Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 28 octubre 2007
Celebración del XIV aniversario del inicio de las apariciones públicas de la Madre de la Eucaristía
Hoy, por primera vez, hablaré empuñando el pastoral, el símbolo de la autoridad episcopal, para que me oigáis hablar de manera más fuerte y más autoritaria de cuanto lo haya hecho hasta ahora. Las lecturas de hoy son particularmente actuales y significativas para nuestra situación y nuestra historia. Quiero haceros partícipes de todo lo que en estos días he meditado en mi corazón y que ahora, aunque de manera sucinta y parcial, quiero daros también a vosotros.
Tened presente la primera lectura tomada de Isaías y el fragmento tomado de Juan. Entre la primera lectura y la del Evangelio hay seiscientos cincuenta años pero, si no lo supierais, podríais pensar que el primer fragmento había sido escrito en las inmediaciones de los hechos que cuenta Juan. Isaías es el gran profeta que, iluminado e inspirado por Dios, ha hablado de manera fuerte y clara del Siervo de Yahveh, que sus escritos son considerados, no sólo por mí, como el quinto Evangelio. Isaías dice exactamente, con siete siglos de anticipación, lo que ha ocurrido luego. Poned ante vosotros estas dos páginas de la Sagrada Escritura, una tomada del Antiguo Testamento, la otra tomada del Nuevo y podréis entender cuál es verdaderamente la voluntad del Padre. Dios no ha apartado a su Hijo del sufrimiento, de la humillación, de la inmolación, pero delante de los hombres ha querido que apareciese así, como nosotros lo conocemos por las páginas del Evangelio.
Tendríamos mucho que decir, pero por ahora detengámonos ante el fragmento tomado de la segunda carta de Pablo a los Corintios. He escogido cada versículo, no están puestos en correlación, pero he hecho una única lectura. Creo que después de esta lectura saldrá fuerte y nítida la figura del gran Pablo. El apóstol de Cristo ha tenido que sufrir y luchar toda la vida para ser aceptado por aquello en que se había convertido por obra de Dios, encontrando resistencias, tanto de parte de los convertidos provenientes del mundo judío, como de los del mundo pagano. Es muy importante notar que entre los que han combatido la misión de Pablo no están los apóstoles, los cuales han comprendido, en la luz de Dios, que él se agregaba al colegio apostólico y se convertía en uno de ellos. Para demostrar esto, el cabeza del colegio apostólico, Pedro, aceptó también la reprimenda que Pablo le hizo por el episodio ocurrido en Antioquía, y si queréis detalles los encontraréis en los Hechos de los Apóstoles.
Pablo es un hombre fuerte y valeroso, la Virgen ha dicho en una de las cartas de Dios de octubre del año pasado que, aunque a veces también era brusco, sin embargo bajo esta coraza, a veces áspera, se escondía un corazón enamorado de Cristo y lleno de amor por las almas. Él era una persona que nunca se ha echado atrás sino que ha defendido la verdad, ha predicado la palabra de Dios encontrándose toda una serie de sufrimientos que él mismo ha enumerado en su carta.
Nosotros, hoy, celebramos el aniversario del inicio de las apariciones de la Madre de la Eucaristía abierta a todos el 24 de octubre de 1993. Desde entonces hasta hoy han pasado catorce años que han cambiado radicalmente la situación y la realidad en el interior de la Iglesia. Aquellos de entre vosotros que tienen los cabellos canosos y alguna arruga de más en el rostro se darán cuenta, con respecto a su propia experiencia, cual era la actitud dominante en la Iglesia antes del 24 de octubre de 1993 referente a la Eucaristía. Había penetrado y serpenteaba, en la doctrina de la Iglesia, la influencia protestante que había reducido el misterio eucarístico a una simple conmemoración. Sin embargo querría precisar, en honor a la verdad y para defender su memoria, que Lutero creía en la presencia real eucarística. No fue él el que hizo caso omiso de tal realidad y la actualización del sacrifico de la cruz en la celebración eucarística, sino que fueron sus discípulos los que, aprovechando el periodo en el que él se vio obligado a refugiarse en un castillo para huir del emperador, radicalizaron y exageraron la predicación de Lutero incluso sobre puntos que él mismo no compartía y uno de estos era exactamente la presencia real de Cristo.
