Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 26 marzo 2007

ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR
I lectura: Is 7,10-14; 8,10; Salmo 39; II lectura: Heb 10,4-10; Evangelio: Lc 1,26-38

En primer lugar, creo que es correcto, como comunidad, pedir disculpas a Jesús Eucaristía, porque no estaba todo listo y en orden. Es una cosa que no se tiene que repetir más: Jesús no tiene que esperar por el hecho de que las cosas no han sido preparadas. Para mí, creedme, ha sido una profundísima amargura. Por otra parte tiene que estar clara otra cosa: cuando están los ministros extraordinarios de la Eucaristía, es inútil que preguntéis si tienen que llevar las velas los otros; si están los ministros de la Eucaristía, os corresponde a vosotros ministros preocuparos y hacer todo esto. Lo que ha ocurrido hoy es, efectivamente, algo que no tenía que ocurrir. Muchas veces, últimamente, la Virgen no ha hecho otra cosa que repetir: “Despertad de este sueño”. Poned atención a no encerraros en vosotros mismos, no penséis solo en vosotros, no os distraigáis ante Jesús Eucaristía, casi como en una oración estática, y luego no pensáis en nada más, porque éste no es nuestro estilo. El nuestro es un estilo de amor, de respeto y de solicitud, por lo tanto lo que ha ocurrido hoy, aunque a vosotros os parezca una pequeña cosa, en cambio es, según yo, una grave falta de respeto a Jesús Eucaristía que no tiene que repetirse más. No olvidemos que Jesús Eucaristía es Dios, a Él el honor, la Gloria, el respeto, para Él va lo mejor de todo y de todos y hoy no se lo hemos dado. Hecha esta premisa, y no exagero al decir que me ha costado mucho porque me está sangrando el corazón, vayamos a la fiesta de hoy, que me hubiera gustado ardientemente que hubiese ocurrido en un clima más sereno, más distendido, más gozoso, pero por desgracia no es así. Tenemos todavía muchos problemas y sufrimientos, las dificultades oprimen de manera particular sobre dos personas, el Obispo y la vidente y no niego que, a veces, nos sentimos abatidos, postrados bajo el peso de la cruz. Además el mismo Jesús ha caído diversas veces bajo el peso de la cruz, y su trayecto no era muy largo. El nuestro en cambio es verdaderamente largo, excesivamente diría y humanamente también insoportable. Creo poder decir que en las lecturas que acaban de proclamar, un pequeño espacio, un pequeño lugar, nos lo podemos aplicar también nosotros. Son lecturas escogidas de manera apropiada, no habría ni siquiera necesidad de una explicación, porque si las colocáis con un cierto orden lógico tendréis toda la explicación de manera clara y detallada. Empecemos con la gran promesa, la señal que es proclamada por Isaías: “La virgen concebirá y dará a luz un hijo que se llamará Emmanuel” sabéis que los judíos no tenían, respecto a la virginidad, una concepción muy elevada como lo es hoy en la Iglesia, aunque en su interior por desgracia la castidad y la virginidad no están muy bien practicadas. Para los judíos la elección de la virginidad no era definitiva sino un paso de la vida; según la mentalidad judía el culmen de todo bien se alcanzaba en el matrimonio, es decir con la unión conyugal, y el signo de la bendición de Dios era el de tener varios hijos. Por eso este discurso “una virgen concebirá y dará a luz un hijo” ciertamente no ha sido comprendido por los judíos durante siglos, justamente a causa de su mentalidad y de su concepción. Han hecho falta cerca de siete siglos para que se pudiera aclarar este concepto, “una virgen dará a luz”. El fragmento del Evangelio de Lucas empieza exactamente citando al ángel que fue mandado a una virgen, y he ahí que se realiza lo que había sido profetizado siete siglos antes. Hablamos de setecientos años, pero ¿os dais cuenta? Setecientos años para que la palabra de Dios pudiese realizarse en su plenitud. Esta joven, que había hecho de su virginidad una elección definitiva de su vida, de su existencia, yendo incluso en contra de la mentalidad y la idea de su pueblo, se casó y, aunque aún no vivía todavía con su amado esposo, legalmente José y María eran marido y mujer. Pero la condición de María es la de la virginidad y la Virgen quiere permanecer virgen, Ella ha consagrado a Dios su virginidad, tanto es así que, cuando el ángel le hace el anuncio, María ya lo sabía todo; sabía que se convertiría en la Madre del Mesías, sabía que aquél Hijo que había engendrado y dado a luz sería humillado, perseguido, muerto y también resucitaría y ascendería de nuevo a la gloria que le pertenecía en cuanto Dios. Vosotros sabéis que la Virgen ya sabía todo esto y os he explicado también cómo, desde el punto de vista humano, el escuchar al ángel que le dice: “te convertirás en madre” y a la Virgen responderle “yo seré siempre virgen”, parece un contrasentido, sin embargo en la situación de María la virginidad y la maternidad coinciden perfectamente, se sobreponen maravillosamente la una a la otra y la lógica humana es desplazada, la mentalidad humana se queda completamente de lado “¿Cómo será eso?” es la respuesta que la Virgen dirige al ángel para que le dé una respuesta, pero esta respuesta en realidad no está dirigida a Ella, no le hace falta, porque ya sabe cómo se convertirá en madre. No tenemos que olvidar que la Virgen ha tenido un continuo e incesante coloquio con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Ella es la única criatura que ha hablado con su Hijo antes incluso que Él fuese engendrado en el tiempo. Esto es posible porque estamos hablando del Hijo de Dios, por eso aquella pregunta “¿Cómo será eso?, no conozco varón”, sirve para que el