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Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 24 octubre 2006

Fiesta de la Madre de la Eucaristía
I lectura Ef 2,12-22; Salmo 84; Evangelio Lc 12,35-38

El 12 de septiembre de 2006, Papa Benedicto XVI pronunció una lectio magistralis en la Universidad de Ratisbona, en la que citando una frase de Manuel II Paleologo suscitó duras reacciones por parte del mundo islámico. El 17 de septiembre siguiente, la Madre de la Eucaristía en la carta de Dios lanzó un afligido llamamiento: “Sabéis que hay mucha tensión entre los musulmanes y el Santo Padre. Nosotros desde el Cielo pedimos que el Santo Padre pida disculpas para que la situación se tranquilice (…) Si uno se ha equivocado, pequeño o grande, sacerdote o Papa, tiene que pedir disculpas.

Esperemos que esto suceda, porque del Cielo vemos que la situación empeora cada vez más (…) Habéis sido informados por los periódicos y por la televisión, pero la situación es todavía peor de cuanto dicen los periodistas. Oídme a mí, María, que os traigo el mensaje de Dios. Rezad, para que el Papa incline la cabeza y pida disculpas. Solo quiero que pida disculpas. Si no las pide, estallará una guerra muy, muy dura para todos”. Benedicto XVI, desafortunadamente no escuchó este llamamiento materno y el 9 de octubre de 2006, cuando fue oficialmente publicado el discurso de Ratisbona, se acompañó de 13 notas para tratar de mitigar el conflicto, pero sin disculparse. Sin embargo, los enfrentamientos y reacciones violentas se produjeron en todo el mundo y varios lugares de culto católicos fueron atacados e incendiados.

En la homilía del 24 de octubre siguiente que publicamos, Mons. Claudio Gatti comenta la carta de Dios del 22 de octubre en la cual la Virgen defiende a sus queridos hijitos por el valor de haber divulgado el llamamiento divino, a pesar de las feroces oposiciones de la autoridad eclesiástica.



Roma, 22 octubre 2006 - hora 22:00

Carta de Dios

Nuestra Señora – Yo, Madre de la Eucaristía, no he hablado nunca mal del Papa, he dicho solamente que tenía que pedir disculpas a los no cristianos.

La vidente, que alguno quiere hundir, no tiene la culpa de nada, repite solo lo que yo digo en nombre de Dios.

¿Por qué los hombres comprenden mal lo que digo y golpean al inocente? ¿Qué hay de malo si yo, la Madre de la Eucaristía, he dicho que el Papa tiene que pedir disculpas a los no cristianos?

¿Es posible que los grandes hombres llamados por Dios entiendan siempre lo que quieren, para herir a mis dos hijitos?

Cada vez que he hecho una advertencia maternal a los hombres de la Iglesia, se han ofendido y han atacado a mis dos hijitos.

Yo, Madre de la Eucaristía, digo que estas maldades tienen que terminar. Invito a mis sacerdotes a seguir adelante en nombre de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Es tan hermoso pedir perdón y perdonarse mutuamente.

Sería hora de pedir perdón también al Obispo Claudio Gatti: le habéis hecho sufrir mucho y continuáis haciéndole sufrir.

Id en paz y acercaos en gracia a Jesús Eucaristía.

La Madre os cubre con su manto materno y os tiene a todos junto a su corazón.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.



El Señor es muy hábil en cambiar programas y también esta tarde lo ha logrado del mejor modo, porque leyendo el Evangelio he tenido una sucesión de reflexiones, que trataré ahora de regalaros.

La palabra de Dios es para todos y puede ser adaptada a realidades y situaciones que pueden también ser diversas entre ellas. Quiero interpretar el Evangelio de hoy de forma estrictamente comunitaria.

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Estén ceñidos vuestro lomos y las lámparas encendidas. Sed como los criados que esperan a su amo de retorno de las bodas para abrirle tan pronto como llegue y llame. ¡Dichosos los criados a quienes el amo encuentra en vela a su llegada! Os aseguro que los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos él mismo. Si llega a medianoche o de madrugada y los encuentra así, ¡dichosos ellos!». (Lc 12, 35-38).