En la Iglesia, por tanto, esta influencia protestante había entrado además en las universidades eclesiásticas donde se enseñaba que la Santa Misa era una conmemoración de un acontecimiento distante de nosotros. A los niños que se preparaban para la primera comunión se les enseñaba, en diversas parroquias, que el pan que recibían era un pan bendito y no el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Cristo. Los sagrarios ya no estaban en el centro de la Iglesias y todavía hoy diversas parroquias se resisten a volver a llevar la Eucaristía al lugar que le corresponde, dejándola en capillas secundarias. Cuando se entra en la Iglesia sabemos que estamos en la casa de Dios, lugar donde se Le debería encontrar y no buscarlo en capillas adyacentes. La adoración eucarística casi había desaparecido del todo, la fe respecto a la presencia real de Cristo en la Eucaristía languidecía, las predicaciones sobre la Eucaristía eran inexistentes. Los que tienen más o menos mi edad, o incluso menos, recordarán cuantas veces han oído hablar de la Eucaristía: pocas o nunca. Ante este cuadro tan negativo, Dios ha intervenido y en estos catorce años la situación en la Iglesia ha cambiado porque Dios ha querido que de aquí empezase el triunfo de la Eucaristía. Hoy todos hablan de la Eucaristía, en la Iglesias se hace adoración eucarística, han aumentado los congresos eucarísticos, se ha celebrado también, robando la iniciativa al que habla, de "el año de la Eucaristía", Juan Pablo II ha escrito una encíclica en estos años titulada exactamente "De Eucaristia". Hemos llegado al absurdo de que los enemigos de la Eucaristía han hablado de ella y cuando lo han hecho, tengo que reconocer, que lo han hecho bien. Todo esto ha ocurrido porque en estos catorce años han habido las apariciones de la Madre de la Eucaristía, los milagros eucarísticos y, hoy añado y aclaro, el Obispo ordenado por Dios, Obispo de la Eucaristía, y la Víctima de la Eucaristía. Esto está claramente afirmado en la carta de Dios del 10 de enero del 2002, cuando la Virgen dice que ya en toda la Iglesia ha ocurrido el milagro de la Eucaristía, y esta difusión y amor ha ocurrido por el valor del Obispo, el sufrimiento de la vidente y por vuestras oraciones. Catorce años que han cambiado completamente la actitud y la realidad dentro de la Iglesia y no han sido los papas, ni los otros obispos ni los cardenales o los sacerdotes. Desde aquí ha salido todo; aquí se ha encendido la lámpara que ahora arde con potencia delante de Dios, una llama de amor y de fe respecto a la Eucaristía. Desde aquí ha salido y se ha difundido por todo el mundo pero cuántos sufrimientos, cuánto padecer, cuánto dolor. Podemos decir, Marisa y yo, que hemos derramado hasta la última gota de sangre, hasta la última lágrima por el triunfo de la Eucaristía. Sí, Dios lo ha dicho, humildemente lo reconocemos, el mérito también es nuestro, sobre todo de Dios, pero también es nuestro. Tengo que reivindicar con autoridad, en nombre de Dios, y eh ahí porque tengo el pastoral en la mano, cómo ha ocurrido dentro de la Iglesia el más grande milagro eucarístico.
