Carta enviada, obedeciendo a Nuestra Señora, el 8 de abril de 2001 por el Obispo Claudio Gatti a los Cardenales y Obispos de Italia y del Vaticano, para defender la Eucaristía y servir a la verdad.
Reverendísimo y queridísimo hermano Obispo,
Le escribo para impedirle que saque conclusiones equivocadas después de haber leído el comunicado oficial de la C.E.I. "acerca del Movimento Impegno e Testimonianza - Madre dell'Eucaristia" firmado por el Card. Ruini y fechado el 12 de enero de 2001.
Nuestra Señora ha anunciado a la vidente Marisa Rossi: "La Eucaristía, sacramento de unión, se convertirá en causa de división" y había dicho precedentemente a los tres pastorcillos de Fátima: "La Iglesia se romperá en dos: de una parte y de otra habrá sacerdotes, obispos y cardenales que se combatirán encarnizadamente".
Por tanto la causa de la futura división de la Iglesia será la Eucaristía que, por algunos eclesiásticos será amada y adorada y por otros negada y combatida.
¿Este es el tercer secreto de Fátima? Ahora no es el momento de hablarlo.
La entera controversia entre el presidente de la C.E.I. y yo, obispo ordenado por Dios, gira en torno al culto que se ha de atribuir a la Eucaristía que ha derramado sangre y a otros numerosos milagros eucarísticos.
Hasta hace poco tiempo esta controversia estaba limitado al Card. Ruini y al abajo firmante, ahora en cambio se ha extendido hasta involucrar a todos los obispos de Italia.
De hecho, después que el Card. Ruini firmara el comunicado como presidente de la C.E.I. y presentara tal documento como "comunicado oficial de la C.E.I.", significa que todos los obispos italianos me han condenado, porque he adorado a la Eucaristía que ha sangrado durante la Santa Misa celebrada por mi y atribuido el debido culto a los otros numerosos milagros eucarísticos.
Me alegro, por otro lado, de tener motivo para pensar que también en mi caso haya ocurrido lo que ha declarado el 7 de marzo de 2001 al Corriere della Sera, Mons. Giuseppe Casale, obispo emérito de Foggia: "Las reuniones de los consejos permanentes y las asambleas de la C.E.I. se resuelven en una profusión-monólogo del Card. Ruini que, como profesor, da su lección, a la cual se hacen solo observaciones de cortesía: no es un debate serio ni siquiera en el cotejo de las opiniones y a menudo, reenviándolo todo al consejo, la asamblea se decapita".
Estoy obligado por tanto, por amor a la verdad y para defender a la Eucaristía, a dirigirme a todos los obispos de Italia para dar mi versión de los hechos, en cuanto que al comunicado oficial de la C.E.I. está lleno de mentiras y manipulación de la verdad.
Yo amo y no temo al poderoso Card. Ruini y se que Dios es Omnipotente e intervendrá en el momento oportuno para demostrar quién está en la verdad.
El Card. Ruini ha definido a Marisa Rossi "presunta vidente". Y bien, después que el C.I.C. prohibiese al juez formular presunciones (can. 1586), yo me pregunto: ¿Cómo ha llegado el susodicho cardenal a definir a Marisa Rossi "presunta vidente" sin haber desarrollado en ella las comprobaciones pedidas, las indagaciones necesarias y los interrogatorios debidos?
Los miembros de la comisión, nombrada por el Card. Vicario, se han encontrado con Marisa Rossi una sola vez y durante el interrogatorio han mostrado: planteamiento agresivo, acritud en las afirmaciones, plagio, calumnia, manipulación, extorsión de afirmaciones y contradicciones, yendo manifiestamente contra el can. 1564.
Por otra parte han ofendido a Marisa Rossi llamándola "herética, endemoniada, sacrílega" y han faltado gravemente a la caridad y al can. 220. Por último, no han levantado ningún acta del interrogatorio como prescribe el can. 1569; por este motivo Mons. Nosiglia, presidente de la comisión, interrogado por mi en presencia de los comisarios, ha declarado nulo este único interrogatorio.
En este punto es lícito preguntarse: ¿Sobre qué apoya el juicio del Card. Ruini sobre Marisa Rossi? Sobre nada, porque nada ha hecho de cuanto ha establecido el C.I.C. y la praxis de la Iglesia.
Por tanto el Card. Ruini ha abusado de su poder.
Afrontemos ahora el delicado argumento de los "supuestos hechos taumatúrgicos ligados con el culto eucarístico"
Cada vez que he comunicado al Vicariato de Roma los eventos milagrosos eucarísticos, el Card. Vicario y sus colaboradores lo han liquidado siempre, sin hacer indagaciones ni interrogatorios, como: efectos de patología religiosa, fenómenos de feria, consecuencia de intervenciones diabólicas.