La exhortación de Jesús: “Estén ceñidos vuestro lomos y las lámparas encendidas”, se adapta mucho a nuestra comunidad. De hecho, podríamos responder: “Señor, estamos preparados desde hace tiempo. Tenemos los lomos ceñidos, desde hace tiempo, las lámparas encendidas, desde hace tiempo. Nos encontramos en disposición de esperar a que Tú llegues

Sed como los criados que esperan a su amo de retorno de las bodas para abrirle tan pronto como llegue y llame”. Podríamos replicar: “Señor, te hemos abierto de par en par, desde hace tiempo, ambas puertas, las que dan, una en via delle Benedettine y la otra en via Rosa Gattorno. Ambas son electrónicas para poder abrirlas más rápido... "

Ciertamente hay alguien al otro lado que está sonriendo, porque comparte plenamente mi interpretación. Estamos esperando al Señor; claro, Él está continuamente en medio de nosotros, pero nosotros deseamos desde lo más hondo del corazón Su intervención.

Parece que esta boda no acaba nunca, porque pasa continuamente el tiempo. Incluso en esta expresión: “¡Dichosos los criados a quienes el amo encuentra en vela a su llegada!”, nos encontramos completamente involucrados porque estamos preparados y despiertos; tenemos todo lo necesario para acoger al Señor de la mejor manera, cuando llegue y nos gustaría que esto ocurriese lo más pronto posible. Lamentablemente, por motivos que conocéis bien, esta venida se pospone, como ha dicho también hoy la Madre de la Eucaristía.

Hoy comentaré la carta de Dios del domingo noche (22 octubre 2006). Teniendo presente lo que ha dicho la Virgen hace poco: “Desafortunadamente la situación de la Iglesia es triste, los hombres de la Iglesia no se comportan bien. Cuando les hago advertencias maternales, no se enojan conmigo, que soy la Madre, la Madre de la Eucaristía, sino contra la Vidente y el Obispo. Si digo que un eclesiástico se ha equivocado y trato de corregirlo maternalmente, como hago con vosotros, no lo aceptan y están dispuestos a hablar mal de mis dos hijitos” (Carta de Dios, 24 octubre 2006).

A cada obra o acción realizada por Dios, lamentablemente, las reacciones de los grandes hombres de la Iglesia han sido siempre negativas y nosotros lo hemos pagado sobre nuestra piel. De hecho, la autoridad eclesiástica no pudiendo tomarla directamente con el Señor o con la Virgen, ha dirigido sus críticas, además de calumnias, hacia aquellos que Dios ha escogido para difundir sus mensajes, a saber, el Obispo y la Vidente.

Y cada vez que la Virgen interviene para hacer una corrección materna, caricias maternas, como ella las llama, las reacciones han sido negativas, como en la ocasión del llamamiento divino del pasado septiembre: “Sabéis que hay mucha tensión entre los musulmanes y el Santo Padre. Nosotros desde el Cielo pedimos que el Santo Padre pida disculpas para que la situación se tranquilice de otro modo estallará una guerra muy fuerte y poderosa y muchos inocentes pagarán un duro precio” (De la carta de Dios del 17 septiembre 2006).

Prestad atención: cada vez que la Virgen habla lo hace en nombre de Dios, porque todo parte de Dios. La Madre de la Eucaristía a menudo ha dicho: “Yo soy la cartera de Dios, os refiero lo que Él me ha dicho”; otras veces nos ha confiado que, como Madre, incluso deseando decirnos otra cosa también ella ha tenido que obedecer a Dios Padre.

