Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 23 noviembre 2008
I lectura Ez 34,11-12.15-17; Salmo 22; II lectura 1Cor 15,20-26.28; Evangelio Mt 25,31-46
Espero que no me ocupe muchos minutos porque creo que las oraciones que se han dicho delante de Jesús Eucaristía son más que una homilía. Sin embargo, me gustaría profundizar junto a vosotros los conceptos expresados en la lectura de la Palabra de Dios. Las tres lecturas que hemos escuchado tienen una concatenación cronológica y lógica. Cronológica porque los hechos se narran sucesivamente, partiendo del tiempo mesiánico del que habla Ezequiel. El fragmento de este último tiene un sabor y un significado exclusivamente y predominantemente mesiánico. El pastor que va en busca, cura y da el alimento necesario a sus ovejas y que divide las ovejas de las cabras, no puede no ser Cristo el que se ha presentado, y esto lo sabéis, justamente como el Buen Pastor. Lo que Cristo ha realizado durante su vida pública en la Tierra, continúa incansablemente e incesantemente, incluso ahora que ha ascendido al Cielo donde, como Dios, tiene el derecho de recibir la gloria y el honor por parte de todo el Paraíso. Por lo tanto lo que se afirma y confirma una vez más, es el hecho de que Cristo, independientemente de lo que dicen o hacen creer los hombres, y entre éstos de manera particular los que pertenecen a la jerarquía eclesiástica, y todavía actualmente, y lo será hasta el fin de los tiempos, el jefe de la Iglesia y como tal se ocupará de todas sus ovejas. ¿Sabéis cuál es una de las cualidades peculiares del cristianismo? En la relación entre Dios y los hombres, el Señor, incluso favoreciendo la unidad de la pluralidad y de una unidad en la comunidad de bautizados, comunidad única que se reúne entorno a Cristo, se coloca en una posición de extremo respeto en lo que se refiere a cada individuo, que es pensado y amado de manera diferente por Dios, según la diversidad histórica, cultural, social, ambiental y familiar de cada uno. Por tanto Cristo continúa trabajando en su Iglesia sobre cada individuo y en la comunidad entera. Él es el cemento que favorece la unión. Sin Cristo no hay unión, fuera de Cristo hay división y esto nos lo ha confirmado la historia de todas las maneras y en todos los tiempos.
Pasemos ahora a Pablo. Cada palabra, cada frase de Pablo tiene un profundo significado teológico sobre el cual yo trato de abreviar porque este fragmento ya lo he comentado ampliamente cuanto hemos tenido los encuentros bíblicos sobre la Primera Carta de San Pablo a los Corintios. El que estaba presente tendrá ahora una ventaja. Cristo se pone como primicia. El término primicia ¿qué es lo que os hace venir inmediatamente a la mente? La cosecha, la maduración del grano. Las primeras espigas que maduran son idénticas a las que maduran en un momento posterior, las que maduran más tarde. ¿Qué significa esto? Significa que Cristo resucita el primero, como partícipe y miembro de la naturaleza humana, por tanto es el primer Dios-hombre, porque en Él todo se une en una única persona que resucita. Después de Él resucitan los que están unidos a Cristo; Pablo, de hecho, se refiere sólo a los que están unidos a Él. Este es un aspecto peculiar que Pablo ha destacado hablando de la resurrección, pero habla de ello limitadamente refiriéndose a los que son de Cristo, los que no son de Cristo están fuera de su atención, de su predicación y de su catequesis. Para los demás ¿habrá resurrección y cómo será? A Pablo no le compete responder a esta pregunta, él es el apóstol mandado por Dios y tiene que dirigirse exclusivamente a los que van hacia Cristo de manera explícita o de manera implícita, como os expliqué el viernes pasado durante el encuentro bíblico. Pablo quiere comunicarnos el hecho de que Cristo lucha, en la Iglesia y con la Iglesia, contra sus enemigos y que obtendrá ciertamente la victoria. Esta es la verdad aunque los acontecimientos históricos nos hacen ver como a menudo los creyentes están en situación de depender o de ser sometidos a los que no creen, pero la victoria final pertenece a Cristo. Él lucha en la Iglesia, tanto la entendida como comunidad, como en cada individuo, entendido como miembro de la Iglesia, y tendrá que derrotar a continuación a todas las potencias negativas, las que se oponen a Él, y la última en ser derrotada será la muerte. Esto en el sentido que llegará antes de juicio final, la resurrección. También en este contexto es tomado en