Diversas veces, personalmente y por escrito, he pedido al Card. Ruini que mandara expertos y exorcistas para evaluar los milagros eucarísticos y siempre me ha dado respuestas negativas, "porque no veía la necesidad".
Yo mismo he llevado al Vicariato una hostia ensangrentada para que la examinaran y Mons. Nosiglia me ha ordenado: "Tira aquel pedazo de pan ensangrentado", orden que no he cumplido por no ir contra mi conciencia y para no incurrir en la excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica (can. 1367).
Yo y muchas personas somos testimonios de muchísimos milagros eucarísticos.
Jesús y la Virgen han transportado al lugar taumatúrgico, así la definido Jesús a nuestra casa, centenares de hostias consagradas o profanadas o sustraídas a la profanación o tomadas de las iglesias, donde la Eucaristía no era amada por los sacerdotes ni por los laicos. Estas hostias, depositadas en el tabernáculo o sobre el altar de la Iglesia y sus flores o imágenes sagradas en casa, han sido dadas en comunión a los que participaban en nuestros encuentros de oración. Todos los que las han recibido están dispuestos a testimoniar que las hostias traídas por Jesús o por la Virgen emanaban un perfume particular o desprendían un agradable calor que se advertía cuando eran introducidas en la boca.
Algunas de las hostias transportadas por Jesús o por la Virgen han sangrado en nuestra presencia. Nosotros conservamos cuatro hostias ensangrentadas y cuya sangre no ha sido sujeta a descomposición. Dos de estas hostias han sangrado más veces en una separación de meses, este hecho es único en la historia de la Iglesia. Además tenemos un corporal y un cojincillo mojado de sangre salida de la hostia transportada por el Sumo y Eterno Sacerdote.
Han ocurrido también milagros eucarísticos de otro género. En presencia de muchas personas una hostia ha salido del costado de un crucifijo, ha pasado a través del cristal de la vitrina, puesta para protección y se ha depositado en las manos de Marisa Rossi.
Varias veces se ha verificado la multiplicación de la Eucaristía en mis manos; con pocas hostias, traídas por la Madre de la Eucaristía, he dado la Santa Comunión a alrededor de doscientas personas.
El Vicariato, frente a los repetidos milagros eucarísticos, sin interrogar nunca a los testigos de estos milagros ni hacer indagaciones, ha reaccionado anegándome de decretos que contenían la orden de abstenerme "de realizar actos de culto eucarísticos y de culto público en general, con ocasión o a consecuencia de presuntas apariciones de hostias" y la amenaza de suspenderme a divinis, si desobedeciera.
El Card. Ruini, a través de Mons. Nosiglia, ha llegado al famoso chantaje: "Si niegas que aquellas hostias, incluso la que ha sangrado, son Eucaristía y que te has engañado y has engañado, porque son obra del demonio, no te suspendemos". Era demasiado, porque si hubiese aceptado, además de incurrir en la excomunión, habría pecado contra el Espíritu Santo, por haber atribuido al demonio lo que es obra de Dios.
He respondido: "Haced lo que queráis. Prefiero ser suspendido a divinis que profanar la Eucaristía".
Por tanto el verdadero motivo por el cual el Card. Ruini me ha suspendido a divinis no es porque haya celebrado la Santa Misa en contra de una orden suya, ya que, desgraciadamente, no ha tenido en cuenta que Cristo me había ordenado que celebrara, sino porque no he cedido a su chantaje.
Jesús ha dicho que la suspensión a divinis "es ilícita, ilegítima y nula" y para demostrar que estaba perfectamente de conformidad frente a la Iglesia y por otros motivos que he expuesto en el libro "Tu eres Obispo ordenado por Dios, Obispo de la Eucaristía", me ha dado la plenitud del sacerdocio.
Cuando el 20 de junio de 1999 el Señor me ordenó obispo, lloré y temblé, porque estaba perfectamente consciente que nueva feroz persecución, por parte de los hombres de la Iglesia, tendría que afrontar.
Yo no quería ser ordenado obispo, pero el Señor no me concedió la facultad de elegir si ser o no obispo, ni me pidió permiso para ordenarme obispo. Cuando Jesús ordenó a Pedro y a los otros apóstoles obispos no les impuso las manos en la cabeza, no recitó ninguna fórmula de consagración, no cumplió con ningún rito, pero manifestó su voluntad y dió una orden: "Haced esto en memoria mía" (Lc. 22,14). También conmigo el Señor se ha comportado del mismo modo, "Te ordeno Obispo, te doy la plenitud del sacerdocio y te doy todos los poderes", así ha dicho Jesús, mientras yo lloraba y sufría.
He dicho sí a Dios y los hombres de la Iglesia me han ensartado.