Deseaba mucho anunciar algo importante, grande, que pudiese ayudar a vuestro Obispo, pero esta es la carta de Dios. Él ha dicho esto, y yo repetiré lo que ha dicho, me comporto como vuestro Obispo, que no cambia ni siquiera una coma de las cartas de Dios que yo traigo. Muchas veces ha dado mensajes muy fuertes y Marisella, ingenuamente, le ha dicho: “No publiques esta frase, Excelencia, porque tendremos reacciones duras por parte de los sacerdotes” y él ha respondido siempre: “Yo publico todo lo que la Virgen dice, no quito ni una coma”. ¿Quién haría esto? ¿Habéis leído alguna vez mensajes tan largos y tan llenos de amor de parte de Dios? Por su fidelidad a Dios, el Obispo es la persona más atacada en toda la Iglesia”. (De la Carta de Dios del 24 octubre 2006).

Es consolador para mí lo que ha dicho nuestra Madre del Cielo; también el Obispo, obedeciendo a Dios, se comporta del mismo modo que la Virgen. Yo no he censurado nunca ni siquiera una palabra de lo que la Madre de la Eucaristía ha dicho, a pesar de saber que ciertos contenidos suscitarían enemistad y susceptibilidad. Lo tenía que publicar y por tanto manifestar lo que Dios dijo. ¿Quién soy yo para censurar a Dios? Soy una criatura y habría pecado de respeto hacia Dios, si hubiese pensado en cambiar, en sustituir incluso uno sola palabra. El discurso de Benedicto XVI en Ratisbona provocó la susceptibilidad y malicia del mundo islámico. Se experimentaron acontecimientos negativos, que no conocéis, contra las iglesias católicas, contra sacerdotes y fieles cuya única culpa es la de ser cristianos. Algunos han sido asesinados y muchos otros golpeados. En nuestra civilizadísima Italia, también nuestro Don Ernesto fue golpeado por unos marroquíes. ¡Todo esto se podía haber evitado! Habría sido suficiente que el que se equivocó dijese: “Me he equivocado, os pido disculpas”, como pidió la Virgen, en la carta del 17 de septiembre pasado.

Pero ¿cómo ha sido acogido esta advertencia materna? ¿Cuál ha sido la reacción de aquél que habría tenido que pedir disculpas y ha conocido esta importante carta de Dios? ¿Y la de los demás? Ha sido completamente negativa.

Lloriquearon, éste es el término exacto, como los niños: “La Virgen no puede decir esto, no puede hablar mal de los sacerdotes”. Y la Virgen, la Madre de la Eucaristía intervino y aclaró: “Yo no he hablado nunca mal del Papa”, esta es una de las acusaciones que nos dirigieron a nosotros, después que fue difundido el mensaje del 17 de septiembre pasado, “He dicho solamente que tenía que pedir disculpas a los no cristianos”. Pero ¿conocen el Evangelio de Mateo, donde se habla de la corrección fraterna? Todos podemos equivocarnos, solo Dios no se equivoca. Solo la Virgen no se equivoca, siendo la llena de gracia. Ella no ha cometido nunca ni siquiera una imperfección; pero todos los demás, incluido mi queridísimo amigo San José, han cometido errores, aunque pequeños o imperfecciones leves. Es la naturaleza humana que comporta el peso de la debilidad. ¿Es una ofensa, por tanto, decir que San José, y vosotros sabéis cuanto amo a San José, es imperfecto? Siento que él asiente con la cabeza diciendo: “es verdad, es verdad”. ¿Por qué no tomamos ejemplo de los santos?

Cuántos Papas se han equivocado a lo largo de los siglos, no conocéis la historia de la Iglesia, si la conocierais os pondrías las manos en la cabeza por cuantos errores han sido cometidos. Entonces ¿estoy hablando mal de los papas del pasado? No.

La grandeza de la redención consiste exactamente en esto: las personas como yo, como vosotros, llenas de imperfecciones, de debilidades pueden convertirse en santos y ser declarados santos por Dios. Sin embargo, si nos miramos dentro, tenemos que reconocer que tenemos tantos aspectos que tienen que ser corregidos. Si la Virgen nos corrige, hace un acto de amor, un acto de fe; dice: “Ánimo hijo mío, te has equivocado, pero puedes cambiar y convertirte en santo”. ¿Esto significa hablar mal? Mirad como se interpretan mal las palabras de Dios.