Los "super apóstoles" (2Cor 11,5) aquellos que además se creían superiores a los apóstoles, han luchado contra Pablo. El apóstol de las gentes afirma: "Yo no me siento inferior a ellos" (2Cor 12, 11) y yo, Claudio, no me siento inferior a quien ha combatido a Marisa y a mí, a quien nos ha condenado y continúa combatiéndonos. No me siento mínimamente inferior y antes bien tengo que decir que si también predican la Eucaristía, aunque hablen de la Eucaristía, son falsos apóstoles como lo eran sus antepasados. Hoy estos falsos apóstoles que predican y tienen además la desfachatez de llegar, como ha dicho la Virgen, a robar ideas, conceptos y palabras que están expresadas y contenidas en las cartas de Dios y en las homilías del Obispo, son falsos y añado también deshonestos y ladrones, porque deberían tener al menos la honestidad de citar la fuente, cosa que no hacen y que se guardan muy mucho de hacerlo. Esos son obreros fraudulentos y mentirosos que se disfrazan como apóstoles de Cristo, que se esconden detrás de sus cargos, detrás de sus vestidos para imponerse y hacer creer a las personas que son los que no son. Esto no es sorprendente, ya que incluso "el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz", (2Cor 11, 14). El hombre es hijo de Dios o es hijo de Satanás. Si es hijo de Dios reconoce las obras de Dios, si es hijo de Satanás, aunque esté muy elevado en la jerarquía eclesiástica no puede reconocer las obras de Dios, más bien las combate y vive según el estilo de Satanás que es el de engañar a las personas. Estos engañan porque, mientras externamente anuncian algo bonito, a escondidas envenenan y destruyen lo que ellos mismos predican porque si no aman no pueden ir hacia la luz y hacia la verdad. "No es por eso gran cosa si también sus ministros se disfrazan de ministros de justicia" (2 Cor 11, 15), es la apariencia, es el exterior del cáliz, cuando Jesús dijo: "Limpiad el corazón" porque si el corazón está manchado, del corazón manchado salen sólo pensamientos, deseos y acciones sucias, malas y negativas "Pero su fin será según sus obras" (2 Cor 11, 15). Marisa ha tenido visiones referentes a la situación final de estas personas: es tremenda y horrenda, pero vosotros mismos habéis oído a la Virgen hablar de manera particular cuando en una carta dijo: "Dios derroca a los poderosos del trono", lo ha dicho tres veces comunicándonos que caerán uno después del otro como bolos. Ellos afirman que tienen autoridad, que tienen el mandato y son ministros de Cristo. Pablo interroga: "¿Son ministros de Cristo?" (2Cor 11, 23). Oíd lo que viene después: "Voy a decir una locura, yo mucho más que ellos" (2Cor 11, 23); he ahí porque tengo el pastoral en la mano. Muchas veces la Virgen ha dicho que el Obispo ordenado por Dios es el obispo más grande y más importante de toda la Iglesia. Ha llegado el momento de hablar de este modo, siempre he dicho que no quiero ir al Purgatorio ni siquiera por un momento e iría si no dijese la verdad, si omitiese en mis enseñanzas el decir cosas que pueden ser desagradables pero que de todos modos se han de decir, anunciar y proclamar. Pablo dice, y lo pueden decir también el Obispo y la vidente junto a él: "Nosotros mucho más que ellos, ministros de Dios, porque lo hemos demostrado en los trabajos, en las prisiones" (2 Cor 11, 23) es decir en las oposiciones, en los juicios que han dado, en las condenas que han hecho. La Madre de la Eucaristía ha afirmado que hoy no hay ningún obispo en la Iglesia, que sea perseguido y condenado como el Obispo ordenado por Dios. ¿Veis como todo es idéntico a los tiempos de Pablo? Sufrimientos infinitos. Pablo habla de las "Palizas sufridas" (2 Cor 11, 23) y las palizas son también las morales, no se han de entender solamente las físicas: de estas últimas se puede sanar con las medicinas, pero las palizas morales, creedme, permanecen para toda la vida y son heridas que no sanan completamente