Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 26 octubre 2008
He escogido personalmente las lecturas que hoy han sido proclamadas y podréis ver que he hecho una buena elección. La primera lectura es la que probablemente hayáis comprendido menos, hay que explicar, sin embargo, simbologías y metáforas.
"Yo, como una vid, eché sarmientos de gracia, y mis flores dan frutos de gloria y de rectitud.
Yo soy la Madre del Amor Hermoso y del Temor, del Conocimiento y de la Santa Esperanza.
En mí está la gracia para todo Camino y Verdad; en mí toda esperanza de Vida y de Virtud.
Venid a mí los que me deseáis, y saciaos de mis frutos. Porque mi recuerdo es más dulce que la miel, y poseerme más dulce que el panal. Mi recuerdo durará de generación en generación. Los que me coman quedarán aún con hambre, y los que me beban quedarán de mí sedientos. El que me escucha no quedará decepcionado, el que cumple mis preceptos no pecará y el que me glorifique tendrá la vida eterna". (Ecl. 24,17-21).
En primer lugar en la lectura es preciso identificar al sujeto, que es el que dice: "Yo, como una vid". El libro del Eclesiástico exalta la Sabiduría que provine de Dios, por tanto el sujeto en cuestión es la personificación de la Sabiduría. El gran don de Dios de la Sabiduría se concede a los hombres de diferentes maneras, es más abundante en algunos y menos en otros, pero no tiene nada que ver con la inteligencia. La Sabiduría, de hecho, consiste en la capacidad de comprender todo lo que se refiere al misterio de Dios, a la interpretación de Su Palabra hasta el conocimiento de la persona de Dios, todo lo humanamente posible, siendo ésta infinita. Para comprender a Dios, el hombre tiene que ser iluminado por Dios mismo, en esto consiste la Sabiduría, sin ella nosotros, los hombres, podríamos, como máximo, balbucear alguna afirmación genérica y vacía. Este fragmento se refiere a la Sabiduría, pero yo prefiero verla personificada en aquella que ha recibido este don de Dios de la manera más grande, más extendida y más amplia: La Virgen. En nuestras letanías hay una invocación que ya nos es familiar: "Criatura humana dotada de dones sobrenaturales, preternaturales y naturales". La Sabiduría es una de los dones que Dios ha hecho a Su Madre, por tanto si podemos hablar de la personificación de la Sabiduría, con mayor razón podemos referirnos a la Virgen, la que ha recibido este don a un nivel tan elevado que nunca ninguna criatura podrá igualar. Para comprender este fragmento tendríamos que sustituir al sujeto, es decir poner a la Virgen en lugar de la Sabiduría, así cada palabra, cada expresión se puede referir perfectamente a Ella.
La expresión "Yo, como una vid, eché sarmientos de gracia", trae inmediatamente a la mente la imagen de Jesús que durante su predicación se ha presentado como vid: "Yo soy la vid, vosotros sois los sarmientos" (Jn. 15.5). En este contexto podemos afirmar que, a su vez, Jesús es el fruto de la vid, que es María. La Virgen ha podido aplicar a sí misma el concepto de "vid" antes que Jesús. Somos los primeros en afirmar esto con todo el respeto hacia Jesús y seguramente con gran alegría Suya. La expresión "eché sarmientos de gracia", indica que el sarmiento más hermoso de María es Cristo. La gracia infinita es Dios mismo que, encarnándose, ha asumido la naturaleza humana y ha escogido a esta criatura excepcional, excelsa y particular para convertirse en - y cito a Dante - "Hija de tu Hijo".
