Carta enviada por el padre Claudio Gatti el 24 de octubre de 1998 a todos los sacerdotes de Roma a través de las cabezas de todas las prefecturas de la Diócesis.
A los sacerdotes de Roma.
Copiar a todos los sacerdotes de la Iglesia: Una, Santa, Católica, Apostólica, Romana.
Queridos Hermanos en Cristo y hermanos en el sacerdocio,
Jesús dijo que mi bien conocida carta, dirigida al clero católico de toda la Iglesia, fue rechazada y destruida solamente por algunos sacerdotes que me acusaron de ser un instigador engreído. Por el contrario, muchos sacerdotes, aún cuando se comportan como Nicodemo y José de Arimatea por temor a comprometerse, guardan la carta "sólo como una reliquia...".
Muchas veces el Señor reveló también que muchos de ustedes creen en el origen sobrenatural de las apariciones Marianas y de los milagros Eucarísticos, pero dado que ustedes temen que si muestran su aceptación, podrían perder su posición y poder, se comportan como si no creyesen en ellos
Durante una reunión con Monseñor Nosiglia dije: "Sabemos muchas cosas más de lo que pueden imaginarse" y esto no fue por jactancia, sino porque queremos ayudar a quienes les gustaría cambiar su actitud respecto a las grandes intervenciones de Dios en el prodigioso lugar.
El Señor nos revela sólo lo que debemos conocer, para darnos la oportunidad de defendernos de los ataques preparados en reuniones furtivas y para resistir la persecución que ha sido organizada por algunas personas de alto rango en la Iglesia que nunca aparecen, pero sobre todo para permitirnos vivir con serenidad y confianza en ese momento en que la Iglesia será conmocionada por peleas fratricidas. Al final, a través del triunfo de la Eucaristía la Iglesia será renovada y restaurada a una belleza maravillosa y a una fortaleza incomparable, porque el Gran Sacramento del amor y la unión producirá una acción tan poderosa que primero reunirá a las Iglesias Cristianas separadas con la Iglesia Católica y luego propiciará que todas las demás religiones sean reunidas con la única y verdadera religión, la Católica.
El tercer Milenio, que será intensamente eucarístico, está por inaugurarse: el hombre no puede destruir los planes de Dios aún cuando a veces tenga la presunción de ser capaz de hacerlo.
Jesús afirmó que la autoridad eclesiástica:
a) Trató de ponerme contra Él y de ultrajar mi conciencia, pero sin haber logrado su propósito;
b) Me chantajeó: 1) Porque amenazó con la suspensión de ejercer los oficios divinos, cuando me ordenó que no se adorase más la Eucaristía, traída por Jesús, por Nuestra Señora, por los Ángeles y los Santos, sin haber efectuado previamente un análisis serio de los eventos sobrenaturales y sin haber interrogado, en observancia del Evangelio y de la Ley Canónica, ni a mí ni a la vidente, ni a los cientos de testigos de los diversos grandes milagros Eucarísticos; 2) Porque me ordenó, como condición para volver a ejercer los oficios divinos, que reconociera que estaba equivocado y que había engañado a las personas que habían venido a orar al prodigioso lugar.
Los milagros son "signos" de la divinidad de Cristo y el Señor realizó muchos de ellos en el prodigioso lugar, los cuales les describí en detalle en mi carta anterior.
Más aún, cuando llevé a la Vicaría la Eucaristía Sangrante, Monseñor Nosiglia, haciendo un gesto de perplejidad y molestia, me dijo: "¿Qué es esa pieza de pan?" y se rehusó a quedarse con Ella para ser examinada.
