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Carta enviada el 25 de enero del 2004 por el Obispo Claudio Gatti a los Cardenales, Obispos y sacerdotes de la Iglesia: Una, Santa, Catolica, Apostolica y Romana

A LOS CARDENALES, OBISPOS Y SACERDOTES DE LA IGLESIA: UNA, SANTA, CATOLICA, APOSTOLICA Y ROMANA.

Carísimos hermanos,

En mi última carta, con fecha del 24 de octubre de 2003, os he demostrado, sin sombra de duda, que los Cardenales Ratzinger, Ruini y Bertone, al destituirme del estado clerical, han cometido un acto moralmente ilícito y jurídicamente inválido, porque no han respetado ni el Evangelio ni el C.I.C.

Los susodichos cardenales han sostenido siempre que el Papa en persona ha tomado la decisión de reducirme al estado laical y ha firmado el decreto que sanciona mi condena. Ya que en el Vaticano y en el Vicariato se ha impuesto, como un estilo de gobierno, el atribuir al Papa decisiones que son tomadas por otros e ignoradas por él, he pedido que se me dejara ver el decreto pontificio que hace referencia a mi persona y tener una copia compulsada. Hice esta petición a los tres cardenales hace más de un año y la he repetido hace tres meses pero, como era previsible, no he recibido ni siquiera una nota como respuesta. Este prolongado silencio me da la certeza de que el decreto pontificio no existe, sino que es una invención de los tres cardenales para librarse de una persona que no ha tenido miedo, aunque lo ha pagado en persona, por defender la Eucaristía y la verdad. Por este motivo pertenezco todavía al estado clerical y puedo continuar ejercitando legítimamente y lícitamente las funciones y las actividades inherentes al ministerio sagrado.

Además solicito a la Suprema Autoridad Eclesiástica que me reconozca como obispo, ordenado por Dios. El Señor ha puesto su sello a mi ordenación episcopal, la única que Él ha realizado en la Historia de la Iglesia, después de la de los Apóstoles, cuando ha obrado el gran milagro eucarístico en la S. Misa celebrada por mí el día 11 de junio de 2000.

Dios no realiza milagros en las manos de los impostores y los que rechazan mi ordenación episcopal se oponen a Dios.

Al igual que Pablo, que ha sido ordenado obispo por Jesucristo después de la ascensión al Cielo, ha tenido que luchar para que se le reconociera apóstol (cfr. I Cor 9,2; 11,5; Gal 1,1; Tim 2,7); también yo estoy luchando para que se me reconozca obispo ordenado por Dios y, como el apóstol, soy calumniado y difamado desde el interior de la Iglesia.

La competente Autoridad Eclesiástica tendría que imputar a tres cardenales las siguientes culpas:

1- haber instrumentalizado al S. Padre y haberlo involucrado, sin que él lo supiera, en una maquinación para condenar a una persona inocente, pero incómoda.

2- haber abusado de su autoridad para obtener logros contrarios a la verdad.

3- haber intentado hacerme creer que la decisión de destituirme del estado clerical había sido tomada personalmente por el S. Padre.

4- haberme ordenado tirar la hostia de la cual había surgido la sangre, porque no era Eucaristía, sino un pedazo de pan.

5- haber afirmado que la sangre surgida de la hostia consagrada por mí durante la S. Misa, celebrada el día 11 de junio de 2000, era obra del demonio.

La doctrina de la Iglesia enseña y el C.I.C. establece que los citados cardenales han incurrido en la excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica (can. 1367) y han pecado contra el Espíritu Santo.

Los que entre vosotros comparten y aprueban lo ejecutado por los tres cardenales, delante de Dios y de la Iglesia son culpables de los mismos delitos y les afectan las mismas censuras.

El 29 de junio de 1972, Pablo VI dijo que el humo de satanás había entrado en el templo de Dios.

Por otra parte, entre nosotros, uso palabras tomadas del Evangelio, están presentes: "lobos rapaces vestidos de cordero y mercenarios". (Crf. Mt 7, 15; Jn 10, 12)

A estos se les puede dirigir las invectivas que Juan Bautista ha dirigido a los fariseos y saduceos: "Raza de víboras, ¿quien os ha enseñado a huir de la ira inminente? Ya está el hacha puesta en la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga". (Mt 3, 7-12)

Después de la creación de los últimos príncipes de la Iglesia, entre los cardenales reunidos en Roma para celebrar el XXV pontificado de Juan Pablo II, ha estallado la misma y dolorosa situación que en el Cenáculo, cuando entre los apóstoles "hubo entre ellos también un altercado sobre quién de ellos parecía ser el mayor". (Lc 22, 24)

De hecho, mientras en las reuniones públicas los cardenales han deseado al Papa muchos años de pontificado, en las reuniones secretas han discutido duramente entre ellos para designar al sucesor de Juan Pablo II y repartirse los cargos más importantes de la Curia Romana.

Los dos inmediatos y legítimos sucesores de Juan Pablo II, especialmente el segundo, serán particularmente severos e inflexibles con los pastores infieles y traidores, a los que destituirán y privarán de los cargos y del poder.

El Espíritu Santo con soplo potente dispersará el humo de satanás y lo mandará de nuevo al infierno.

Invito a los pastores honestos y fieles, pero intimidados y atemorizados por los pastores deshonestos y prepotentes a leer esta carta con la misma atención y respeto con que han leído la precedente, de la que han reconocido la veracidad y han compartido el contenido.

Solo pocos destinatarios, mientras leían la anterior carta, han explotado poniéndose como una furia y han asestado puñetazos tan violentos contra el escritorio, que han tirado por el aire los objetos que había encima.

Éstos han roto la carta, aunque una vez calmada la rabia, han tratado de procurarse una fotocopia.

En el Vaticano, en el Vicariato y en las curias diocesanas han hablado largamente sobre esta carta que ha sido aceptada y compartida por la mayoría de los eclesiásticos que han tenido conocimiento de ella.

A los hermanos que aman a Dios y a la Iglesia les digo: estrechémonos en torno a la Eucaristía. El Señor, después de haberos escrito la carta, fechada el 24 de octubre de 2003, ha obrado dos grandes milagros eucarísticos en el lugar taumatúrgico.

Si os interesa conocer estos y otros milagros eucarísticos, de los que hemos sido testigos, podéis acceder a nuestra página de Internet, tecleando la siguiente dirección telemática: www.madredelleucaristia.it.

Los milagros eucarísticos son obra de Dios y aún cuando son ignorados o combatidos, generan luz, vida, gracia, dones y conversiones en el mundo entero.

Después de cada milagro eucarístico, la Iglesia se vuelve más fuerte, más unida y más santa. Con los milagros eucarísticos ocurridos en el lugar taumatúrgico el 30 de diciembre de 2003 y el 18 de enero de 2004, el Señor ha querido también demostrar que el susodicho obispo ordenado por Dios y la vidente Marisa Rossi viven en la verdad y son instrumentos escogidos por Él para hacer triunfar la Eucaristía.

Hago mía la invocación de Juan Pablo II: María, Madre de la Eucaristía, os proteja a todos.

Reafirmo mi comunión y el propósito de continuar trabajando en la viña del Señor con los que aman la Eucaristía, a la Madre de la Eucaristía y a la Iglesia: Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana.


Claudio Gatti

Ordenado Obispo Por Dios

Roma, 25 de Enero de 2004


Conversión de S. Pablo Apóstol