El fragmento continúa: "Mis flores dan frutos de gloria y de rectitud", las flores son todos los hijos de María, somos también nosotros. En un lenguaje metafórico, cada padre puede decir a su hijo: "Tú eres la flor que he engendrado, que he producido"; nosotros, espiritualmente hablando, somos las flores de María, porque somos sus hijos bajo la cruz en esta misión querida directamente por Dios. Cristo es el Hijo de Dios, él mismo es Dios y la maternidad de María es universal, abarca a todos los hombres de todos los tiempos. La Virgen por tanto, puede decir de sí misma que es Madre del género humano. Estos frutos son buenos, porque estar injertados a María significa estarlo en Cristo mismo y él ha dicho: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo en él, da mucho fruto; porque sin mí no podéis hacer nada" (Jn. 15, 5). Existe, por tanto, una correspondencia completa entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Cuando Jesús se presentó como vid, ciertamente tuvo presente este fragmento del Antiguo Testamento: estas palabras, de hecho, provienen de Dios y Él es Dios. Jesús sabía que lo que había sido anunciado mucho tiempo antes se realizaría de una manera todavía más grande y hermosa en Su Persona y también en todos aquellos que Le habrían escuchado y seguido.
"Yo soy la Madre del Amor Hermoso y del Temor, del Conocimiento y de la Santa Esperanza". Esta frase es maravillosa. María es la Madre de Jesús, el Amor hermoso es Dios y Dios es Amor, pero la Virgen es también la Madre del Temor; eso se refiere a nosotros criaturas humanas, porque no somos perfectas, sino débiles y frágiles, sostenidas por la gracia y el amor que tenemos hacia Dios. El Temor no tiene que ser entendido como terror hacia Dios, sino como respeto, como consideración y finalmente como confianza en él. María es "Madre del Conocimiento y de la Santa Esperanza"; de hecho, Jesús ha revelado a Dios a los hombres y ha permitido conocerlo a través de la predicación. "A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que está en el Padre, nos lo ha dado a conocer" (Jn. 1, 18); por tanto, el término Madre del Conocimiento equivale al de Madre del Verbo, "En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios" (Jn. 1,1). Todo nos ha sido revelado, basta saber interpretar con atención Su Palabra y estar iluminados por Dios. "La Santa Esperanza" es Cristo que, presentándose como Salvador, infunde en nosotros la seguridad de podernos salvar. Sólo los que siguen a Cristo y aceptan Su enseñanza pueden salvarse.
En la expresión "En mí está la gracia para todo Camino y Verdad", encontramos de nuevo una maravillosa correspondencia con el Nuevo Testamento: el ángel Gabriel saluda así a María: "Ave María llena de gracia".
La frase "En mí toda esperanza de vida y virtud" indica que María ha engendrado la Esperanza con la "S" en mayúscula y se la da también a sus hijos. Ella nos enseña que para llegar al Paraíso y convertirse en santos se tiene que seguir a Su Hijo Jesús que se ha presentado como Camino, Verdad y Vida. Ella misma ha dado su cuerpo humano a aquél que se ha presentado como Vida, por tanto, a través de Ella, tenemos la posibilidad de encender la verdadera Vida de Dios en nosotros.
Lo siento por mis queridos niños que están escuchando y que para ellos es difícil seguir y comprender estos conceptos bellísimos, en un segundo momento vuestros padres os los explicarán. Para comprender el versículo siguiente: "Venid a mí los que me deseáis, y saciaos de mis frutos", pensad en el mosaico de nuestra capillita. En esta imagen la Virgen con una mano nos llama hacia sí, como si os dijese: "Venid a mi" y con la otra indica dónde nos acompañará, es decir al lado de su Hijo, Jesús Eucaristía. "Los que me deseáis", cada uno de nosotros desea tener una relación hermosa y maravillosa con una Madre tan excelsa y santa. "Saciaos de mis frutos": el fruto más excelente del que podemos saciarnos es Jesús Eucaristía. Este es el fruto de María. Ella nos da a su Hijo porque es el Pan verdadero bajado del Cielo, el que come Su Carne, el que bebe Su Sangre no morirá nunca.
