Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 26 marzo 2006
IV Domingo de Cuaresma - Laetare (Año B)
I lectura: 2Cr 36,14-16.19-23, Salmo 136; II lectura: Ef 2, 4-10 Evangelio Jn 3, 2-21
El evangelio de hoy es de Juan y se refiere a un pasaje muy importante que habla del encuentro y la conversación entre Jesús y Nicodemo. En particular, este pasaje describe, de manera precisa y detallada, la situación de la Iglesia y la de los que están en el mundo, al igual que los que no creen en el Hijo de Dios, que rechazan la luz y que viven en oscuridad.
El viernes pasado oísteis que Pablo decía a los Colosenses que Cristo es la cabeza del cuerpo, la cabeza de la Iglesia y escuchasteis la definición según la cual todos los que están bautizados son miembros de la Iglesia. Yo creo, en el respeto de la palabra de Dios, que nosotros debemos añadir que todos los que están bautizados y que tienen la gracia de Dios son miembros de la Iglesia; de hecho, no es suficiente haber recibido el Bautismo y después vivir una vida alejada, o en contraposición con las enseñanzas de Cristo para poder decir que se forma parte de la Iglesia. Incluso si estuvieran en posiciones jerárquicas muy altas, creo que puedo decir, a la luz de la Palabra de Dios, que no forman parte del cuerpo de Cristo si no viven en gracia de Dios. Después de todo es el mismo Jesús el que lo indicó cuando habló de la vid y de sus sarmientos, diciendo que solamente los que están unidos a la vid dan fruto y los que no lo están no tienen vida y por tanto no dan de ningún tipo.
La semejanza en la serpiente de bronce que Moisés elevó en el desierto, por orden de Dios, para curar a los mordidos por serpientes que ya eran los que mandaban en el campamento, es claramente un acercamiento que hace el mismo Jesucristo diciendo que, así como esa serpiente de bronce salvó a los que habían sido mordidos, igualmente el Hijo del Hombre salvaría a todos cuando fuera levantado en la cruz. También esta imagen va contra la mentalidad del tiempo. Sabéis que la cruz era, para la mentalidad judía para la griega y la romana, el suplicio más humillante y era reservada a los esclavos. Los hombres libres, los que tenían cargos importantes, no eran crucificados pero eran asesinados de otra manera y, sin embargo, Dios va en contra de esta mentalidad y reserva la muerte más humillante para su Hijo. En el mismo momento en el que esta muerte humillante se produce por manos de los hombres, que representan los que irán contra la cruz a lo largo de los siglos siguientes, precisamente en aquel momento en el que Cristo es humillado por los hombres, es levantado por el Padre y se convierte en Aquél que salva a través de Su sangre, su Pasión y su muerte.
Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así el Hijo del Hombre debe ser levantado ¿Cuál es la condición esencial para que el hombre pueda ser salvado y, en consecuencia, formar parte del cuerpo de Cristo? ¡Creer en Él! El que no cree en Cristo no puede formar parte de Su cuerpo, sería un contrasentido. El que no acepta, el que no cree en Su existencia, el que no cree en e la Eucaristía, incluidos los milagros eucarísticos, nunca puede formar parte del cuerpo de Cristo, solo el que cree en Él tiene la vida eterna. Hay que creer en Cristo totalmente, no sólo para alzarse ante los maestros y presentarse cargados de títulos y adornados con suntuosos vestidos; todo esto puede servir para avivar la imaginación de la gente sencilla pero ante Dios es inútil. Recordad que Dios no mira el color del vestido que se lleva sino el corazón; si en el corazón no hay amor Dios rechaza de Sí las obras que estos hacen, porque donde no hay amor hay maldad, iniquidad y rechazo de la luz.
