodio que se cuenta en el primer pasaje tomado de uno de los profetas menores: Jonás. Estos profetas se llaman menores no porque tengan una importancia menor respecto a los grandes: Isaías, Jeremías, Ezequiel; sino que es una expresión de San Agustín para indicar que los contenidos de sus escritos son más breves que los de los profetas que os acabo de citar.
“De nuevo el Señor dijo a Jonás: «Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad, a predicar lo que yo te diga». Jonás se puso en marcha y se dirigió a Nínive, conforme a la orden del Señor.
Nínive era una ciudad extraordinariamente grande; para recorrerla hacían falta tres días. Jonás entró en la ciudad, caminando durante una jornada y predicando así: «Dentro de cuarenta días Nínive será destruida». Los ninivitas creyeron a Dios y ordenaron un ayuno; se vistieron de saco chicos y grandes.
Al ver Dios lo que hacían y cómo se habían convertido de su mala conducta, tuvo compasión de ellos y no llevó a cabo el mal con el que los había amenazado”. (Jon 3,1-5.10).
Dios llamó a Jonás para que fuera a predicar la conversión a Nínive, por tanto a un pueblo pagano, pero el profeta no está contento, lo rechaza y escapa. Toma un barco, pero es golpeado por una tormenta y es señalado como el responsable de la ira divina que lo provocó, por lo que piensan bien en deshacerse de él arrojándolo al mar. El recuento bíblico narra que Jonás es tragado por un pez, después de tres días es escupido a la orilla y al final se va a Nínive. Esta historia debe entenderse desde el punto de vista del género parabólico, que toma los elementos de la realidad, contrariamente al cuento de hadas que en cambio los toma de la imaginación, por lo que este pez realmente no ha tragado y luego escupido a Jonás, sino el Señor se refiere a un sentido parabólico. No podemos ver milagro donde no hay motivo de que exista, lo que cuenta no es el género literario con el cual se expresan determinadas realidades, sino las realidades mismas. En esta narración las realidades son las de la conversión de esta ciudad, una ciudad pagana, que no había tenido la revelación por parte de Dios, que escucha a un extranjero, Jonás, un judío y, además, todos, a partir del rey se visten con el saco de la penitencia y empiezan a hacer penitencia.
Yo en esto veo la conversión auténtica que luego se extendió cada vez más entre los laicos, mientras veo la conversión de los sacerdotes en la llamada que Jesús hizo a los primeros apóstoles: Simón, Andrés, Santiago y Juan. Me gustaría subrayar que estos apóstoles lo dejaron todo, es decir, seguridades, familia, trabajo, modo de vivir, para ir hacia lo inseguro. No sabían que pasaría siguiendo a Cristo, no sabían cuál sería el cambio de su vida, pero lo aceptaron porque reconocieron que Cristo, indicado anteriormente por Juan como el Cordero de Dios y el Mesías, era efectivamente el Mesías. Entonces se unieron totalmente sin saber lo que el Señor quería. Al ver la conversión de los exponentes de la jerarquía, es decir de los apóstoles que son obispos, me gustaría que se encendiera la esperanza de la conversión de los sacerdotes y de los obispos. Las conversiones de los hombres de la Iglesia son tan importantes que la misma Iglesia el 25 de enero celebra la conversión de San Pablo, es decir de un perseguidor que se convirtió en apóstol, de un entusiasta fariseo y fanático que se convirtió en un predicador de la Palabra de Dios. De todo esto debemos sacar la conclusión de que, en su obra, Dios elige caminos que sabe que son adecuados para las personas a las que se dirige. Entonces esperemos con confianza y tengamos siempre presente que “el reino de Dios está cerca, convertíos y creed en el Evangelio”·
Si los habitantes de Nínive no se hubieran convertido, la ciudad habría sido destruida y esto nos trae a la mente a la Virgen que desde hace tiempo dice que la purificación ya ha empezado. Por desgracia en las iglesias nadie habla de convertirse porque las catástrofes naturales que están ocurriendo son signos de que el Señor se está cansando de nosotros. No lo hacen porque piensan que si dijeran esto la gente tendría miedo. Pero miedo ¿de qué? La Virgen nos ha revelado que con la oración y la conversión de las personas se han evitado muchas catástrofes naturales. Entonces no hace falta esconderse detrás de este falso miedo, sino decirlo, así la vida se volvería más serena, más tranquila y mejor. Dios no quiere nuestro sufrimiento, pero a veces está obligado a suscitar el sufrimiento para hacer reflexionar a las personas. Entonces convertíos y creed en el Evangelio. No me gustaría que fuese un nuevo llamamiento hecho por Cristo que cae en la indiferencia, en la falta de respuesta y no es acogido por los hombres, porque lo que cuenta realmente es que los hombres cambien.
Ahora, como dicen incluso aquellos que tienen la responsabilidad de los asuntos públicos, así no se puede continuar, es un desastre. No hay dos personas de altos cargos, o políticos o religiosos o eclesiásticos, que puedan encontrar un modo compartido para llegar al bien común, cada uno mira su propio bien, no al bien de la sociedad, porque lo que cuenta es la ventaja personal o de su grupo. No es esto lo que Dios quiere, así pues todos tenemos verdaderamente necesidad de convertirnos, de creer en el Evangelio, de creer en la Palabra de Dios.
Para concluir, lo que puedo decir es que, dónde no podemos llegar nosotros, llegue la acción de Dios, una acción de iluminación, de persuasión, de consuelo, de estímulo y de ayuda, para que verdaderamente el hombre pueda volver a Él y reconocer que sin Dios solo hay pobreza y tristeza, mientras que volviendo a Dios el hombre probará verdaderamente aquella alegría que por desgracia ahora se ha perdido.