Sin embargo, Jesús es el Fundador y Cabeza de la Iglesia, es el Sumo y Eterno Sacerdote, porque "tiene un sacerdocio no transitorio" (Hb. 7, 34)
Jesús no es la Cabeza emérita de la Iglesia, como algunos eclesiásticos querrían, no ha abdicado a su papel de cabeza, y sin pedir permiso a ninguno, puede perdonar los pecados, consagrar la Eucaristía y ordenar a los obispos. Dios lo puede todo, a Dios nada le es imposible. El que sostiene que Dios no puede ordenar a un obispo peca gravemente y demuestra ignorar la Sagrada Escritura.
Jesús ha unido la Eucaristía y el sacerdocio, instituyendo los dos sacramentos en la Última Cena.
Jesús ha unido mi episcopado y los milagros eucarísticos, y ha puesto su sello sobre el uno y sobre el otro el día 11 de junio de 2000, fiesta de Pentecostés, cuando ha obrado el último gran milagro eucarístico, en la presencia de más de cien personas.
Había apenas terminado de recitar la fórmula de consagración del pan cuando de la hostia ha comenzado a salir la sangre.
Para mí el tiempo se ha detenido. Estaba inclinado sobre la hostia que estrechaba entre mis manos y me fijaba en la sangre divina que se difundía por buena parte de su superficie. Me he quedado inmóvil por un tiempo que a los presentes les pareció interminable, porque pensaban que me sentía mal, ya que en mi rostro se alternaban una palidez impresionante y una fuerte rojez.
Cuando me he repuesto un poco, he elevado lentamente la hostia. Entre los presentes se ha creado mucha emoción, pero todo se ha desenvuelto en un clima de profundo recogimiento y viva emoción. Mientras bajaba mi hostia manchada de sangre, he visto sobre la patena otras dos hostias grandes que, como dirá más tarde la Madre de la Eucaristía, fueron sustraídas a la profanación y traídas al lugar taumatúrgico, porque "el Obispo, la vidente y los miembros de la comunidad aman muchísimo a la Eucaristía y están dispuestos a dar la vida por defenderla".
Después de haber recitado la fórmula de consagración del vino y hecha la elevación del cáliz, he tomado la patena que contenía la hostia consagrada por mí manchada de sangre y las otras dos hostias sustraídas a la profanación y he pasado a lo largo de los bancos de la iglesia, para que los fieles pudiesen verla de manera cercana, constatar la veracidad del hecho milagroso y percibir el perfume que emanaba de la hostia manchada de sangre, para testimoniar en un futuro el milagro ocurrido.
¿El Señor habría obrado un milagro eucarístico tan grande en mis manos si yo no fuese obispo, y fuese un impostor?
El que niega que la hostia consagrada por mí sea verdadera Eucaristía y afirma que la sangre salida de esta hostia sea efecto de un invento diabólico, peca contra el Espíritu Santo, profana la Eucaristía e incurre en la excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica (can. 1367).
Ya que en el comunicado oficial de la C.E.I., fechado el 12 de enero de 2001 es posterior al milagro eucarístico del 11 de junio de 2000, el Card. Ruini continua hablando de "supuestos hechos taumatúrgicos ligados con el culto eucarístico", yo pregunto al presidente de la C.E.I. si reconoce que la hostia consagrada por mi es verdadera Eucaristía y que la sangre salida de la hostia consagrada es obra de Dios.
Si dice sí, debe reconocer el origen sobrenatural del milagro eucarístico, porque el demonio no tiene poder sobre la Eucaristía, y por consiguiente de todos los precedentes milagros eucarísticos.
Si dice no, profana la Eucaristía, peca contra el Espíritu Santo e incurre en la excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica (can. 1367).
Ahora ya no está en discusión mi persona, sino el misterio eucarístico, del cual los obispos son los custodios.
Ya que el Card. Ruini, según su estilo, no responderá a mi petición, sino que tratará por otros medios reducirme al silencio, es deber de cada obispo pedir explicaciones al presidente de la C.E.I. sobre su comportamiento frente al milagro eucarístico ocurrido durante la Santa Misa celebrada por mi.
Que recuerde lo que ha dicho Cristo: "El que se declarará por mi delante de los hombres, también yo me declararé por él delante de mi Padre que está en el cielo; el que, en cambio, me habrá negado delante de los hombres, también yo lo negaré delante de mi Padre que está en el cielo" (Mt. 10, 32).
Reafirmo mi comunión con el Papa y con los Obispos que aman, adoran y creen en la Eucaristía.
La Madre de la Eucaristía proteja a la Iglesia Italiana.
Cordiales saludos.
Claudio Gatti
Ordenado Obispo Por Dios
Roma, 8 de abril de 2001
Domingo de Ramos