¿Qué más podía dar Dios Padre al hombre sino su Hijo hacia el cual tiene un amor eterno e infinito? Aquí está el gran don que Dios le ha dado a la humanidad, este don que sigue presente y realizado en la Eucaristía. Por tanto el que rechaza el don de Dios que es la Eucaristía, rechaza a Dios mismo; el que se pone en contra del don de Dios y no acepta Su don, rechaza a Dios mismo y se pone en contra de Él. Podéis llegar a comprender quien está con Dios y quien está en contra de Él, por la forma en que Dios es aceptado en el ejercicio de Su voluntad infinita y de Su poder infinito. Comprenderéis si están con Dios o contra Él por cómo reconocen o no y aprecian o no todas las grandes obras de Dios. Quien cree en Él no muere y quien no cree lamentablemente muere.
También en el versículo 17, una vez más el Señor va contra la mentalidad del pueblo judío. Los judíos estaban esperando al Mesías y especialmente lo estaban esperando para que pudiera cambiar la situación y así derrotar a los enemigos del pueblo de Dios, en fin, juzgar indignos a estos enemigos y vencerlos. Pues bien, Jesús dice que no es ésta la voluntad de Dios: “Vosotros pensáis en vuestro interés que ésta es la voluntad de Dios, pero la voluntad de Dios es diferente”. Cuantas veces hoy hay este robo, esta usurpación de la voluntad de Dios; algunos dicen: “ésta es la voluntad de Dios”, pero no es así. La voluntad de Dios es que el hombre reconozca Sus obras, y los que afirman que los milagros ocurridos en este lugar taumatúrgico no son obra de Dios, que aquello no es la Sangre de Jesús Eucaristía y que no es Eucaristía se ponen en una situación extremadamente peligrosa. ¿Cuál es el juicio que Dios da frente a estas situaciones? La luz ha venido al mundo pero los hombres prefieren las tinieblas a la luz. Hasta hace poco, cuando hablábamos de los que se oponen a Cristo, pensábamos que se trataba de los que están fuera de la Iglesia; os digo que teníamos razón pero también son sacerdotes, obispos y cardenales. Hoy se os ha pedido otra vez que recéis por su conversión y ésta, según la definición de Santo Tomás de Aquino, es un desprendimiento del mal y un ir... (una vela estalla en el altar, la llama se queda unos instantes en el mantel
que no arde, alguien corre y trata de quitar la vela, pero está caliente y no se puede, entonces se tira al suelo y finalmente se apaga. Es una clara interferencia del diablo, pero queda derrotado. Continúa la Santa Misa y el Obispo continúa la homilía). Pobre tonto, ¿qué puede hacer? Es la segunda vez que ocurre un ataque de este tipo contra mí, pero ¿qué puede hacer este estúpido? Nada. Esto es fruto de la rabia, porque de lo contrario no se explica lo que ha pasado ante vuestros ojos. Claro que si pudiera destruirnos lo haría de buena gana, pero no puede hacer absolutamente nada porque tengo a Jesús Eucaristía conmigo. Es lógico que cada alma que se le quita de su poder sea una derrota que le hace estallar de rabia, resentimiento, rencor porque ve que está yendo hacia el fracaso total. Recordad que el demonio, y uso imágenes y términos que no son adecuados pero lo hago para que podáis comprender, no solo no está satisfecho con todas las almas que ya posee, sino que hacia estas tiene una actitud de desprecio, de desapego, precisamente porque le pertenecen. El demonio tiene una actitud de desafío, de lucha y, en un cierto sentido, paradójicamente, de estima hacia los que están con Dios y se quedan con Él. Por otra parte, también entre los hombres ocurre lo mismo. Personas que ocupan jerarquías muy elevadas, aunque combaten furiosamente a quien obra en nombre de Dios, dentro de sí (y diría incluso con personas que forman parte de su grupo), no puede dejar de manifestar admiración y respeto por el valor, por la perseverancia que estas demuestran. Es diabólica la primera situación, es diabólica la segunda. Todo esto nos tiene que alegrar.