c) Abusó de su poder sobre nosotros: 1) Cuando retiró, sin razón, el permiso que me dio el Cardenal Poletti, de celebrar la Santa Misa y de resguardar la Eucaristía en nuestra capilla; 2) Cuando primero le prohibió a la gente que viniera y orara en el prodigioso lugar y asistiera a la catequesis bíblica, entonces, después de peticiones insistentes, permitió que únicamente cincuenta personas viniesen, por tanto tuve que despedir a cualquiera después de la cincuentava persona; 3) cuando me ordenó que no predicara durante los retiros espirituales a los jóvenes y adultos del Movimiento "Impegno e Testimonianza" en nuestra sede, que tiene las salas adecuadas y un jardín silencioso, por lo que nos vimos obligados a solicitar hospitalidad en instituciones religiosas, donde con frecuencia tuvimos que pagar por tales salas; 4) Cuando me prohibieron celebrar, una vez a la semana, en la casa de San Gaetano, la Santa Misa para los participantes de la catequesis bíblica, aún cuando las Hermanas de esa casa habían dado su consentimiento. En nombre de la Vicaría, la administradora de esa casa se dirigió a mí: "Padre Claudio, puede celebrar la misa a solas, pero no con los miembros del Movimiento"; 5) Cuando obstaculizó de todas maneras a la gente a que viniera y orara en la Via delle Benedettine, causando calumnias y discordia contra nosotros. Ustedes también recibieron órdenes precisas en estos términos, por escrito y de viva voz; 6) Cuando nos prohibió conceder entrevistas y recibir reporteros, mientras Jesús muchas veces repitió: "¿Porqué los grandes actos de Dios se ignoran en silencio?"; 7) Cuando, aún cuando no tenía información alguna sobre la cual basaba su opinión, le pidió al responsable de la "Lista de Apariciones" en la Internet, que no divulgara los mensajes de la Madre de la Eucaristía; 8) Cuando no evitó que algunas transmisiones, consideradas a sí mismas como "católicas", arrojaran lodo sobre mí y Marisa, sobre las apariciones más importantes y sobre los mayores milagros Eucarísticos en toda la historia de la Iglesia; 9) Cuando emitió sobre nosotros los siguientes juicios, que están en contra de la verdad y la caridad: "El demonio trae las hostias. Los hostias de las apariciones son trucos de feria o son el fruto de una patología religiosa. Todo es solamente una gran mentira. Realizan trucos de conjuros. Ellos dividen a la Iglesia. Los supuestos mensajes de la Madre de la Eucaristía son basura". He citado únicamente los juicios que la autoridad eclesiástica ha referido a la prensa o a los miembros del Movimiento, guardo silencio sobre los juicios que no son citables y que fueron pronunciados muchas veces en reuniones furtivas; 10) cuando expresó palabras insultantes, sobre todo contra Marisa, quien fue descrita como: "Loca, hereje, blasfema, posesa, idólatra" y mucho peor: la autoridad eclesiástica muchas veces transgredió el canon 220 de la Ley Canónica.
Yo siempre incliné mi cabeza y siempre obedecí, aún cuando no estuviese de acuerdo, como personalmente le dije al Cardenal Ruini, Jesús y Nuestra Señora muchas veces afirmaron: "Su sacerdote ha sido siempre obediente a Dios y a la Iglesia", así es que yo no desobedecí a la Iglesia, sino que los grandes hombres de la Iglesia no obedecieron a Dios, porque se opusieron a Su Divina Voluntad, a Sus proyectos, a sus milagros Eucarísticos.
Cuando un hombre, cualquiera que sea la oficina que tenga a su cargo en la jerarquía eclesiástica, conscientemente se opone a Dios, lleva sobre si una responsabilidad muy seria que puede poner en riesgo la salvación de su alma.
La frase que hizo que todo el Paraíso se horrorizara fue: "Me vengaré y lo aplastaré". El que la dijo, y sabemos quién es, mostró odio, resentimiento, mofa y venganza en el interior de su corazón. Es culpable de un serio pecado ante Dios y los que escucharon la sentencia pronunciada y guardaron silencio por conveniencia o por temor, se han vuelto responsables del mismo pecado. La Sagrada Escritura nos enseña esto.
Por esta razones, pero sobre todo por la más seria, sobre la cual por el momento no podemos hablar, Jesús el Señor me ordenó que por el momento suspendiera toda relación y diálogo con la autoridad eclesiástica, hasta que retiren los decretos promulgados contra nosotros, que han sido declarados "nulos y no válidos" por Dios y hasta que hayan presentado sus disculpas, por escrito, a mí, a Marisa y a los miembros del Movimiento por las serias y pesadas acusaciones, calumnias y difamaciones que promovieron contra nosotros y que fueron mencionadas en varias ocasiones por la prensa y la televisión.
Yo, Marisa, mis jóvenes y adultos, con amor hacia nuestros superiores pusimos en práctica la corrección fraterna, enseñada por el Evangelio (San Mateo 18, 15-17).
Jesús repitió muchas veces en sus mensajes que la corrección fraterna debe practicarse con todos, también con los sacerdotes, obispos y cardenales; justo esto hicimos pero no fue aceptada, por el contrario tuvo el efecto contrario y produjo nuevos sufrimientos.