En la frase siguiente: "Porque mi recuerdo es más dulce que la miel, y poseerme más dulce que el panal" encontramos nuestra oración Jesús, mi dulce Maestro; si el Hijo es dulce, lo será también la Madre. Ser dulce no significa ser melifluo, sino ser agradecido a todos, independientemente de la capacidad individual. La única condición que Dios pide es que Lo recibamos en gracia. Hay quien tiene más gracia, hay quien tiene menos, pero lo importante es que la gracia esté siempre presente en cada uno de nosotros. Un pequeño vaso puede estar lleno como un contenedor mucho más grande; no es relevante la dimensión, sino que el contenedor esté lleno, de hecho Dios concede a cada uno algo diferente.
"Mi recuerdo durará de generación en generación. Los que me coman quedarán aún con hambre, y los que me beban quedarán de mí sedientos"; en el Magnificat recitamos: "Desde ahora me llamarán bienaventurada todas la generaciones" (Lc 1,41), después de varios siglos María se dirigirá a Dios usando las mismas palabras. En este punto es necesario hacer una aclaración sobre la frase: "Los que me coman quedarán aún con hambre, y los que me beban quedarán de mí sedientos", que podría ser interpretada erróneamente como una comida que no sacia y una bebida que no apaga la sed, sin embargo es más bien todo lo contrario. La Madre de la Eucaristía, como ha dicho Jesús, nos ha regalado muchísimas enseñanzas, tan hermosas, apetecibles y deseables que todavía deseamos más. Nos gustaría gozar siempre de la presencia de María que viene en nuestra ayuda y cuando ya no haya más apariciones ninguno de vosotros será feliz. Cuando las apariciones de la Virgen cesen con la muerte de Marisa, nosotros podremos saborear todavía las enseñanzas releyendo las maravillosas cartas de Dios que nos ha traído la Virgen. Esta frase indica la solicitud y el deseo de tener siempre este alimento, porque el paladar lo agradece y es bueno para todo el organismo.
"El que me escucha no quedará decepcionado", justamente hoy se ha repetido exactamente esto en la Carta de Dios: "Dios no decepciona". La Virgen sabía que se convertiría en la Madre del Crucificado, pero también que sería la Madre del Resucitado; Dios ha hecho presente el misterio de la pasión y de la muerte, pero también la realidad de la Resurrección, por lo que María, como Madre, es la primera que no ha quedado decepcionada. De hecho, su hijo, el Hijo de Dios, ha muerto, pero ha vencido a la muerte; ha muerto para derrotar a la muerte espiritual y ha resucitado para que también nosotros podamos resucitar con Él y como Él.
En el último versículo: "El que cumple mis preceptos no pecará y el que me glorifique tendrá la vida eterna", María se presenta como modelo. Si seguimos su ejemplo, no pecaremos porque nos comportaremos exactamente como Ella. Por otro lado afirma: "El que me honra tendrá la vida eterna" o bien "El que me ama tendrá la salvación", porque la salvación es Cristo. Estar con María significa estar con Cristo; no hay división entre los dos, por lo que quien sigue a María, sigue también a Cristo. Los verdaderos y auténticos hijos de María son auténticos hermanos de Jesucristo, unidos en el amor al Padre y en el amor a la Madre.
Todo lo que os he explicado era demasiado importante y con suma sencillez afirmo que todo esto viene de Dios. Alguno hoy, durante la aparición, ha pedido algo hermoso y bueno o de feo y la Virgen ha dicho: "No Marisella, Dios no podrá nunca dar nada feo, pero hermoso sí". Ni siquiera yo pensaba, cuando he oído esta frase, que lo hermoso sería esta homilía. Yo soy, y lo reafirmo con sencillez, un simple micrófono; todo lo que Dios ha sugerido a mi corazón y a mi mente os lo he dado a vosotros: esto es lo hermoso que esperábamos. Por hoy creo que podemos estar contentos de todo esto.
Sea alabado Jesucristo.