También habéis oído lo que ha dicho hoy la Virgen, que nosotros somos importantes, no tanto y no solo para ella, que es la Madre de la Eucaristía, sino para el mismo Dios. Mirad como de nuevo el juicio de Dios es diferente del juicio de los hombres. Si una persona de alto rango entrara en este momento, vestida de rojo, morado o negro, mirándoos diría quiénes son esas personas y quiénes creen que son. En cambio, mirad el juicio de Dios, Él nunca ha buscado grandes personas en la historia o importantes para hacer y ejecutar Sus obras porque cuánto más imperfecto y débil es el instrumento que ejecuta determinada obra, más se debe admirar la habilidad del artista que utiliza instrumentos poco eficaces para hacer obras maestras. Dios realiza siempre sus obras maestras, pero con instrumentos extremadamente débiles. Miradme a mí: estoy solo y sin nadie. Marisa es una persona enferme y probada por el sufrimiento. Pero lo que estamos haciendo nosotros dos los sabéis y sobre todo lo sabe Dios y también lo ha dicho. Estamos en la luz y estando en la luz hacemos obras de bien; los que no están en la luz hacen el mal y por tanto, al oponerse a Dios, son, espiritualmente hablando, muertos y no pueden hacer absolutamente nada.
Estamos agradecidos a esta intervención diabólica porque nos hace comprender que quien está de parte de Dios vence en el momento en el que Él quiere, vence porque está Dios, vence porque el Señor es Omnipotente y no tiene necesidad de ningún hombre, de ningún poder humano; a Dios le es suficiente su Omnipotencia. Cualquiera que hace el mal odia la luz y no viene a la luz.
“Me vengaré y lo destruiré”: esto es odio diabólico, tenemos que tener el valor de decirlo. No menciono nombres, pero vosotros conocéis perfectamente a estas personas porque habéis seguido todas las situaciones. ¿Por qué no salen a la luz y trabajan en las tinieblas? Recordad cuantas veces la Virgen ha dicho que ellos trabajan ocultamente. Nosotros, en cambio, trabajamos a la luz del sol. Nos han dicho que somos una secta, pero no es verdad, porque lo que hay que decir se dice públicamente, incluso se graba. No sois vosotros solos los que grabáis, también hay otras personas que están equipadas con medios técnicos muy sofisticados para que puedan hacerlo incluso a distancia, como lo están haciendo ahora mismo. Pero yo soy feliz de saludarles y por tanto no me importa.
El que está en las tinieblas obra en las tinieblas, con actitud sospechosa y mirando por encima del hombro. Nosotros no tenemos necesidad, seguimos adelante, todo lo que puede ser dicho yo lo he dicho, he callado solamente lo que el Señor y la Virgen han dicho que no era el momento de decir, pero por lo demás nada se ha silenciado. No somos nosotros los que estamos en las tinieblas, nosotros no somos un grupo fuera de la Iglesia sino que lo son ellos, porque recordad que forman parte de la Iglesia, del cuerpo de Cristo solo los que están en gracia de Dios, los demás no. El que obra con la verdad viene a la luz para que aparezca claramente que sus obras están hechas en Dios. Esta es la alegría que debemos tener. Hemos trabajado, estamos trabajando y continuaremos trabajando en la luz plena de la gracia, unidos estrechamente a Dios. Si los hombres no están unidos a Dios no están ni siquiera unidos a nosotros. Esto es tremendo, pero consolador para nosotros.
Entonces, con humildad, os lo ruego, sigamos adelante con gratitud, con sencillez, sin condenar a nadie porque si Cristo no ha venido para condenar, quién somos nosotros para hacerlo. Cristo ha venido para salvar y notros tratamos de salvar almas, empezando por Marisa que continúa su sufrimiento indecible por las almas que se están convirtiendo. Esta es la gran alegría. Veo a mi hermana atribulada, sufriendo, destruida por el dolor y la alegría es que muchas alamas vuelven a Dios, almas sacerdotales y almas episcopales. Esto es amor por la Iglesia, esta es dedicación por la Iglesia, es inmolación por la Iglesia que nosotros amamos porque es el cuerpo de Cristo. Si amamos a Cristo, si amamos la Eucaristía, no podemos dejar de amar también a la Iglesia y no con palabras, como hacen esos, sino con los hechos, porque los hechos son mucho más elocuentes y significativos que las palabras.
Sea alabado Jesucristo.