Hagan un examen serio y honesto de su conciencia, no teman a los hombres, sino teman a Dios Quien los juzgará y, si fuera necesario para el triunfo de la verdad, renuncien a su posición y defiendan la verdad con valor, porque la verdad "Os hará libres". (San Juan 8,32)
Esta carta ha sido dictada por amor y por el cuidado de sus almas, aún cuando en algunas partes parezca dura, fuerte y aguda; deben leerla con humildad y atención.
Las siguientes palabras de Jesús están clavadas en mi mente y en mi corazón, como dardos ardientes: "Y ¿qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?". (San Mateo 16, 26)
Por un momento despójense de su cargo, libérense de su poder, arrodíllense ante la Eucaristía, también ante la Eucaristía que Jesús trajo, Que derramó Su Sangre y pregúntense: "¿Quién soy ante Ti, Dios mío?"
Escuchen a su corazón, abiertos a la comprensión de los planes de Dios y abandónense a Él, como hijos en los brazos del Padre.
Si me dirijo directamente a ustedes, es sólo por obedecer la orden de Jesús, para poner en práctica la corrección fraterna en su consideración y para darles una prueba tangible de verdadero amor.
Recuerden estas significativas palabras de San Agustín: "Timeo Dominum transeuntem et non plus revertentem". Sé que tenemos aún mucho por sufrir antes del triunfo de la Eucaristía, del triunfo de la verdad y antes de nuestro triunfo; Jesús y Nuestra Señora anunciaron que todo esto empezaría a ocurrir en 1999.
Para esta hora, una corta espera, sólo queda muy poco tiempo antes que Dios intervenga; éste sigue siendo el tiempo de la misericordia, luego empezará el tiempo de la justicia y no me gustaría estar entre los que combatieron a Jesús la Eucaristía Quien derramó Su Sangre y Quien fue traído el prodigioso lugar.
Recientemente la Madre de la Eucaristía muchas veces anunció que "Cuando Dios Padre decida, volaré a ustedes y todos Me verán en este prodigioso lugar y en ningún otro lugar. Todos Me verán corporalmente, Dios les dará este regalo, los que siempre han estado presentes, quienes enfrentaron dificultades y situaciones dolorosas, causadas por las personas que no creen en los milagros Eucarísticos que ocurrieron en el prodigioso lugar. Recuerden: primero Me verá su sacerdote, entonces será el turno de ustedes".
Tanto Marisa como Yo hemos sabido durante algunos años que Nuestra Señora se aparecería para todos en el prodigioso lugar, pero tuvimos que guardar silencio por orden de Dios y tuvimos que guardar este secreto.
Espero que la Madre de la Eucaristía sea vista no sólo por los "trabajadores Madrugadores" sino también por los de "Última hora"; esto es, por los que al principio combatieron los milagros Eucarísticos que ocurrieron en el prodigioso lugar y luego convirtieron sus corazones y creyeron en ellos.
Les escribo esta nueva carta para invitarlos a asumir su propia responsabilidad y que hagan su elección con valor y honestidad, para que en ese día, que está verdaderamente cerca, en el que todo lo que les he anunciado en mi primera y segunda cartas ocurra, ninguno de ustedes diga: "Yo nada supe".
Nosotros que vivimos la hora más dura, sufrida y combatida de nuestra vida y que seguimos el ejemplo de María, Quien, como dijo, después de la muerte de Jesús tuvo en su corazón tanto sufrimiento como gozo; sufrimiento porque su Hijo estaba muerto y gozo porque esperaba Su resurrección, con fe firme.
Es mejor experimentar ahora algunos sufrimientos por Cristo que ser separados de Él por toda la eternidad.
Las siguientes palabras de San Pablo nos traen gran consolación: "¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? Según está escrito: ‘Por tu causa somos entregados a la muerte todo día, somos mirados como ovejas de degüello’. Mas en todas estas cosas vencemos por aquel que nos amó. Porque persuadido estoy que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni ninguna otra creatura podrá separarnos del amor de Dios (manifestado) en Cristo Jesús, nuestro Señor". (Romanos 8, 35-39)
Saludo "a todos los hermanos con el ósculo santo" (I Tesalonicenses 5, 26)
Padre Claudio Gatti
Roma, 24 de octubre de 1998, quinto aniversario de las apariciones públicas de la Madre de la Eucaristía.
P.D. Querido hermano, por favor envía esta carta a todos los sacerdotes de tu prefectura. Si fuera posible, envíala también a los obispos y a los cardenales que conozcas. No debemos temer a la verdad. Gracias.