ángel pueda dar aquella explicación que los evangelistas, en el caso específico de Lucas, pusieron en el Evangelio y ahora leyéndolo, como lo han leído los que nos han precedido en el tiempo, podemos saber el hecho de que María permaneció virgen y se convirtió en Madre por obra y poder del Espíritu Santo, es decir por una intervención omnipotente de Dios. Cuando el ángel afirma: “el poder descenderá sobre ti” se refiere al poder de Dios porque para Dios todo es posible. Por tanto también este misterio de la virginidad y maternidad de María no se habría comprendido por las personas, por los parientes y por todo el pueblo que vivía en aquél tiempo, por eso ha permanecido sepultado bajo el silencio y bajo la discreción, porque no lo habrían podido comprender. Eh ahí el motivo y la función de José, para que no hubiera problemas y que todo fuese sencillo, que los hombres no encontrasen en el poder y en la obra portentosa de Dios un motivo para rechazar Sus obras, como sucederá tantas veces y como ha ocurrido incluso recientemente. Dios estudió bien lo que tenía que hacer y lo ha realizado de la mejor manera, por tanto María estuvo protegida por esta figura. El pequeño que nació, de hecho, era considerado hijo de José, Cristo mismo ha tratado y respetado siempre a su padre con tal amor y devoción que podéis encontrarlo en el libro de la “Vida de la Virgen”. Por tanto esta es la razón de añadir el gran momento, algo que ocurre con una importancia tal que la creación misma se ve afectada por los beneficios, mientras que los hombres apenas lo notan. Dios se encarna, Dios se convierte en hombre y el ángel, portador de aquél gran anuncio, inmediatamente se arrodilla porque sabe que se encuentra ante el tabernáculo viviente de Dios. Lo hemos dicho siempre: el primer gran tabernáculo, el más precioso que podía acoger a Dios es el seno purísimo de María, el ángel por eso se arrodilla reverente y adora la segunda persona de la Santísima Trinidad. Pero ¿sólo está presente la segunda persona de la Santísima Trinidad? Sabemos que, donde está el Hijo, está presente también el Padre y el Espíritu Santo, por tanto es la Trinidad la que está presente en la pequeña, humilde habitación de María. Todo eso ha ocurrido en el silencio y en el ocultamiento para los hombres; ni siquiera José sabrá lo que ha ocurrido en aquél momento, pero lo sabrá más adelante, cuando verá las señales incipientes de la maternidad. Espero que comprendáis lo que quiero decir, no me es difícil llevaros a reflexionar sobre otras realidades y obras de Dios que han ocurrido en el silencio. Cuantas obras de Dios han ocurrido en el silencio en este lugar y los hombres no se han dado cuenta o peor, cuando se han dado cuenta las han combatido, han tratado de sepultarlas, de destruirlas, han tratado de ensuciarlas; pero el beneficio estaba igualmente allí. Como en el silencio de Nazaret se verifica el portento que ilumina, que da vida y esperanza al mundo, en el silencio y en la humildad de este lugar ha ocurrido algo que ha iluminado a todo el mundo, y refleja en formas maravillosas, multicolores, por lo que los hombres han sentido que Dios está todavía presente en el mundo y en la sociedad. Como los Magos y los pastores han sido llamados por Dios y se dirigieron a la gruta, los hombres han sido llamados por Dios, y no por los hermanos, y fueron dirigidos hacia la Eucaristía. Eh ahí porque al inicio la Virgen quiso que la fiesta de la Madre de la Eucaristía, fiesta tan querida a nuestro corazón, cayese exactamente en este día, por los motivos que os he dicho, porque todo habla de la Eucaristía. El punto más alto lo podemos coger en el Carta a los hebreos: “Es imposible borrar los pecados con la sangre de los animales” es la afirmación de Pablo. Él explica, de hecho, que es posible borrar los pecados con la sangre derramada por aquel cuerpo que se ha formado en el seno de María, por tanto es evidente la unión indisoluble entre el sacrificio de Cristo y la maternidad de María. En los designios de Dios, María es esencial, es indispensable para la celebración del sacrificio de Cristo en la cruz y para la actualización de este sacrificio a lo largo de los siglos, en todas las partes del mundo. Eh ahí porque cuando decimos Eucaristía, tenemos que pensar inmediatamente en la Madre de la Eucaristía. Estas son las palabras de Isaías que Pablo repite en la Carta, “No has querido ni sacrificios, ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo”. Es Dios el que ha preparado un cuerpo, porque este cuerpo se ha realizado por obra del Espíritu Santo; podéis por tanto daros cuenta del modo en el que nos lleva lentamente a la comprensión de los grandes misterios, de las grandes realidades y de las grandes obras divinas. “Yo vengo, oh Dios, para cumplir tu voluntad”, porque la Encarnación es la consecuencia de un acto de la voluntad divina. El hombre, por sí solo, no habría nunca podido purificarse del pecado y de las culpas, hacía falta una acción de Dios, era necesario una intervención de Dios y repito, lo reafirmo, acción y obra de Dios son el resultado de la presencia y de la acción de la Virgen. María que es virgen, María que es mártir, María que es también, al mismo tiempo, virgen y mártir, María que es también Madre del gran mártir. Este es el discurso que tiene que entrar en vuestros corazones y tiene que ser guardado y ser objeto de reflexión. Me gustaría que cada uno de nosotros nos identificáramos con el ángel que se arrodilló en adoración, me gustaría que, en ese ángel, nos viéramos nuevamente cada uno de nosotros, me gustaría que ese ángel fuese el símbolo de toda la humanidad.