nunca. "En peligro de vida" (2 Cor 11, 23) y nosotros hemos estado en peligro de vida a menudo. Creo que todos saben que hemos sufrido al menos una docena de atentados y quizás otros que no conocemos. Han tratado de matarme incluso durante la celebración de la Santa Misa: vino una vez un sicario dispuesto a dispararme, pero el arma se le atascó. Pobres ilusos, si Dios no quiere no pueden hacer absolutamente nada. "Incontables viajes con peligros de ríos, peligros de salteadores" (2Cor 11,26) y los salteadores a menudo son también personas con las que hemos tenido lazos de sangre, de amistad, relaciones estrechas. ¡Oh, cuántas personas han venido aquí y ahora continúan conspirando con odio, rencor, rabia y venganza! "Peligros de los paganos, peligros en la ciudad, en el desierto, en el mar, en cualquier parte" (2Cor 11,26). Por donde quiera que fuese Pablo era perseguido por el peligro y esto hay que decirlo: nosotros hemos sido perseguidos además fuera de Roma cuando estábamos de vacaciones por personas que nos espiaban o que esperaban el momento adecuado para eliminarnos. ¿Os asombráis? "Peligros de parte de falsos hermanos, en trabajos y fatigas, en noches sin dormir" (2Cor 11,26-27), cuántas noches en blanco, "En el sufrimiento y en la oración, hambre, sed, frecuentes ayunos, frío y desnudez" (2Cor 11,27), y puedo decir con Pablo: "Y además, mi obsesión diaria: la preocupación por todas las Iglesias" (2Cor 11,28), hemos estado siempre preocupados y hemos sufrido mucho por la situación de la Iglesia. No es agradable saber cuál es la situación real de la Iglesia. Es un sufrimiento que destruye, no una alegría el conocer la traición de tantos Judas que aún hoy se esconden en la jerarquía eclesiástica. Podemos decir que no ha habido día en el que no hayamos invocado a Dios la protección y la ayuda por su Iglesia. Sabemos que la Iglesia no sucumbirá nunca y que las puertas del inferno no prevalecerán contra ella, pero los enemigos la hieren, la saquean, la humillan y a menudo son personas que tienen el pastoral en la mano. "Si hay que presumir", mirad vuelve la concreción de Pablo, "Presumiré de mi debilidad" (2Cor 11,30). Pablo, aquí está haciendo una reflexión muy sencilla: ha fundado Iglesias, ha ordenado obispos, ha predicado por todas partes pero todo ha ocurrido por la gracia de Dios como él tantas veces afirma: "La gracia de Dios en mi no ha sido estéril La gracia de Dios ha trabajado en mí" (1Cor 15,10). Pablo sabe que si no hubiese tenido la ayuda de la gracia de Dios no habría podido hacer nada, del mismo modo yo afirmo que lo que ha hecho el Obispo ordenado por Dios, si no hubiese tenido Su ayuda, habría sido imposible: vivir, obrar, trabajar y sobre todo amar. Podemos decir delante de Dios que en nosotros no ha habido ni siquiera un instante de odio, de rencor y de deseo de venganza, en cambio ha habido emoción, y no puede ser de otro modo, ha habido aflicción, y no puede ser de otro modo, pero puedo confesar delante de Dios que no hemos odiado nunca a aquellos que han pretendido nuestro fin, nuestra destrucción y nuestra muerte. Dios que es Padre del Señor Jesús, Él que es bendecido por los siglos, sabe que no miento y puedo decirlo también yo, no hay ni una sola palabra que os haya dicho que no corresponda a la verdad. Hemos defendido la verdad a costa de humillaciones, de privaciones y de sufrimientos, lo haremos todavía, pero lo que nos da alegría es saber que Dios, la Madre de la Eucaristía y San José están con nosotros y no con los otros y todos vosotros si queréis, también podéis estar con nosotros y no con los otros. Recordad que hoy es un día histórico que será recordado en su plenitud en los años próximos y mientras viváis. Lo tenéis que contar vosotros y cuando ya no estéis, vuestros hijos y después de vuestros hijos, vuestros nietos porque todo lo que ha ocurrido aquí ha ocurrido sólo y exclusivamente por obra, intervención y amor de Dios.