La vidente que alguno quiere hundir no tiene la culpa de nada, repite solo lo que yo digo en nombre de Dios”, entonces si sois honestos tomadla con Dios. “¿Por qué los hombres comprenden mal lo que digo y golpean al inocente? Porque son cobardes, este es el discurso, son cobardes. “¿Qué hay de malo si yo, la Madre de la Eucaristía, he dicho que el Papa tiene que pedir disculpas a los no cristianos?” habría hecho un favor a todos los cristianos. Si estas disculpas hubieran sido dadas, ¡cuántas lágrimas de menos, cuantos sufrimientos menos habría habido! ¡Cuántas iglesias no habrían sido quemadas, ¡Cuántos fieles no habrían sufrido palizas! “¿Es posible que los grandes hombres llamados por Dios entiendan siempre lo que quieren, para herir a mis dos hijitos?”. Entonces quiere decir que esto son solo pretextos. Son conscientes que estos mensajes son auténticos y vienen de Dios, pero se pasa a los lugares comunes, se repiten las tonterías, elevándose incluso como jueces de Dios. ¡Esto es tremendo! Se golpea al profeta, al que Dios ha llamado para dar a conocer su voluntad. “Cada vez que he hecho una advertencia materna, los hombres de la Iglesia se han ofendido y han atacado a los dos hijitos”. Yo celebro la Santa Misa aquí, agoto mi ministerio por ahora en esta área restringida, pero volviendo a Don Ernesto, a él le han prohibido celebrar la Santa Misa en diversos lugares donde iba, porque difundió el mensaje del 17 de septiembre pasado. “Yo, Madre de la Eucaristía, digo que estas maldades tienen que terminar”, son verdaderas maldades; el que tiene un poco de sensibilidad, si ha hecho sufrir a una persona, incluso involuntariamente, está mal. Pero ¿cómo pueden estos golpear, hacer sufrir y no sentir ningún remordimiento, ningún malestar? Han asesinado la conciencia.

Invito a mis sacerdotes a seguir adelante en nombre de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Es tan hermoso pedir perdón y perdonarse mutuamente”, pero son actos de amor, un amor que pide ser perdonado, el otro amor que es feliz de dar el perdón: dos amores que se encuentran.

¡Si se hiciera esto en las familias, entre cónyuges, entre hermanos, entre parientes, entre amigos, cuantos sufrimientos menos habría! En cambio, siempre nos ponemos a la defensiva luchando unos contra otros. Habría que reconocer los propios errores y pedir perdón al otro, consciente de que en otra ocasión será él el que se equivoque y pida perdón. Te concedo mi perdón porque te amo, me ofreces tu perdón porque me amas. Esto es lo que tenemos que tener siempre presente.”Sería hora de pedir perdón también al Obispo Claudio Gatti”, estas son palabras que vienen de Dios. “Le habéis hecho sufrir mucho y continuáis haciéndole sufrir”, lo habéis oído también hoy, esta tarde, pero, aquí está la Madre que sufre por el mal comportamiento de sus hijos, “Id en paz y acercaos en gracia a Jesús Eucaristía”. Hoy ha repetido esto, porque, por desgracia, se acercan a la Eucaristía y cometen sacrilegios.

La Madre os cubre con su manto materno y os tiene a todos juntos a su corazón.

Mirad, ante el amor de Dios, ante el amor de la Virgen y a su solicitud materna, nosotros, una vez más, tenemos que tomar ejemplo. Cada uno de nosotros tiene alguien a quien perdonar y algún otro a quien tiene que pedir perdón; si estamos con Dios hagámoslo, si somos hijos de Dios hagámoslo, si somos hijos de la Virgen hagámoslo. Si, en cambio, sois hijos y siervos del mal, entonces continuad haciendo lo que de equivocado habéis hecho hasta ahora, pero no es vuestro caso, no me dirijo a vosotros, no hablo de vosotros, porque sé que os esforzáis en hacer todo lo que Dios, la Virgen y el Obispo os están indicando y enseñando.

Sea alabado Jesucristo.