consideración la resurrección de los justos. De los demás Pablo no habla, pero hablará Cristo en el Evangelio, aunque desde un punto de vista de división y no desde un punto de vista de descripción de lo que serán los que conscientemente y voluntariamente se han opuesto a Cristo. Nosotros sabemos que los que están con Cristo resucitarán y, en la resurrección, tendrán una transfiguración del propio cuerpo hasta llegar al máximo del potencial, de la belleza y de la perfección al que un cuerpo pude llegar. Los demás no le interesan. Sí, es verdad, con posterioridad la literatura ha dicho que serán feos, pérfidos, pero son temas que no tienen una base teológica sino sólo una base fantástica que compete a los artistas, tanto los que pintan, los que cantan o escriben poesías como a los que hacen esculturas. Nosotros queremos, una vez más, centrar la atención sobre los que son buenos y que siguen a Cristo. No nos importan, incluso por lo que se refiere al Evangelio, los que reciben la maldición; nosotros esperamos y nos estamos comprometiendo fatigosamente, con sacrificio y con sufrimiento, para formar parte de los que los que verán al Cristo que dice: "Venid benditos de Mi Padre". Aquí está la confirmación de que la caridad salva al hombre, el egoísmo condena al hombre. La caridad es el amor, incluso vivido fuera del cristianismo, salva a las personas y las lleva al Paraíso. El egoísmo, también por parte de las personas que son cristianas, y además que pertenecen a la jerarquía eclesiástica, las lleva a ser condenadas por toda la eternidad en el sufrimiento de estar lejos de Dios, porque son juzgadas en base a sus acciones. No tenemos que tomar al pie de la letra todo el tema que ha hecho Jesús, sino profundizar y comprender que sólo las personas que saben vivir y expresarse en el amor recibirán, por parte de Dios, el premio final. ¿Entonces? Miramos la historia y vemos cuantos cristianos y, repito, también los miembros de la jerarquía, que no han vivido en el amor, se encontrarán después en una triste situación. Recordemos lo que ha dicho hoy la Virgen: "Se encontrarán en triste situación y tendrán que rendir cuentas a Dios por no haber amado a la Eucaristía". Tú, miembro de la jerarquía, si no amas la Eucaristía y te opones a la Eucaristía y no reconoces los milagros eucarísticos sino que los combates, ¿qué puedes pretender de Dios? Sencillamente una condena. Mirad estas son las consideraciones salidas de la lectura de hoy, estas son las reflexiones que os confío pero, de todos modos, tengamos también presente todo lo que ha sido dicho delante de Jesús Eucaristía durante el momento de la adoración porque todo nos ayuda a vivir, a superar este momento que yo defino tremendo, por los sufrimientos que vivimos, tremendo por las oposiciones que encontramos, tremendo por la soledad en la que ahora estamos, tremendo porque todavía falta el reconocimiento del Obispo ordenado por Dios y de vosotros, miembros de la comunidad. Los miembros de la autoridad eclesiástica todavía tienen que inclinarse, reverentes en adoración, hacia todos los 185 milagros eucarísticos que han ocurrido en el lugar taumatúrgico. A propósito de esto, termino contándoos un episodio. Vino a verme un sacerdote, ex compañero de seminario, al que hablé claramente de varias cosas que el Señor ha dicho y que están publicadas en nuestros libros que recogen las cartas de Dios y acerca de mí mismo y noté que no había plena adhesión. Entonces le dije: "Si quieres te llevo a ver los milagros eucarísticos, algunos milagros eucarísticos, pero solamente si te arrodillas y los adoras. Si quieres estar en pie, no reconocerlo e ir allí como el que va a ver una pieza en un museo, yo no te llevo". "No, no, no, vengo", respondió; se arrodilló, rezamos después de haber abierto del sagrario que tenemos dentro de casa y se derrumbó. Porque ante estos grandes milagros eucarísticos, de los que olido el perfume, fue fácil decir: "Todo lo que te he dicho antes tiene la confirmación en lo que ves ahora. Si yo fuese un liante o si me hubiese inventado lo que te he dicho, Cristo ¿habría hecho lo que ves delante de ti?". Se fue sorprendido, sé que no durmió y que estuvo mal; espero que esto pueda ser también un inicio para pensar de nuevo en ciertos comportamientos que todavía hoy, por interés, por miedo y por conveniencia, están presentes en muchos sacerdotes. Esperemos que muchos se conviertan como Cristo desea que sean sus hijos predilectos. Sea alabado Jesucristo.